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'Holly y el arbusto': más que un cuento, una terapia

Niños con autismo han encontrado en esta historia escrita por Lola Walder e ilustrada por Enrique Quevedo al mejor aliado.

Niños con autismo han encontrado en esta historia escrita por Lola Walder e ilustrada por Enrique Quevedo al mejor aliado.
'Holly y el arbusto' | Azul & Eton

Abel es un niño con autismo bastante opuesto a dejar pasar a cualquiera a su mundo. Pero Holly, una perrita teckel, entró de lleno... y sus padres no podían creerlo. Gracias a este can, que protagoniza el cuento infantil Holly y el arbusto (Azul&Eton), Abel pinta, imagina, crea y, sobre todo, establece un vínculo con las personas que, hasta ahora, parecía inalcanzable.

Abel es tan solo uno de los niños con autismo con los que trabaja Enrique Quevedo, el ilustrador de este cuento infantil. "He colaborado con asociaciones en Sevilla y Córdoba y utilizan el libro en las terapias. Ver la respuesta de los niños es de las cosas más importantes que me han pasado relacionadas con mi trabajo", asegura el artista, medalla de oro en los prestigiosos premios Moonbeam Children’s Book Awards que reconocen lo mejor en literatura infantil publicada en Estados Unidos.

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'Holly y el arbusto'

Holly y el arbusto es la primera incursión en la literatura infantil de Lola Walder, que se inspiró en su propio teckel para recrear "la difícil amistad entre una perrita feúcha y un arbusto siciliano pretencioso", una historia que pretende "estimular la imaginación y la curiosidad de los niños". "Para mí, fue increíble descubrir que Holly había calado en niños con autismo. La pintaban, dejaban volar su imaginación", asegura Lola.

Es un cuento para pequeños y no tan pequeños. "Según la edad se puede sacar una lectura", dice Lola. Son unas cuantas páginas bellísimamente ilustradas en las que tienen cabida conceptos como la crueldad, el orgullo o el desprecio, pero también la confianza y la generosidad: "Los cuentos clásicos siempre tenían moralina. De alguna manera, el cuento tiene que enseñar algo a un niño".

La autora confiesa que escribir este cuento ha sido como "volver a ser niña" y ha supuesto un reto "hablar de fantasía pero hacerlo creíble".

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