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'Cara B'

Jerry Lee Lewis, el último (y verdadero) "killer"

Cara B repasa la trayectoria del genial pianista de rock y country, en activo a sus 77 años de edad.

Cara B: Especial Jerry Lee Lewis

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Cara B repasa la trayectoria del genial pianista de rock y country, en activo a sus 77 años de edad.
Jerry Lee Lewis | Cordon Press
​En las últimas décadas, y cada vez con más frecuencia, aparece una sentencia que, para aquellos que amamos la música, resulta tan ofensiva como fúnebre. Una letanía que reza: "rock and roll is dead". La frase en cuestión ha sido pronunciada por críticos, fans, e incluso músicos que, tanto en entrevistas como en las letras de sus propias canciones (y ya sea por arrogancia o con nostalgia), entierran al animal que cambió la música moderna para siempre: nuestro amado Rock and Roll. Y aunque la mayoría de los primeros iconos del género estén criando malvas, algunos pioneros siguen obsequiándonos con su música igual que en los años cincuenta. Uno de los más grandes responde al apodo de The Killer, y al nombre de Jerry Lee Lewis.
 
​Nacido en la pobreza, y criado al piano, Jerry Lee llegaba al sello Sun Records tras la salida de su contemporáneo Elvis Presley, y compartía casa de discos con Johnny Cash, Carl Perkins y Roy Orbison. Y mientras todos ellos se ganaban su fama de pie y con la guitarra, Lewis construyó su mito apretando las teclas de su instrumento (eso sí; lo hizo sentado, de pie, encima del mismo, e incluso prendiéndole fuego en plena actuación, según la leyenda): "este chico es al piano lo que Chet Atkins a la guitarra", espetó su padre a Sam Philips, amo y señor de la discográfica de Memphis. Y lo cierto es que se quedaba corto... de no ser así, no habría obtenido el sobrenombre de The Killer.
 
​A su estilo descontrolado había que añadirle la bomba de relojería que le llevó a la fama: una canción repleta de sexualidad, llamada Whole Lotta Shakin’ Goin’ On, que revolucionó tantas hormonas juveniles como las lujuriosas caderas de Elvis. Un éxito que Jerry Lee conseguía repetir con su canción Great Balls of Fire en el año 1957, logrando así ejecutar el himno por el que será recordado en la historia del género.
 
Y aunque su trayectoria quedó momentáneamente cortada al conocerse el matrimonio del artista con su prima adolescente (práctica no tan extraña en ciertas comunidades del sur estadounidense de la época), años después regresaba convertido en una estrella del country, y sin olvidarse en absoluto del rock and roll. Y ahí sigue a día de hoy (al igual que otros contemporáneos como Little Richard o Chuck Berry), repartiendo lecciones de música por los escenarios y demostrando que, pese a los malos augurios, el rock no ha muerto: sigue masacrando los tímpanos de quienes pretenden enterrarlo, guiado por los hábiles dedos de Jerry Lee Lewis.

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