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'Cara B'

'Drive', música en el asiento del copiloto

En Cara B analizamos la dimensión que cobra una gran película cuando se acompaña de la banda sonora adecuada.

Cara B: B.S.O. "Drive"

El audio empezará a sonar cuando acabe el anuncio

En Cara B analizamos la dimensión que cobra una gran película cuando se acompaña de la banda sonora adecuada.
Ryan Gosling en Drive

Cada año pasan por nuestras pantallas un buen número de historias que, sobre el papel, parecen ofrecer algo más que la inmensa mayoría. Claro que, cuando se transforman en imágenes en movimiento (es decir, películas de estreno), toda esa magia prometida en el planteamiento inicial desaparece. Así que no deja de ser gratificante que en este pasado año, suceda todo lo contrario con un título en cuestión: Drive, de Nicolas Winding Refn. Porque, sin desmerecer para nada al relato de James Sallis en el que está basada, la cinta despliega gran parte del potencial artístico del cine, y da a una historia arquetípica (tipo "historia de amor en una situación de soledad y conflicto") un aire refrescante en casi todos los ámbitos.

Por un lado, tenemos la estética, que nos remite tanto a los créditos de una Corrupción en Miami (la ochentera, no el desilusionante título firmado por Michael Mann), como a los títulos más líricos (y explícitos) de un David Lynch: Refn construye Drive como un cuento de hadas denso, oscuro y lírico a un tiempo, y por supuesto, narrado con extremo cuidado en el color y el movimiento. Pero nada de esto tiene sentido completo de no ser por el excepcional empleo de la música, tanto en las canciones incluidas en la obra como en la partitura original del film.

Comencemos con el score, firmado por un inspiradísimo Cliff Martínez, que sacude al espectador con un onirismo salvaje a golpe de electro-pop, con temas como Hammer o Bride of Deluxe. Un autor que, tras ofrecer trabajos enormes en títulos como Sexo, Mentiras y Cintas de Video, se inspiraba aquí en la música de Brian Eno en su época "ochentera" para bordar el homenaje en momentos clave para la película (por ejemplo, la secuencia del ascensor, que constituye uno de los puntos fuertes del metraje de la obra). El sintetizador se erige como el perfecto cómplice de una cámara precisa y poética al mismo tiempo.

En cuanto a las canciones utilizadas en el film, su selección es magistral desde el arranque, con el evocador y magnético Nightcall de Kavinski: una pieza sugerida por el montador de la película para uno de los inicios más prometedores de los últimos años en la gran pantalla. También destaca la labor de Johnny Jewel, tanto al frente de su banda Chromatics en Tick of the Clock, como firmando la naive Under your Spell para la formación Desire (un aire ingenuo reforzado en el A Real Hero de College). Sólo falta añadir a Riz Ortolani, compositor del subgénero cinematográfico mondo del que Tarantino también ha echado mano, aporta el toque nostálgico en Oh My Love, para completar el trabajo. Un ejercicio de perfecta sincronía entre música y acción, que sólo tiene lugar en las grandes películas: desde este punto de vista, Drive puede ostentar, sin duda, tal codiciada posición.

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