En verano, es lógico leer crónicas de viajes; si tienen calidad literaria, tanto mejor. Por ejemplo, las de Julio Camba (1888-1962), uno de los más grandes periodistas españoles. Este gallego de Villagarcía de Arosa, de ideas anarquistas y ácratas, en su juventud, se ganó la vida como corresponsal en varias ciudades europeas: París, Londres, Berlín, Roma, Nueva York... Fue amigo de gente tan notable como Ortega, Pérez de Ayala, Marañón, Juan Belmonte. En 1949, cuando tenía 65 años, se retiró a una habitación del Hotel Palace de Madrid: allí vivió 13 años más, hasta su muerte. (Dicen que era don Juan March el que pagaba la cuenta). En el restaurante madrileño Casa Ciriaco, en la calle Mayor, se han reunido, durante años, los "Amigos de Julio Camba". Después de haber pasado el habitual "purgatorio", ahora lo reivindican estudiosos como Francisco Fuster y Pedro Ignacio López García.
Editorial Fórcola (que toma su nombre de la curvatura de madera de las góndolas venecianas) ha tenido la buena idea de seleccionar 150 crónicas de viaje de Julio Camba, escritas a partir de 1908, muchas de ellas no reunidas, antes, en libro. (En realidad, Camba no escribió libros: los suyos eran recopilaciones de artículos periodísticos). Son crónicas breves, como él comentaba : "Yo soy un escritor de artículos cortos, cosa terrible, porque los artículos cortos se leen". (Como tantas veces, no se equivocaba).
Camba vivía –y muy bien, por cierto– de escribir estas crónicas diarias; en una etapa, era el periodista español mejor pagado. Pero lo sentía como una condena:
En este mundo, y supongo que en todos, el pobre escritor no ve más cosa que una: artículos. Para la mayoría de gentes, el desierto es el desierto y el bosque es el bosque. Para el escritor, en cambio, el desierto es una crónica y el bosque es otra crónica (p. 12).
Como Pla –otro extraordinario escritor-, Camba odiaba la retórica y la grandilocuencia, escribía sin aparentes pretensiones. ¿Cuál es su secreto? Tenía una mirada muy aguda y un estilo muy preciso. Para conocer a un pueblo, se fijaba en cosas muy concretas: el clima, las camas, las comidas... ¿Era un gran viajero? Más bien, se definía como un "hombre – sandwich", de esos que se pasean, con un cartel en el pecho y otro, en la espalda:
En realidad, esto de ser hombre sandwich no constituye precisamente una profesión, sino algo infinitamente más elevado: una filosofía. El hombre sandwich no hace nada. Anda, callejea, curiosea, huele... No se diferencia del vago ordinario más que en que tiene un cartel... ¿Puede haber algo más seductor para un español? (p. 187).
La mirada de Camba se caracteriza por la irónica inteligencia, el gusto por las paradojas. Unos pocos ejemplos:
Lo lógico sería aprender el inglés para ir a Inglaterra; pero no, se viene uno a Inglaterra para aprender el inglés (p. 155).
La diferencia entre París y Londres se explica por las camas:
En Inglaterra la gente se acuesta por necesidad, así como en Francia se acuesta por placer (p. 133).
Y por las comidas:
Inglaterra es un pueblo que come lo que necesita. Francia es un pueblo que come lo que no necesita. España es un pueblo que no come lo que necesita.
En Alemania, a Camba le sorprende que su criada lea a Goethe, que todo el mundo lea obras maestras (p. 283). No le resulta difícil señalar lo que le separa de un alemán:
Los alemanes son grandes y yo soy chico, son rubios y yo soy moreno, son gordos y yo soy delgado. Los alemanes saben filosofía y matemáticas y griego y otra porción de cosas, y yo tengo una ignorancia enciclopédica que revela un gran españolismo (p. 33).
Su ironía le lleva a imaginar una Plaza de Toros en Berlín, porque "los berlineses son unos hombres muy flamencos y muy gitanos", comentadas en alemán: "Haben sie vileischt das kolossal estokada von Machaquito gestern gesehen?" (p. 292).
Camba le saca punta a lo aparentemente pequeño, a lo banal. "Nadie sabe la profundidad que esconde un minué", repetía Eugenio d’Ors, citando a la clavecinista Wanda Landowska. No nos ofrece Camba una majestuosa sinfonía germánica sino, como Barbra, una petite chanson: un gran escritor y un libro delicioso, para viajar sin molestias ni fatigas.
Julio Camba: Crónicas de viaje, prólogo de Antonio Muñoz Molina, edición, introducción y notas de Francisco Fuster, Madrid, ed. Fórcola, 2ª edición, noviembre de 2015, 363 págs, 23’50 euros. ISBN: 978-84-15174-84-4.