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Santiago Navajas

Blade Runner: la novela de la pérdida, la memoria y la muerte

No hay literatura de ideas como la de ciencia ficción. Novelas como '¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas?' deberían estar etiquetadas en las bibliotecas como una rama de la Ética y la Política.

No hay literatura de ideas como la de ciencia ficción. Novelas como '¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas?' deberían estar etiquetadas en las bibliotecas como una rama de la Ética y la Política.
Philip K. Dick | Cordon Press

Al principio del libro de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas? hay una dedicatoria a Maren Bergrud, una cita de Yates y una noticia de Reuters del año 66. Bergrud era la secretaria y amante del obispo Pike, una figura muy conocida y polémica del clero católico californiano. El hijo del obispo se había suicidado en 1967 y un año después también que quitaría la vida la propia Bergrud. La cita de Yates, por otra parte, dice:

Sueño aún que pisa la hierba, Caminando fantasmal entre el rocío, Atravesado por mi alegre canto.

Por último, la noticia de Reuters es bien curiosa:

Una tortuga que el capitán Cook obsequió al rey de Tonga en 1.777 falleció ayer, con cerca de doscientos años de edad. El animal, llamado Tu’imalila, murió en el jardín del palacio real, situado en la capital tongana de Nuku’alofa. Las gentes de Tonga consideraban como un jefe al animal, y se nombraban cuidadores especiales para atender sus necesidades. La tortuga perdió la vista hace unos años de resultas de un incendio. La radio tongana anunció que los restos de Tu’imalila serán enviados al Museo de Auckland, en Nueva Zelanda.

La combinación de la dedicatoria, la cita y la noticia nos da que pensar sobre la pérdida cómo gran motivo escondido tras la novela futurista. La pérdida, la nostalgia, la memoria y la muerte.

La acción de la novela transcurre en 1992 en lugar del 2019 de Blade Runner. Es casi imposible no (re)leer el libro escrito en 1968 sin tener en cuenta la película de 1982 de Ridley Scott, la cual actúa, de facto, como un referente de interpretación mucho más explícito que las mencionadas dedicatoria, cita poética y noticia de actualidad juntas. También en 1968 se estrenó 2001, una odisea del espacio, la única película de ciencia-ficción que le disputa a Blade Runner la primacía del género. El ambiente frío y analítico de la película de Kubrick será refutado años más tarde por la oscuridad sucia de la ciudad de Los Ángeles diseñada por Scott. Aunque ambas se articulan como sendas distopías sobre un apocalipsis inducido por el desarrollo tecnológico. Como muestra el caso de la inmortal Metrópolis de Fritz Lang o la multipremiada serie británica Black Mirror, el pesimismo tecnológico es muy fotogénico. Quizás son las perturbadoras imágenes de ambas películas las que pueblan las pesadillas de Stephen Hawking, el cual ha advertido contra el peligro de desarrollar máquinas inteligentes. Viendo a HAL 9000 y Roy Batty uno no puede menos que darle cierta razón.

No hay literatura de ideas como la de ciencia ficción. De hecho, todavía mejor que en las estanterías de ficción novelas como ¿Sueñan los androides con ovejas electrónicas? deberían estar etiquetadas en las bibliotecas como una rama de la Ética y la Política. Todo el universo Blade Runner, la novela y la película, gira en torno a este diálogo del libro recién comenzado

—No soy poli. —Aunque no había ajustado el mando se sintió irritado.

—Aún peor —dijo su mujer sin abrir los ojos—. Eres un asesino que trabaja a sueldo para los polis.

Y a estos dos apuntes, sobre androides más sentimentales que los propios humanos (y humanos más fríos que una lavadora centrifugando):

- Nunca he matado a un ser humano - dijo.

Su irritabilidad había aumentado hasta convertirse en hostilidad. (...) Ya junto a la consola, titubeó entre marcar el código del inhibidor talámico, que suprimiría la ira, o el estimulante talámico, que le irritaría lo suficiente para salir vencedor de la discusión.

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La novela de Dick es un cruce entre el distópico Huxley, el visionario Asimov y la oscuridad metafísica de Lovecraft para dar lugar a lo que el propio novelista norteamericano calificaría, tras ver la película de Ridley Scott, como "futurismo". Dick, con una generosidad que le honra, admiraba la película por encima de su propia obra "por lo crudo, detallado, auténtico y convincente que es" el ambiente que había creado Scott. ¿Qué otra novelista sería capaz de reconocer que "mi vida y mi trabajo creativo se justifican completamente por Blade Runner"?

En la elaboración de la película de Scott también se cruzó otro talento oscuro que contribuiría indirectamente al tono onírico de la misma, alejado del más realista y prosaico de la ficción de Dick. Y es que William Burroughs había publicado el guión para una adaptación de la novela de Alan Nourse titulada The Bladerunner. La deriva psicodélica con las drogas de Burroughs se traslada a un horizonte existencial donde la clave reside en la falta de sentimientos humanos en los humanos, mientras que los androides chorrean emociones por los ojos en forma de lágrimas que se confunden con gotas de lluvia.

"¡Emigra o degenera! ¡La decisión es tuya!". La Tierra está devastada tras una guerra nuclear pero su discreto encanto de "madre patria" impide que se vayan los que sienten el vínculo con el planeta como algo "originario". Y atrae a androides de todo el universo a la búsqueda del Paraíso perdido en su Génesis robótico. La referencia teológica no es meramente literaria porque en el universo descrito de Dick es esencial el "mercerismo", una variante del movimiento gnóstico que cree que "el mal puro pisaba el borde raído de la capa que cubría al anciano en su ascenso por la pendiente". En dicha religión "mercerita" el equivalente de los bíblicos enemigos de Dios eran los "Asesinos", término con el que se designa a los robots humanoides fugados, responsables de haber asesinado a sus amos, equipados con una inteligencia mayor que la de muchos seres humanos.

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Androide creado como tributo a Philip K. Dick, Chicago 2005

¿Sueñan las ovejas…? es el trasunto novelístico de la cuestión que haría famoso muchos años más tarde Daniel Goleman en su Inteligencia Emocional: son las emociones las que, en combinación con la inteligencia pero guiándolas, nos hacen humanos. Frente a una tradición filosófica racionalista en Occidente que prioriza la razón frente a los sentimientos, hasta llegar a anular estos últimos, Dick pone el dedo en la llaga de las emociones. Por ello, para tratar de distinguir entre humanos y androides se aplica un test que trata sobre ellas, el Voight Kampff, un remedo del test de Turing, que en el libro tiene un curioso sesgo español

—¿Qué es un cartel de una corrida de toros? —preguntó Rachael, interrumpiéndole de nuevo. (...) Al final, siempre matan al toro. —

Las referencias sobre la época concreta evidencian que los autores de ciencia ficción son mucho mejores tratando de adivinar lo que sucedería dentro de cientos o miles de años que a la vuelta de la esquina. Solo siete años antes de la caída del muro de Berlín sin embargo, en la novela de Dick hay referencias a la policía soviética y Leningrado. Y, de fondo, una reflexión sobre el desarrollo tecnológico en un contexto de economía de mercado que favorece una dinámica a favor de la inteligencia artificial

Seguimos el antiguo principio que supone la razón fundamental de cualquier negocio. Si nuestra empresa no hubiese producido modelos cada vez más avanzados de humanoides, lo habría hecho la competencia.

Precisamente una innovación de la IA que tanto aterra a Stephen Hawking y Elon Musk y que es una de las claves del ciberpunk, la literatura distópica sobre el desarrollo tecnológico, porque podría suponer en palabras del físico inglés "La inteligencia artificial augura el fin de la raza humana" y que es pronosticado en ¿Sueñan los androides...?

— Si incluyéramos a los androides en nuestro espectro de identificación empática, tal como hacemos con los animales...

—No podríamos protegernos a nosotros mismos.

—En efecto. Estos Nexus-6... Nos pasarían por encima y nos aplastarían.

Pero, sobre todo, el potencial filosófico de Dick se muestra en su diferenciación entre ser humano, por un lado, y ser persona, por otra. Ampliando el rango de esta última característica más allá de lo estrictamente biológico para convertirla en el sello distintitivo de cualquier entidad racional y emocional. Así, Rick Deckard, nuestro atormentado Blade Runner, decide someterse él mismo al test Voight Kampff, ya que duda si es humano o máquina. Pero mostrando en la misma duda que, indudablemente, es un persona:.

—Quiero hacerme una pregunta a mí mismo —explicó Rick—.

Santiago Navajas es el autor de El hombre tecnológico y el síndrome Blade Runner (Berenice, 2016).

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