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'Las Chicas', de Emma Cline

Presentado como el fenómeno del otoño, Las Chicas está inspirado en la siniestra secta de Charles Manson. 

Presentado como el fenómeno del otoño, Las Chicas está inspirado en la siniestra secta de Charles Manson. 
Leslie Van Houton, Susan Atkins, Patricia Krenwink y Charles Manson en 1970 | Cordon Press

¿En qué momento una chica joven, bella y aparentemente normal se convierte en un monstruo capaz de cometer uno de los crímenes más horribles de las últimas décadas? ¿Cuál es el instante en que una adolescente cruza el límite hacia lo más aberrante y, sobre todo, qué es lo que le lleva a hacerlo? Emma Cline, inspirada seguramente en las inquietantes fotos de las tres seguidoras de Charles Manson que fueron a la cárcel con él, plantea esta pregunta en Las Chicas, una novela llevada a lo más alto por los críticos a la otra orilla del Atlántico, donde continúa reinando en las mesas de libros imprescindibles. En España, ha sido una de las novedades más publicitadas -y esperadas- del otoño.

Cline, que se ha estrenado como novelista con esta obra sin cumplir los 30 años, arranca Las Chicas con un capítulo hipnótico que está entre lo mejor de la novela. Presenta a sus chicas a través de la mirada de Evie, la adolescente californiana que narra la historia y que cuenta aquí su primer encuentro, apenas un cruce de miradas, con tres jóvenes entre repulsivas y fascinantes. No es difícil dejarse atrapar, como la protagonista, y seguir leyendo. Y más intuyendo quiénes son, o mejor, de qué van a ser capaces:

"Aquellas chicas de pelo largo parecían deslizarse por encima de todo lo que sucedía a su alrededor, trágicas y distantes. Como realeza en el exilio (…) Gráciles y despreocupadas, como tiburones cortando el agua".

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Después de dejar flotando la pregunta de si nosotros iríamos también tras esas jóvenes, Cline se sirve de la figura de Evie, de sólo 14 años, para llegar hasta ellas. Hace un concienzudo retrato del momento del personaje, a través de sus propias palabras: su entorno, tan complicado, o no, como el de cualquier adolescente; su relación con sus padres, sus difíciles amistades, la soledad íntima que le acosa a cada rato, la conciencia de que le espera algo ahí fuera, de que está punto de llegar su momento. En medio, se cruzan en su camino esas chicas seguras de sí mismas, hacia las que se siente atraída de manera casi irremediable, empujada por esa inseguridad inherente a su edad y por algo más que Cline deja en el aire. La autora es exhaustiva al hablar de lo que siente Evie, pero cuenta muy poco sobre las jóvenes que tanto la atraen.

Esos esbozos de quienes van a convertirse en la viva encarnación del mal son quizás el mayor acierto de Cline, que sólo insinúa, llevando al lector al lugar al que se encamina Evie, un mundo sórdido pero de algún modo atractivo. Las chicas viven en un rancho sin apenas comida y rodeadas de suciedad, en torno a un músico fracasado pero capaz de rodearse de una corte de jóvenes influenciables, donde los ejes son el sexo y las drogas. Evie ve y vive trozos de ese mundo, que comparte con un lector que no deja de hacerse preguntas. De sus habitantes, conoceremos lo justo. A la vulnerable Evie le basta eso para caer en sus redes.

Lo mejor de Las Chicas está en la construcción que hace Cline del relato: la autora sabe que conocemos el final de la historia y se recrea en el antes, esbozando ambientes y momentos de flaqueza propicios para dejarse ir. De entre todo, destaca cómo crea a la protagonista y ese instante en que su vida se cruzó con la secta: la adolescencia de Evie está genialmente descrita a través de sus momentos más turbios y también de los más mágicos. Evie y su necesidad de ser amada, esa "promesa del amor" que comparte con sus compañeras de pupitre. "Cuánto lo necesitan y qué poco recibirá jamás la mayoría de ellas", dice Cline.

El libro, sin embargo, flaquea al final: deja la sensación de que la autora no quiso ir todo lo lejos que podía. Y tampoco acierta cuando introduce en el relato a la Evie adulta, en cierto modo decepcionante y mucho menos atractiva que su yo de joven, aunque compartan los mismos miedos. Pero sí brilla al principio, cuando recrea esa época clave en la vida de su protagonista a través de momentos y conversaciones aparentemente vanas pero fundamentales. Esas son las páginas que justifican, en parte, el entusiasmo con el que se esperaba a Cline. Ésa es la chica de la que en realidad quería hablar.

EMMA CLINE: Las chicas. Anagrama (Barcelona), 2016, 337 páginas. Traducción: Inga Pellisa

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