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Pedro de Tena

Unamuno: filofobia al periodismo

Era su fobia, pero, tal vez a su pesar, sentía al tiempo su atracción y su necesidad.

Muchas veces me he parado a reflexionar en lo terrible que es para la vida del espíritu la profesión del periodista, obligado a componer su artículo diario, y ese nefasto culto a la actualidad que del periodismo ha surgido. El informador a diario no tiene tiempo de digerir los informes mismos que proporciona..

Así se expresaba don Miguel de Unamuno en su ensayo Ciudad y Campo. De mis impresiones de Madrid, de julio de 1902. Era la fobia, pero, tal vez a su pesar, sentía al tiempo su atracción y su necesidad.

El periodista, oscilograma intelectual "plano"

La afirmación es de por sí inquietante, mucho más si se une al juicio general que le merece el periodismo como especie destacada de la fauna urbana:

Yo no sé si eso que llaman neurastenia será una enfermedad especialmente ciudadana; pero si no lo es, merecía serlo…Es lo que se dice cuando se afirma que en las ciudades se vive demasiado aprisa.

Contrapone el frenesí diario del periodista, inmerso en una enloquecedora muchedumbre, a la actividad lectora, estudiosa, reflexiva que da paso a las ideas. Fustiga en el periodista su apremio de la producción a jornal y su adoración del "espectro repulsivo del ídolo Actualidad". Lo satiriza de este modo: "¡El sempiterno suceso! ¡La devoradora actualidad! Todo anecdótico, todo fragmentario, sin que haya modo de sacar substancia ni contenido a nada". Todo lo que amargaba a Leopardi, recuerda.

Es más, elabora una teoría de oscilaciones en el espíritu que se produce entre dos estados: el de asimilación y el de producción. No quedan bien parados los periodistas en tal teoría porque la gráfica de sus oscilaciones tiende a la línea recta, esto es, a la nulidad de la actividad reflexiva que tiene períodos de meditación y de floración de ideas. Incluso en un curioso oscilograma cerebral representó en dos gráficos el concepto que pretendía desarrollar.

Para Unamuno, el estado mental de los periodistas es tal que adquiere la información y la produce a la vez, pero recibir, integrar un conocimiento y aportarlo de nuevo no es la misma cosa. Lo explica aún mejor: "A tal estado se acercan los desgraciados periodistas. Para un repórter, oír una noticia es darla; no reflexiona en ella. Se encuentra en la lamentable situación de un taquígrafo, que al levantarse la sesión de que tomó nota no sabe lo que en ella se trató". Esto es, tienden a una línea intelectual plana y a la monotonía.

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Por si fuera poco, añade un aspecto cómico a ese periodismo. Fundado en el uso para la higiene anal que se daba a los diarios, comenta en su Carta al amigo periodista que alguien próximo creía que la tinta de imprenta irritaba sus almorranas. Y añade: "Y he pensado si es que no hay una especie de almorranas cerebrales —o acaso intelectuales— a las que irrita la Prensa que entra por los ojos".

No denigra por ello a los profesionales del periodismo, al contrario. Cree inevitable tal "cerebralismo" plano en actividades similares. De hecho, él mismo reconoce que su tarea de traducir a tanto el pliego producía el mismo estado de ánimo, hasta el punto de que para entender el libro traducido tenía que volver a leerlo. Una consecuencia, pues, es clara. Hay periodistas – no generaliza-, que pueden escribir como un ángel, pero pensar como un bruto. En ese saco mete incluso a Jaime Balmes, del que dice era periodista - algo intelectualmente sospechoso para él -, mejor que filósofo.

Sobre la tumba de Costa, y a la más clara memoria de su espíritu sincero, Unamuno denunció haberse desatado y desbordado la "farándula periodística" por haberse escrito cosas que, de haberlas podido leer él en su sano juicio, habría deseado volver a morirse. Otro corolario.

El periodismo, pues, pierde de vista, constitutivamente, la totalidad. De hecho, "la literatura periodística y la producción de artículos sueltos, si bien ayuda a dar contradicción y viveza al estilo, nos acostumbra a fraccionar nuestras concepciones, a desligar cada punto de vista, para que por sí mismo sea comprensible, a arrancarlo del complejo orgánico de que forma parte". Menos mal que no alcanzó a conocer las infinitésimas partes de la totalidad en que dividen la actualidad las hoy dominantes redes sociales.

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Igualmente, cuando un pensador escribe artículos, columnas o piezas sueltas, esto es, hace las veces de periodista, renuncia a componer concepciones unitarias y de conjunto a fin de obtener extensión e inmediata. Por ello, Unamuno habla de la especial educación que los escritores que tienen que vivir de la pluma adquieren de la necesidad de tener que escribir en periódicos. "En vez de recogerse uno y meditar sus propias concepciones y las ideas que aprenda de otros y organizarías y tramar una obra orgánica y completa, se apresura a echar fuera lo que se le vaya ocurriendo", exclama con pena por dilapidarse en un artículo conceptos que podrían convertirse en obras de conjunto. Es decir, Unamuno quiere escribir, no para el día, sino "para siempre".

Contra el ombliguismo y el formalismo

Unamuno ya detectaba esa afición del periodismo aldeano a mirarse el ombligo. Así lo expresaba:

… donde la lucha por los garbanzos produce el atomismo, y la presbitocracia (gobierno de los viejos) el estancamiento. Todo es aquí cerrado y estrecho, de lo que nos ofrece típico ejemplo la prensa periódica.

Dicho de otro modo. Además de tener un oscilograma intelectual casi plano:

...los chicos, los oficiales y los maestros de esta falange cerrada, sobre que extienden el testudo de sus rodelas, y nadie la rompe ni penetra en sus filas si antes no jura las ordenanzas y se viste el uniforme. Es esta prensa una verdadera balsa de agua encharcada, vive de sí misma; en cada redacción se tiene presente, no el público, sino las demás redacciones; los periodistas escriben unos para otros, no conocen al público ni creen en él.

Para autocrítica de la profesión, Unamuno la considera invadida de literatura al por menor, llena de muletillas, de lugares comunes, de expresiones acuñadas. Ni a Galdós ni a San Pablo (autor de hojas volantes llamadas epístolas) ni siquiera a Menéndez Pelayo (periodista anti periodístico de a folio con ojeriza a los plumillas, autor de la Historia de los Heterodoxos españoles, "¡qué obra de periodista!") ni tampoco a Maeztu libró de la consideración de periodistas. Es más, los mejores periodistas, dice, no son sino literatos de cosas leídas, antes que, de cosas vividas, o eruditos metidos a periodistas, como Mariano de Cavia, ejemplo para él de independencia de espíritu e influencia política desde el periodismo.

Por ello, "la incapacidad indígena de ver directa e inmediatamente y en vivo el hecho vivo, el que pasa por la calle, se revela en la falta de verdaderos periodistas". Vamos, que el reportero es el "pinche de la redacción". Por eso, pedía para las redacciones menos formalidad y corrección y más fundamentalidad y dirección, "y, sobre todo, ¡libertad, libertad!, pero la honda, no la oficial". Así lo dice en Sobre el marasmo actual de España, incluido en su En torno al casticismo.

El "brillo enfático de barniz retórico o la ingeniosidad de un batido delicuescente" hacen del periodismo una formalidad desesperantemente obediente a ciertas normas que impiden pensar. Incluso a las normas gramaticales, lo que conduce a un lenguaje sin ambición. "A menudo se oye, sobre todo entre periodistas, esta frase: lo primero que hace falta para escribir es gramática. Es la alcahuetería de que se sirven muchos para eximirse de pensar. Con algo de filología, verdaderamente científica, se les curarían esos prejuicios gramaticistas".

Unamuno creía que, al contrario, no había:

institución más a propósito que la de la prensa para recoger el idioma vivo, el que en las calles y plazuelas, y en los cafés, y en los casinos, y en los campos se está formando día tras día, en labor incesante, junto al lenguaje hecho ya y consagrado, cultivado por arqueólogos, que no otra cosa son los puristas, y archivado en gramáticas y diccionarios.


Para él, la lengua, como las religiones, viven de herejías. No hay que temerlas porque no es fácil acabar con una lengua y en la lengua castellana la labor del periodista de verdad es la de agitarla y no ser sumiso con ella. "Los periodistas que han dicho más horrores de la Academia escriben como mansos corderos subscriptor y septiembre según Unamuno debería escribirse suscriptor y setiembre) y otros desatinos análogos y acuden al Diccionario como a código de última instancia". Por ello, consecuencia de la sumisión, el castellano perdía fecundidad, sin invención de voces nuevas o nuevos derivados. Claro que un periodismo hecho "con toda el alma" podría rehacer el lenguaje. Por ejemplo, "tangentear una dificultad".


El periodismo, necesidad, yugo y contradicción

Saludaba Unamuno la aparición de una hoja volandera de periodismo estudiantil en Salamanca, que posiblemente duraría lo mismo que duran las flores de la primavera. En junio, acabado el curso, adiós aventura periodística. Aun así, hay que hacerlas, decía, porque en su corta duración está su encanto. "Alguien os dirá, estudiantes, que no debéis ni escribir en papeles públicos, ni en público discursear. No le hagáis caso. Y el que tal os diga es que quiere deciros que no debéis manifestaros en público, ni por escrito ni de palabra en tal o cual sentido de doctrina". O sea, necesidad, libertad, expresión y poder. Unamuno ya subrayó en 1919 el carácter de cuarto poder de la prensa, el poder crítico.

Por ello, nada de escuelas oficiales de periodismo:

…hay quien habla de establecer escuelas o academias de periodismo, y no sé si de crear también un nuevo título académico: el de periodista. Por supuesto, yo, propietario o director de un periódico, admitiría en él al que tuviese cualquier otro título profesional: abogado, médico, farmacéutico, ingeniero, etc., pero de ninguna manera al que se me presentase con un título de periodista. El cual habría de ser una especie de título de maestro tintorero.

Unamuno, universitario y periodista de columnas al tiempo, "menester de menesteroso", creía que la prensa había creado al público que añoraba Larra. "La Prensa es la que más ha contribuido a hacer conciencia popular nacional…A la Prensa le compete la labor de aclarar los problemas públicos —públicos y populares—, de enterar de ellos al pueblo. ¿La cumple? En general, sí. La Prensa española es hoy una de las más honradas, de las más veraces (por encima de todos los amores se debe poner el amor a la verdad, dice en otra parte) y de las mejor enteradas". (El Sol, Madrid, 1932). En 1906, creyó a la prensa "órgano de la mentira, hija legítima de la cobardía, de la mentira política, de la mentira patriótica, de la mentira cultural, de la mentira religiosa: de la mentira política, ante todo".

La prensa, más que una productora de ideas, es una circuladora de ideas, un banco de ideas si se quiere, "sugiere, despierta el apetito, llama la atención, provoca al estudio". De hecho, creía que la prensa era la verdadera universidad popular si bien su público era rutinario, de convenciones hipócritas y habitualmente dogmático por lo cual a veces naufragaba en las sandeces. Pero, otras veces el mismo Unamuno creía que la prensa es un negocio y no una institución educadora.

Periodista, en el más bello sentido de la palabra es quien siente "la actualidad de las cosas que el tiempo va dando, en relación con su profunda eternidad". Por eso es escuela de novelistas al menos por un tiempo si trata pues de los hechos inscritos en la realidad profunda no de meros sucesos yuxtapuestos.

No es un hecho, es un suceso,
y es triste lo que os sucede,
porque no se hace, y no puede
por tal modo haber progreso.

Repórter ¿qué me reporta
tu reportaje? Son nuevas
que no me renuevan, pruebas
de lo que a nadie le importa.


Como ya subrayamos al principio, la actualidad es el yugo del periodismo que es, al tiempo, necesidad. "A medida que voy entrando en años me va hastiando más y más cada vez la prensa llamada informativa. Cada día aborrezco más las noticias y sobre todo eso que llaman actualidad", escribió en 1906. Y el mismo año, justificaba sus transgresiones diciendo: "¿Quién se opone a la publicidad? Y más si se ha hecho hombre público. ¿Quién resiste a la Prensa? Además, por mucho que se tenga la obsesión de la eternidad, hay que pasar por el yugo de la actualidad. ¿O es que lo eterno está fuera de lo actual? ¿Es que lo eterno es otra cosa que la sustancia de lo actual?" Lo dicho: filo y fobia hacia la prensa de este gran amante de la libertad cuyo lema fue preferir la verdad a la paz.

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