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La herida del tiempo

En el 80 aniversario de la muerte de Lorca recomiendo leer sus poemas, pues la poesía es la sustancia básica que impregna toda su obra.

Los Libros: 80 años del asesinato de Lorca

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En el 80 aniversario de la muerte de Lorca recomiendo leer sus poemas, pues la poesía es la sustancia básica que impregna toda su obra.
Federico García Lorca | Cordon Press

Este viernes, 19 de agosto, se cumplen exactamente 80 años del asesinato de Federico García Lorca, en 1936. Una vez más – me temo – van a surgir voces que reclaman seguir buscando los restos mortales del poeta y, una vez más, repito mi opinión: dejemos en paz a los muertos; el mejor homenaje a un escritor es leer sus obras.

Curiosamente, Lorca nunca ha pasado de moda, ni siquiera un breve "purgatorio", como es habitual en tantos escritores. Además de su gran calidad, ¿cuáles son las razones de su enorme atractivo para amplísimas capas de lectores, de muy distinto nivel cultural? Me convencen las explicaciones que da Ángel Álvarez de Miranda, nuestro gran historiador de las religiones, en su libro La metáfora y el mito. La gran fuerza de Lorca deriva de que entronca con mitos propios de religiones primitivas: la luna, la sangre el cuchillo, la fecundidad, la tierra... Es decir, realidades que afectan a cualquier persona, sin necesidad de ser un intelectual.

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'La casa de Bernarda Alba', en el Teatro Nacional de Londres | Cordon Press

En este aniversario, ¿qué obra de Lorca recomiendo leer? Sus poemas, evidentemente, pues la poesía es la sustancia básica que impregna toda su obra. Pero también su teatro, al que se entregó con pasión (recuérdese su amor por La Barraca), como forma de comunicarse con un gran público hambriento de belleza:

Yo pienso en los millones de hombres que esperan con ojos nuevos de asombro el idilio con ruiseñor de Romeo y Julieta...

Por eso, afirma que el teatro es "uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la edificación de un país, el barómetro que marca su grandeza o descenso (...) una escuela de llanto o de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar, con ejemplos vivos, normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre".

Dentro del teatro de Lorca, yo siento gran debilidad por una de sus obras menos populares, Doña Rosita la Soltera o el lenguaje de las flores. Después de Bodas de sangre y Yerma, Federico deseaba dejar la tragedia, abrirse a nuevos horizontes. (Y, a la vez, alejarse de los "gitanismos" que tanta fama le habían dado). Por eso escribe esta obra, que subtitula así: "Poerma granadino del novecientos, dividido en varios jardines, con escenas de canto y baile". Está claro: es un teatro poético, de una sensibilidad muy granadina.

Cuenta la historia de una solterona , que espera, durante años, el regreso de su gran amor. A lo largo de la obra, pasamos del año 1885 a 1910; la protagonista, de 20 a 45 años: de la joven Rosita a "Doña Rosita". Ella ha sido víctima de un engaño: en eso se parece a la también maravillosa Señorita de Trevélez, de Arniches. Comenta Lorca ese aspecto social del drama:

Doña Rosita es la vida, mansa por fuera y requemada por dentro, de una doncella granadina, que poco a poco se va convirtiendo en esa cosa grotesca y conmovedora que es una solterona en España... He aquí la vida de doña Rosita. Mansa, sin fruto, sin objeto, cursi... ¿Hasta cuándo seguirán así todas las Doñas Rositas de España?

Por el testimonio de su hermano Francisco, mi amigo, sabemos que ésta es la obra que más tiempo le costó escribir. La estrenó Margarita Xirgu en Barcelona, en 1935 (fue la última obra estrenada en vida de su autor). Durante años, se discutió su fuerza escénica. Para su valoración, fue decisivo el montaje de 1980, en el Centro Dramático Nacional, dirigido por Jorge Lavelli y protagonizado por Nuria Espert. Un gran crítico, Daniel Devoto, la considera "probablemente, la mejor de las obras teatrales de García Lorca, y, con seguridad, la mejor estructurada de todas ellas, la más equilibrada".

Más allá de la crítica social, el tema básico que plantea es el que podemos llamar – con el título de otra hermosa obra, de Priestley – la herida del tiempo, de la que ninguno nos libramos. Es una obra llena de sensibilidad, de ternura, de delicadeza, de compasión por los seres humildes, que sufren en silencio. Al final, "se abre un balcón del fondo y las blancas cortinas oscilan con el viento". No hace falta decir más. Es la misma atmósfera del Jardín de los cerezos, de Chejov, con una sensibilidad muy granadina.

Conocemos el origen de la obra. José Moreno Villa le enseñó a Federico un viejo libro francés sobre las flores, con la referencia, en latín, a la rosa mutabilis, que vive solamente una jornada. Sobre esta base escribió el hermoso poema que condensa toda la emoción de la obra:

Cuando se abre en la mañana
roja como sangre está;
el rocío no la toca
porque se teme quemar.
Abierta en el mediodía,
es dura como el coral,
el sol se asoma a los vidrios
para verla relumbrar.

Cuando en las ramas empiezan
los pájaros a cantar
y se desmaya la tarde
en las violetas del mar,
se pone blanca, con blanco
de una mejilla de sal;
y cuando toca la noche
blando cuerno de metal
y las estrellas avanzan
mientras los aires se van,
en la raya de lo oscuro
se comienza a deshojar.

La tragedia de Doña Rosita, la de todos nosotros...

Federico García Lorca: Doña Rosita la Soltera o el lenguaje de las flores, Madrid, ed. Biblioteca Nueva, col. Arriba el telón, edición e introducción de Andrés Amorós, 127 págs, 15’22 euros. ISBN: 978-8497423311.

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