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'Morir no es lo que más duele', la sombra del ahorcado

La escritora oscense debuta con un thriller que reflexiona sobre lo peor de la condición humana y la destrucción anímica de las víctimas.

La visión de un cuerpo inerte colgado por una soga que le comprime el cuello es difícil de arrancar de la memoria. Esa imagen perdura en el tiempo por más tierra que se intente echar encima. Cualquier palabra, sonido o persona puede ser el detonante para que regrese más viva que nunca. Esa visión le impactó a Inés Plana (Barbastro, Huesca), autora de Morir no es lo que más duele (Espasa) y por eso la usó para el arranque de su primera novela. En este caso, la sombra del ahorcado fue tan alargada que cubrió tres décadas. "El lector va a conocer la maldad y quizás le suscite una reflexión sobre la condición humana", explica la autora.

La novela arranca con la aparición en un bosque de Uvés –localidad ficticia de la sierra de Madrid–, del cadáver colgado de un hombre con los ojos arrancados. La única pista que halla la policía científica es un papel en el que están anotados el nombre y la dirección de Sara Azcárraga, una joven solitaria a la que se advierte frágil desde las primeras páginas. Ella no sabe quién es el muerto ni por qué llevaba sus señas en el bolsillo, pero este hallazgo sacude su presente y, sobre todo, su pasado.

La novela engancha por la aparente inconexión de los hechos y de los personajes, va generando curiosidad en el lector por lo imprevisible del relato. El personaje de Sara puede inducir al error, parecerse al cliché de mujer alcohólica de vida desordenada de otras novelas negras, pero cuanto más se sabe de su pasado, más fuerza coge y más atracción provoca.

El caso es asignado al teniente de la Guardia Civil Julián Tresser y al cabo Guillermo Coira, recién destinado a la policía judicial en San Lorenzo de El Escorial. Poco a poco, las pesquisas destapan misterios y mentiras que se remontan a décadas atrás. Por el camino, se van quedando muchas vidas rotas. "La vida es injusta. Es un regalo, pero nos somete a muchas pruebas. Con mis personajes, la vida se ha ensañado especialmente y les ha sometido a pruebas realmente duras", cuenta Plana, que también personifica la maldad que deambula entre nosotros: "Hay personas que nacen con la ira prendida en el cuerpo, con odio y deseos de violencia. Son personalidades anómalas, crueles y atroces".

El lector cuenta con más información que los personajes protagonistas. Incluso conoce al o los culpables con bastante antelación al final del libro. De hecho, se repiten en exceso las claves del caso en los distintos diálogos que mantienen los personajes. El suspense se mantiene buscando los porqués, los cómo y los ahora qué. "No he escrito una novela negra, sino una novela", dice Plana. "Escribí lo que me pedía en ese momento la historia. Hay muchas cosas más por descubrir que al culpable".

Inés Plana juega con las limitaciones de la memoria: de pequeños "la fantasía fabrica recuerdos que nunca existieron". Y con las verdades que no queremos escuchar: "A los malos recuerdos había que darles sepultura bajo tierra". Morir no es lo que más duele refleja la destrucción anímica de las víctimas a lo largo de sus vidas y abre un debate sobre el miedo al estigma. "Es algo que pasa hoy en día. Tal y como están las cosas, hay mujeres que por miedo a ser señaladas socialmente y al calvario judicial, prefieren no denunciar una agresión sexual. Se abre la puerta a la impunidad de los agresores", asegura.

A pesar de que la novela lleva apenas unas semanas en las librerías, la autora ya ha firmado la segunda parte: "La historia se resuelve en sí misma pero no así las vidas de los personajes. Voy a seguir con esas vidas, con el teniente Tresser".

Inés Plana. Morir no es lo que más duele. Espasa, 2018. ISBN: 978-84-670-5149-0. 440 páginas. 19,90 euros.

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