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Dragó y Ayanta. Y Akela y Naoko

Ya he leído el libro de Dragó y Ayanta. O debería decir de Ayanta y Dragó, porque he empezado por la parte de mi compañera, movida por la curiosidad malsana de la periodista. Quería saber más del nacimiento de su hermano Akela, que es el leitmovit del libro. O era, mejor dicho, porque a estas alturas deberíamos saber que con Dragó pocas cosas son lo que parecen.

Me dijo Ayanta ya hace unos meses que estaba escribiendo un libro con su padre, una carta a su hermano, que iba a nacer en los próximos meses. Y en esas estaba. En esas y en las funciones de teatro, los guiones de radio, los hijos que vienen y que van, las maletas, los líos en casa, los actores a los que dirige, los libros infantiles, los posts en el blog, las cartas de amor, los taxis de ida y los taxis de vuelta. En fin, su vida del día a día. Y encima un libro que escribir. 

–¿Y tú, padre? ¿Por qué no te aplicas el cuento? ¿A tu edad no piensas que lo que tienes que hacer es escribir y dejarte de hijos? (Ayanta a Dragó).

Así que, como me pasa con los periódicos, decidí empezar el libro por el final (o casi) y ver lo que opinaba de su nuevo hermanastrito, al que le lleva 43 años de ventaja. Una aventura. Sabía que ella había participado activamente en el parto (nos contó horas después de nacer Akela las agujetas que tenía, casi como de recién parida, porque ella lo era también un poco). Y en esas estaba, tratando de hurgar un poco en la vida de Ayanta, puesto que este libro es una invitación a entrar en su diario, sin llamar a la puerta. Esperar lo inesperable de Sánchez Dragó es fácil. Es un personaje en sí mismo. Hace años se paseaba con camisetas en las que se podía leer: "No soy Dragó". ¿Quién es, entonces? Creo que ni él mismo lo sabe, porque hay muchos Dragós. Ayer mismo estaba en el plató de Cuarto Milenio, convirtiéndose en trending topic. Y al día siguiente escribe una columna en El Mundo. Tan distintas facetas para la misma persona.

Ayanta Barilli me ha sorprendido. Ser hija de Dragó tiene que marcar, pero a simple vista me ha parecido una mujer normal, trabajadora, con algunos gustos peculiares, como todos (bueno, no todos: les diré que le gustan las habas crudas, y las toma como si fueran pipas). Sin embargo, nunca entendí bien qué tipo de herencia genética es la que el padre había dejado en la hija. Obviamente hay rasgos físicos, un gran interés por los viajes, un nombre extraño y un voraz instinto lector; pero lo que se ha revelado en este libro es una forma de contar las cosas fascinante. No soy objetiva, lo reconozco. Leer este libro es leer la agenda privada de una compañera, y me siento una cotilla. Tengo la sensación de estar enterándome de cosas que ella no me ha contado, y que le han pasado en un periodo bastante reciente. Todo lo que concierne a la concepción de su hermano Akela, la añoranza de su padre, la muerte de su madre, la (mala) relación con su padrastro, la llegada de sus dos hijos al mundo, sus aventuras en el teatro y el cine, el pormenorizado parto de Naoko... Tantas cosas que me sorprenden al tiempo, y que convierten a mi compañera en otra persona. 

El pasado viernes le dije que iba casi por el final, la parte en la que Naoko y Dragó mantienen una entrevista, digamos, sobre el nacimiento de su hijo. Y ella me preguntó: ¿qué te ha parecido mi parte? Le dije lo que pensaba: que era un tirón de orejas. En primer lugar, a su padre. Y en segundo lugar, a los lectores. Porque nadie puede conocer a una persona hasta que ella misma decide dejarle conocer su vida. Esto es lo que a mí me ha pasado, y entiendo que no a todo el mundo le ocurra lo mismo. 

Con Pacto de sangre he comprendido un poco más ese universo que componen Dragó y Ayanta, con todos sus satélites. Ahora los más cercanos son Akela y Naoko, pero también están los hijos de ella (Mario y Caterina), los hijos de él, las madres de los hijos de Dragó, los amores de Ayanta, los padres de Naoko, la familia política más lejana de Japón, y la más cercana de Soria. Un maremágnum de relaciones que convierte en certero el subtítulo de la obra: "Vidas cruzadas".

Si digo que es un libro extraordinario, lo hago conscientemente, porque está completamente fuera de cualquier orden natural. Es un libro que empieza con una carta (la de un padre a un hijo) y que termina con otra carta (la carta astral del nuevo miembro de la familia). Y lo que hay en medio... lo tienen que leer. Leer y ver, porque son muchas las fotos que aparecen (mas allá del morbo de las del parto, yo me quedo con una, la del Documento de No Identidad, que es la del DNI de Akela).

El Documento de No Identidad te despersonaliza. Ése es su objeto: convertirte en número, marcarte con un hierro indeleble, incorporarte al rebaño, enseñarte a balar, arrearte, controlarte. El pasaporte, sin embargo, nos será útil. Te será útil. Gracias a él podremos emprender la fuga.

Lo de que Akela se llama "como el lobo de la manada que acogió a Mowgli" lo dejo para otros programas. Yo me quedo con el perdón de una hija que a veces echa de menos a un padre.

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