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Rilke, el poeta que odiaba la música hasta la obsesión

Antonio Pau da las claves para entender la obra de uno de los poetas esenciales del siglo XX en lengua alemana en Rilke y la música (Trotta).

Rainer Maria Rilke prohibió que pusieran música a sus versos porque la poesía ya tenía la suya propia. Entendía la música como la destrucción, el arma de la desolación, un canto de sirenas del que hay que huir para no naufragar. El silencio, en cambio, era la contraposición a los insignificantes y vacíos sonidos.

La música es como una cárcel
en cuyo interior el alma se va volviendo lenta y acaba destruida.
(Música, 1899)

Era una animadversión sin control. Pero no era odio, era miedo. Rilke temía a la música. Creía que sus poemas solo podrían brotar de la soledad y del silencio. Siempre asociaba cualquier instrumento a un adjetivo peyorativo en sus obras. Convencido de estar llamado a culminar una tarea poética, la música era la cruel e insistente trampa que le alejaba de su meta. Llegó a retratarla en uno de sus poemas como una pesadilla infantil.

Yo era niño y soñaba mucho,
y aún no había conocido el mes de mayo
cuando un hombre y su lira
cruzaron nuestro patio.
Lo miré fijamente, y entonces, ansioso…
"Madre, déjame partir..."
Al primer son de la lira
algo se desgarró en mi. (1898)

Sin embargo, su última gran obra, Sonetos a Orfeo, está dedicada al dios de la música. ¿Qué o quién propició este vuelco?

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El escritor Antonio Pau nos introduce en esta trasformación sensorial que infirió de manera profunda en los textos del poeta austriaco. Su escritura estaba profundamente vinculada a su vida. Rilke y la música (Trotta) nos conduce por los caminos de animadversión hasta cruzar hasta la esfera de la admiración y el entusiasmo mediante una exhaustiva selección de cartas personales y poemas del austriaco.

Pocos escritores pueden adentrarnos de manera más certera y concienzuda en la obra y vida de uno de los poetas esenciales del siglo XX como lo hace Pau, experto en literatura alemana y autor de Vida de Rainer Maria Rilke. La belleza y el espanto (2012); Rilke en Toledo (1997) o Rilke, apátrida (2011). En esta ocasión, lo hace con la música como excusa. Analiza, desde este perspectiva, el fuerte carácter existencialista del autor, su sutileza y su particular sensibilidad, con anotaciones y explicaciones que suponen una lectura imprescindible para cualquier aficionado a la poesía.

Rilke nació el 4 de diciembre de 1875 en Praga, en el antiguo Imperio Austrohúngaro. Pertenecía a la minoría de habla alemana de este país, una particularidad que le propició un estilo alejado de cualquier otro autor de lengua alemana. También escribió en francés y ruso.

Siempre amigo del silencio y la soledad, un día "su obsesión desaparece". "La música, que era algo que había que mantener lejos, se convierte, agustinianamente, en el intimor intimo (lo más íntimo nuestro)", dice Pau. Ese trayecto arranca un 24 de marzo de 1900 durante una interpretación de la "Missa solemnis" de Beethoven. "Voces que parecen descender de los ángeles",piensa. Pero es tan solo un paso, una chispa que cala dentro pero que no rompe el temor hacia los peligros que creía encontrar. Aún cree que la música puede arrastrarle y dejarle sin sentido.

Antonio Pau explica como Rilke entendió la música en Toledo. Las lecturas de Fabre d’Olivet y los ángeles de El Greco le abrieron la puerta a ese conocimiento. En la iglesia mozárabe de San Lucas conoció que, según la tradición, cuando los feligreses no cantaban la "Salve", la cantaban los ángeles. Las estructuras musicales van penetrando en su pensamiento, aunque desde la esfera conceptual, no emocional. En ese plano llegaría, cómo no, una mujer —siempre buscó amparo y enseñanza en ellas— Magda von Hattingberg, pianista de profesión, con la que tuvo una apasionada correspondencia, y que logró que Rilke tuviera ya "ilusión por la música".

Dispuesto a dejarse invadir por los que hasta entonces habían sido "turbios ruidos", logró conmoverse por el clavecín de Wanda Landowska, asistir a las veladas musicales en el Castillo de Duino con los príncipes María y Alejandro von Thurn, o forjar una gran amistad con el compositor Ferruccio Busoni —cuyas teorías musicales entendió y compartió—. En esa última etapa escribió "muy bellos poemas en los que la música está presente", asegura Pau.

Antonio Pau. Rilke y la música. Trotta editorial.ISBN: 978-84-9879-665-0. 112 páginas. Fecha de publicación: noviembre 2016.

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