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Pérez-Reverte: "Un niño con un machete es lo más peligroso del mundo"

El escritor publica Falcó (Alfaguara, 2016), una novela de personaje que transcurre en los primeros cuatro meses de la Guerra Civil.

El escritor publica Falcó (Alfaguara, 2016), una novela de personaje que transcurre en los primeros cuatro meses de la Guerra Civil.
Arturo Pérez-Reverte | EFE

Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) nos cuenta, con una especie de entusiasmo juvenil, que su última novela, Falcó (Alfaguara, 2016), fue concebida mientras veía Esta noche o nunca, "una obra maestra, con Gloria Swanson, cuando todavía estaba guapa, y Melvyn Douglas". "En un momento –explica–, el personaje de Swanson le dice a su amiga: 'Es un caballero, pero no es un caballero'. Y pensé: '¡Diablos! Esa es la novela que voy a escribir'".

El escritor se lo pasó "muy bien" con esa parte de El tango de la guardia vieja "en que aparecen espías fascistas, el glamour…" y, aprovechando la publicación más reciente de La Guerra Civil contada a los jóvenes, apartó otra obra "que tiene que ver con el ajedrez" y parió una novela de personaje, una especie de anti-Alatriste que dará para saga: "Alatriste es un hijo de puta moral. Es decir, la vida le ha quitado grandes palabras, ilusiones, devociones, y lo ha dejado en un mercenario espadachín que, sin embargo, conserva una actitud moral ante la vida, una dignidad personal. Falcó es un sinvergüenza desde que era pequeño, no hay moral en él. Es un tipo simpático, golfo, sin escrúpulos, se te mete en la cama, te vende la torre Eiffel".

El gran desafío: conseguir que el lector aceptara al personaje, "que el hombre quisiera irse de copas con él a lo largo de 300 páginas, y la mujer meterse con él en la cama". Para eso, Pérez-Reverte aplica lo que él llama la "etiqueta R": "A mí, la vida me ha quitado muchas palabras, pero me ha dejado cuatro o cinco: valor, dignidad, lealtad, solidaridad y, a lo mejor, amor. Según. Con eso hago las novelas. A Falcó le he dado algunos de ellos para rehabilitarlo moralmente, para darle una proyección ética que permita que ese hijo de puta sea soportable".

La acción transcurre en la España de 1936, en los cuatro meses que siguen al levantamiento del 18 de julio perpetrado por el bando nacional. Al comienzo de la novela, nos sorprende un detalle:

LD: En la página 13, escribe "Generalidad catalana". ¿Es un detalle políticamente incorrecto? Ahora, lo que se lleva en los medios patrios es escribir Palau, Girona, etc.

APR: No, es un detalle real. No puedo aplicar la mirada del siglo XXI a cosas de los años treinta del siglo pasado. No puedo forzar la Historia ni la terminología. Es como poner un guardia civil en Cataluña en los años cuarenta y que se llame Jordi. No había ni uno. Si todo el mundo la llamaba "Generalidad", no la voy a llamar "Generalitat". Hay un rigor obligatorio en las cosas. Era consciente de que el mundo de esta novela es muy distante de este: los valores, los puntos de vista… hasta el feminismo. No podía falsear. Lo que he hecho ha sido traer a mis lectores de ahora la mirada de aquel mundo.

El paisaje que muestra Falcó ha sido retratado desde una posición crítica, lejos de dogmas, nostalgias de cartón y sentimentalismos populistas. Del mismo modo, por ejemplo, que se refiere a las "centurias falangistas que combatían de verdad", también habla de "patriotas de ocasión" que se afiliaban al Movimiento Nacional para ajustar cuentas. En el otro bando, también encontramos comparaciones similares: si bien hubo republicanos "decentes" que "están en la línea de fuego", también existieron los que "nunca dieron la cara" y asaltaron "las casas con el pretexto de buscar fascistas y arramblan con todo lo de valor que encuentran". La condición humana no entiende de sexos o ideologías:

LD: El personaje de Sánchez-Kopenick dice que todo se arregla con dinero, que en cuanto "oyen sonar un duro todos gritan ¡mío!… Parece mentira lo rápido que comunistas y libertarios le han cogido el gusto al vil metal". Eso se puede extender a todos.

APR: Eso no es de ahora, ni de España. Eso es la condición humana. Tampoco podemos ser injustos y atribuir a España lo que es un rasgo característico del ser humano, desde que tuvo el primer fuego en la caverna o el primer botín que repartir con su tribu. Es antiguo, es viejo. No es el panorama español lo que ha hecho surgir Falcó.

En Falcó, Pérez-Reverte reivindica a la mujer de la época –"Es un momento en que, aún, el nazismo y el fascismo no tenían mala prensa. Había gente honrada que creía que eran soluciones para un mundo caótico"–. El autor recuerda que hubo "mujeres comunistas y falangistas y requetés que tuvieron un papel muy destacado". "En momentos de crisis, catástrofes y grandes tragedias, y eso no me lo han contado, la mujer tiene unas reservas de coraje muy superiores a las del hombre. El hombre corre al esprint; la mujer, la maratón", añade.

LD: ¿Puede un ser humano encontrar el "clímax perfecto" en un paisaje hostil, "desolado como la vida misma", "sin pasado ni futuro" y liberado "hasta la pulcritud absoluta de cuanto no era útil para la inmediata supervivencia"?

APR: Hay gente que sí. Por eso incluyo la cita al principio de Dos Passos: "El infierno, en realidad, es un poderoso estimulante". Hay seres humanos que se quedan quietos y otros que se mueven. Hay hombres y mujeres a los que la aventura y el peligro les pone calientes. Falcó es de esos. Un tío que sigue jugando. Hay hombres para los que jugar es importante. Yo sigo jugando. Escribir novelas es como seguir jugando: ser pirata, ballenero, cowboy… Javier Marías, en otra manera de escribir, hace lo mismo. Para Falcó, la aventura es un estimulante. Le pone el peligro. Yo sé lo que es eso. Llegar al hotel por la noche y decir "nos han dado bien, pero aquí estamos". Sentirse así es muy singular. Falcó comparte esa manera de ver la vida.

En este ecosistema, Pérez-Reverte sitúa a una figura muy interesante:

LD: Escribe que los "verdugos inocentes" son los más peligrosos.

APR: También los he conocido. Un niño con un machete en África es lo más peligroso del mundo. La inocencia te lleva a la crueldad. Yo hablo de allí, no de aquí. Vivimos en un lugar falso, con un confort ideal. Esto es una ficción. Cualquier momento vienen las Torres Gemelas, terroristas, un tsunami o una gripe asiática, y nos demuestran que estamos equivocados. Allí, que es donde el mundo real transcurre, y Falcó lo sabe, un verdugo inocente es mucho más peligroso. Es el que hace el mal sin ser consciente de que lo hace o pensando que lo hace por un bien, por una idea noble. Y los he visto tantas veces. Todos los inocentes son crueles en su inocencia. ¿No os habéis fijado que los niños son los animales más crueles del mundo? ¡La vida los va llevando a lugares razonables, pero los mecanismos intelectuales psicológicos de un niño son de una crueldad y una honradez...! El problema está en que el honrado puede ser muy cruel. La honradez te hace ser cruel e implacablemente objetivo. El niño es muy honrado intelectualmente. Con esa lógica que tienen, los cabroncetes, te van a desmontar los argumentos…

En este sentido, Pérez-Reverte dice que Falcó "no es un hijo de puta al cien por cien" y destaca el "orgullo" del personaje: "El orgullo es una virtud; la soberbia es un defecto. La gente con orgullo, que equivale con dignidad, se levanta y pelea. Insisto: los he visto, no me lo han contado. Falcó, por no hacer, como decís ahora, spoilers, no actúa por ideas". "Es el héroe que a mí me gusta. Los otros no me los creo, no puedo. Los héroes que actúan por grandes palabras, por patrias e ideas, no me los creo. He visto siete guerras civiles y una docena más de las normales, y nunca he visto a una sola persona morir o combatir por la patria, la bandera o una idea", agrega.

Cuando quedan cinco minutos para que termine el encuentro, el autor vuelve al argumento del mundo ficción: "Sé que esto es falso, un decorado, que es Venecia. En cualquier momento, un tío puede decir 'Allahu Akbar' y volarse. Sé que la tragedia, la cruel simetría implacable de la naturaleza está aquí. Yo, de momento, estoy bien, pero sé que no puedo estarlo. Esa certeza se resume en una cosa. El día que descubrí que me iba a morir, con 20 años, en una guerra, cambió mi vida. La Humanidad sigue en dos grupos: los que saben que van a morir y los que no lo creen".

Finalmente, evita una pregunta sobre la polémica con Francisco Rico –"No sé de qué me hablas. ¿Qué es eso?"–, y sí que se moja a la hora de mezclar literatura y música con un nombre concreto:

LD: ¡La que se ha montado con el Nobel a Dylan! Usted escribió en un artículo que le gustaría nombrar a Joaquín Sabina académico. ¿Lo mantiene?

APR: Llevo años queriendo meter a Sabina en la Academia. Lo mantengo.

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