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Norman Ohler: "Al drogadicto Hitler le gustaba burlarse del borracho Churchill"

El III Reich fue el primer Estado que distribuyó drogas químicas a sus tropas como munición para derrotar a sus enemigos.

El III Reich fue el primer Estado que distribuyó drogas químicas a sus tropas como munición para derrotar a sus enemigos.
Adolf Hitler con el doctor Morell, su médico de cabecera. | Archivo

En muchas películas de Hollywood sobre la Segunda Guerra Mundial, incluso actuales, los militares alemanes aparecen tal como los deseaban los nacionalsocialistas: obedientes hasta el extremo, impecables en el uniforme, despiadados en la represión, infatigables en el combate, austeros en el descanso y el rancho…

Bastaba leer testimonios de las tropas y los oficiales de la Wehrmacht y las SS, así como de funcionarios civiles del partido NSDAP, acantonados en los países ocupados, sobre todo Polonia, Yugoslavia y la URSS, para saber que la corrupción era inmensa, y que los Übermenschen (superhombres) vendían a los Untermenschen (subhumanos) hasta armas, alimentos y bienes reservados para el esfuerzo militar. Ahora, parece que a ese retrato de avaricia hay que añadir la condición de drogadictos.

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Registro de Morell después de su detención, 1945

El escritor alemán Norman Ohler acaba de publicar un libro en el que describe la expansión de la drogadicción entre los alemanes fomentada por el III Reich. En una prueba de la fascinación que sigue causando todo lo relacionado con el nacionalsocialismo, el pequeño ensayo, editado en 2015, se ha traducido enseguida a los principales idiomas. A España acaba de llegar con el título de El gran delirio. Hitler, drogas y el III Reich (Crítica).

Que Hitler recibía inyecciones con drogas casi a diario de su médico personal, Theodor Morell (1886-1948), ya se conocía: le administraba atropina, enzimas, anfetaminas, metanfetaminas, testosterona, proteínas animales... Y también es conocida la adicción del mariscal del Reich Hermann Goering, sin duda responsable en gran parte del colapso de la Luftwaffe después de la Batalla de Inglaterra. Y en los años anteriores, en el Berlín de la República de Weimar, el consumo de drogas (morfina, cocaína…) era habitual.

Imprescindible para la 'blitzkrieg'

La aportación de Ohler consiste en que la droga fue un elemento capital en los éxitos y fracasos militares del III Reich, hasta el punto de que afirma que el Führer planeó la segunda campaña de las Ardenas, a finales de 1944, "bajo el efecto de la cocaína". A pesar de la oposición de algunos médicos, que avisaron de sus efectos, el consumo de metanfetamina (elaborada por los laboratorios Temmer y comercializada bajo el nombre de pervitina), ya popular antes de la guerra, se distribuyó a las tropas que intervinieron en la campaña de Polonia y, a gran escala, en la de Francia. Un Decreto sobre sustancias despertadoras, de 17 de abril de 1940, reproducido por Ohler, establecía su introducción en el equipo sanitario de las unidades militares. En su opinión, la metanfetamina sustituyó al nacionalismo de la Primera Guerra Mundial como el gran movilizador de los soldados.

PREGUNTA. Usted da una gran importancia a la pervitina (la marca bajo la que se comercializaba la anfetamina) suministrado en las campañas de Polonia y, sobre todo, de Francia por encima de la fuerza aérea, los blindados, la logística. ¿Cómo han recibido los historiadores su afirmación?

RESPUESTA. Varios historiadores como Peter Steinkamp (el historiador médico alemán más importante), Ian Kershaw, Anthony Beevor y Hans Mommsen han apoyado mi tesis. Quiero señalar que no es el único motivo por el que Alemania conquistó Francia. Yo describo cómo encajó la metanfetamina dentro de esta campaña; la estrategia decidida sólo funcionaría si los soldados no dormían durante tres días seguidos. También eran importantes la ruta por la que cruzaron las Ardenas, el modelo de tanques y su uso, el suministro de petróleo a los blindados… Pero los historiadores no han visto que uno de esos elementos imprescindibles para que diera resultado la estrategia alemana fue la metanfetamina. No es una explicación monocausal.

En la preparación de la campaña contra Francia, el Ejército permitió el uso oficial de la pervitina y, después de la victoria, la fábrica Temmer recibió una comunicación militar en la que se decía que la pervitina había sido decisiva. Así que el mando militar reconocía su relevancia.

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Los laboratorios Temmer en la actualidad.

P. Recientemente se ha publicado un libro en inglés, Shooting up, de Lukasz Kamienski sobre el uso de drogas y estimulantes en los ejércitos a lo largo de la historia.

R. Lo conozco. El autor me agradece en él que le enviara mis investigaciones mientras él escribía el suyo.

P. Kamienski escribe sobre el empleo del opio, del hachís, del alcohol… ¿Qué hace diferente la pervitina de los otros estimulantes?

R. La pervitina es una droga química, que se usa por primera vez, y es un compuesto de metanfetamina, que es la droga más potente del mundo; la tomas cuando estás deprimido y necesitas un empuje y en seguida ganas energía. Es cierto que no es nueva en tanto en cuanto siempre se han usado drogas, pero sí lo es que la Wehrmacht llevó este uso a un nivel superior.

P. En la Segunda Guerra Mundial, otros líderes como Winston Churchill y Josif Stalin eran alcohólicos y tomaban decisiones bajo efectos del alcohol. ¿Fue menos perjudicial para ellos esta adicción que la de Hitler a la metanfetamina?

R. Churchill llevaba toda su vida bebiendo; estaba muy habituado al alcohol y ya no le afectaba. En cambio, Hitler fue primero un abstinente y luego se hizo adicto; perdió el equilibrio porque tomaba alrededor de 80 sustancias químicas, hormonas, lo que era una locura. Es muy diferente de beber whisky. A Hitler le gustaba burlarse de Churchill diciendo que era un borracho y en cambio presentarse él como una persona sobria.

P. Usted describe a Hitler en sus últimos meses de vida, sobre todo después del atentado del 20 de julio de 1944, como "una piltrafa humana" y "aislado de la realidad". Hay muchos testimonios de gente que convivió con él, como Rochus Misch (Yo fui guardaespaldas de Hitler) que lo niegan, que afirman que no se le veía con el mono...

R. Puede que tratara de protegerle, porque reconoce que quería a Hitler como a un padre.

P. Y Hitler en su testamento, horas antes de suicidarse, muestra una gran lucidez: reconoce que el Estado alemán puede desaparecer y no sólo designa a su sucesor, sino que además a éste le nombra su Gobierno. ¿Es posible que alguien tan colocado y enfermo como Hitler pudiese ser tan consciente de lo que ocurría a su alrededor?

R. Aunque alguien sufra dolores físicos por la abstinencia puede tener la mente clara, de la misma manera que si ingiere drogas.

P. Al comienzo y al final de su libro critica como una herencia del nazismo que ha pervivido hasta ahora son el concepto y el vocabulario de "lucha contra las drogas". En su opinión, ¿las drogas, químicas o no, deberían ser legales?

R. Las drogas tendrían que ser aceptadas como parte de la realidad y, por tanto, reguladas. La "guerra contra las drogas" que se ha desarrollado durante tantas décadas no parece estar funcionando y creo que hay un riesgo de que los Estados la empleen como excusa para controlar a la gente más de lo que se debería. La política antidrogas es una política de poder y, en ocasiones, se opone a una sociedad democrática. El presidente filipino, Rodrigo Duterte, ha dicho que quiere matar a tantos drogadictos como judíos mató Hitler.

Creo que deberíamos detener la guerra contra las drogas y encontrar maneras más responsables de relacionarlos con ellas. Hasta ahora las drogas se han tratado desde principios políticos, morales y culturales. No hay razones para permitir el uso del alcohol y, a la vez, prohibir la marihuana, porque la investigación científica demuestra que ésta no es más dañina que aquel y además a muchas personas enfermas les ayuda la marihuana a soportar el dolor. En Alemania va a ser un asunto debatido en las elecciones de 2017.

Respecto a las drogas duras, soy partidario de que haya una regulación y, ya que se van a consumir, es mejor que se pueda comprar cocaína en una farmacia que en la calle. Otro argumento es que es preferible que sea el Estado el que saque dinero de este tráfico que los narcotraficantes.

P. A la vista del consumo de drogas que existía en la República de Weimar y su arraigo hoy, ¿las sociedades actuales fomentan, por su manera de ser, el consumo de drogas, de sustancias alucinógenas?

R. La vida moderna se aleja cada vez más de una manera de vida natural, pero como los seres humanos deseamos ésta recurrimos a las drogas para sustituirla, en vez de pasear por la naturaleza. Estoy convencido de que la vida moderna genera el uso de drogas.

P. Usted describe con crudeza los efectos del mono y la conducta del drogadicto. ¿Cómo conoce tan bien el mundo de la droga?

R. Crecí en Berlín en los años 90, en el mundillo de la tecnocultura, donde había muchas drogas. No las probé, pero conozco el ambiente. Además, para documentarme sobre los efectos que tenían las sustancias que tomaba Hitler y en las mismas dosis, hablé con amigos míos y con un farmacólogo. Por supuesto, no tomé todas las drogas que menciono en el libro porque, de lo contrario, no estaría aquí.

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