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Nuria Richart

Fallaci contra el "macartismo" de izquierdas que te tapa la boca

Cuando se cumple una década de su muerte, recorremos el contorno de tiza de unas agallas llamadas Oriana Fallaci. Una Casandra que le habló al viento.

Hubo una vez una periodista italiana que como en la pesadilla gritaba: ¡Peligro! ¡Peligro, insensatos!, pero nadie detenía sus pasos hacia ninguna parte. Ella gritó que el emperador iba desnudo pero la masa cortesana la ahogó y siguió saludando al cortejo. El ejemplo del cuento de Andersen es suyo, no mío.

Oriana Fallaci (1929-2006) se hizo los ocho miles de la profesión periodística. Vietnam, a Latinoamérica o la Guerra del Golfo. En su libro Las raíces del odio. Mi verdad sobre el islam (La esfera, 2015) está parte de esa ruta informativa, la fundamental para nuestros días.

La brava italiana nació en guerra, plantando cara al fascismo y en guerra murió, dando patadas al aire, como un niño enfurecido, contra el islamismo y el "macartismo" que le propinó la izquierda tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. Cuando se posó la nube de polvo el mundo recogió los escombros sin levantar la mirada del suelo. Como un gas, los islamistas habían propagado la peor de las plagas: el miedo bajo la coartada política del multiculturalismo.

Todavía es más arriesgado que manifestar tu independencia, ser una disidente, es decir, una fuera de la ley, en una sociedad que vende la Patria al enemigo. Y, con la Patria, su cultura, su civilización y su dignidad.

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Oriana cometió un único delito: la libre opinión. Fue amenazada de muerte, instigada, repudiada por antiguos editores y amigos, contagiados de auto-intimidación. Alguno le dijo que, por defenderla, le habían dejado de invitar a cenar. Por eso no le extrañaba que "cada vez que denunció estas cosas me sienta una Casandra que le habla al viento". Y siguió adelante. Se exilió de Italia a EEUU. Allí estaba el 11S. Escribió: "mis verdaderas medallas son, así pues, los insultos, los epítetos denigrantes, los abusos que recibo por parte del moderno macartismo que "a los herejes los quema tapándoles o intentando taparles la boca". La intimidación de toda la vida.

La periodista creyó que el haber vencido al fascismo y al nazismo rellenaría su carnet de baile para el resto de sus días. Que nunca volvería a estar en la pista con el totalitarismo, y la verdad, cualquiera lo habría pensado tras sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial. Pero tenía una amarga cita pendiente en los últimos años de su vida.

Fallaci fue la primera en denunciar la "triste" alianza Izquierda-Islam. Por ejemplo en España Zapatero tras desintegrar los escombros del 11M y culpar a unos islamistas, nos extendió la alfombra de la Alianza de Civilizaciones. Y todos tan contentos. Tremenda hostia con la que comulgar. Los que escupieron la galleta se condenaron a una muerte civil. Como Oriana. Quizá estas palabras suyas cobren significado para usted, lector:

Creemos vivir en auténticas democracias, democracias sinceras y vivas, regidas por la libertad de pensamiento y opinión. En cambio vivimos en democracias débiles, dominadas por el despotismo y el miedo. Miedo a pensar, y al pensar, de llegar a conclusiones que no coincidan con las de los lacayos del poder.

Porque la censura más peligrosa no es la de los regímenes absolutistas o dictatoriales

El despotismo ataca al cuerpo. Lo ataca encadenándolo o torturándolo o suprimiéndolo por un medio y otro. Al actuar así, salva el alma que, intacta, se eleva por encima de la carne destrozada y transforma a la víctima en héroe.

¿Qué pasa, según Fallaci, en las democracias?

En las democracias inanes, en cambio, en los regímenes inertemente democráticos, el despotismo salva el cuerpo y ataca el alma, porque es el alma lo que quiere encadenar. Así a sus víctimas les dice. Elige. Eres libre para pensar o no como pienso yo. Si no piensas como yo no te suprimiré. No tocaré tu cuerpo. No confiscaré tus propiedades. No violaré tus derechos políticos. Te permitiré hasta votar. Pero tú (...) nunca serás seguido y respetado. Porque recurriendo a mis leyes sobre la libertad de pensamiento y de opinión, yo sostendré que eres impuro. Que eres un mentiroso, un disoluto, un demente. Y te convertiré en un fuera de la ley. En un criminal. Te condenare a la muerte civil y la gente ya no escuchará más. Peor. Para no ser castigados a su vez, quienes piensen como tú desertarán.

Para Oriana era la explicación de por qué hemos roto el compromiso con la verdad. Es más cómoda la cobardía de temporizar y jugar a dos barajas.

Los canallas de la tierra

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Fallaci entrevistando a Jomeini

Hace más de una década la periodista se hartó de llamar "canallas de la tierra" a los Jomeini, los Arafat, los Gadaffi. El New York Times la presentó como una provocadora. El New York Post como "la conciencia de Europa, la excepción en una época en la que la honestidad y la claridad ya no se consideran virtudes preciosas". Mucho se ha escrito sobre la postura de Oriana contra el Islam, germen de su pena. Definió al Corán como el "Mein Kampf (el libro que escribió Adolf Hitler y que guió su política de exterminio) de una religión que siempre ha tenido como objetivo eliminar a los demás". Ahí lo dejó.

Llamó a la "izquierda-caviar" de Hollywood "bufones buenistas dispuestos a llorar por los asesinos. Nunca por las víctimas". Oriana defendió su derecho a amar con libertad y a odiar con libertad.

Odio a los Ward Churchill, a los Noam Chomsky, los Louis Farrakhan, los Michael Moore, los cómplices los colaboracionistas, los traidores, que nos venden al enemigos. Los odio como odiaba a Mussolini y a Hitler y a Stalin y compañía. Los odio como he odiado siempre cualquier martirio contra la libertad.

¿Qué pensaría Oriana Fallaci del Papa Francisco?

En el último capítulo del libro recuerda su reunión con Ratzinger, ella, atea pública. Se declaró compañera de camino de un Papa que creía que Occidente había desarrollado una especie de odio contra sí mismo y que corría el riesgo de perder su identidad. Oriana afirmó que apoyaría a los católicos, "a menos que la Iglesia también falte a su cita con la Historia". ¿Cómo ahora?

Sus últimos años fueron amargos. Todo fue el cáncer, por dentro y por fuera. Más que nunca se esforzó en la disciplina de mantener unido el matrimonio entre la libertad y la igualdad. Fallaci se casó con la verdad y la necesidad de despertar a la gente, porque "cuando está bien informada se espabila y piensa con su propia cabeza".

Diez años sin la cabezota Fallaci. Este no es un mal obituario:

No somos muchos lo sé. Pero existimos. Siempre hemos existido. Y siempre existiremos. Bajo todo tipo de fascismo, todo tipo de nazismo, de bolchevismo, de islamismo, de macartismo, todo cáncer de cerebro, todo cáncer de alma.

Oriana Fallaci. Las raíces del odio. Mi verdad contra el islam. (La Esfera). Artículos y entrevistas publicados en la prensa italiana entre 1960 y 2005.

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