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Julio Iglesias, nueva gira "aunque ya no esté de moda"

Si no hay cambios de última hora ese "Tour" comenzará en el Teatro Romano de Mérida el día 22.

Si no hay cambios de última hora ese "Tour" comenzará en el Teatro Romano de Mérida el día 22.
Julio Iglesias en una imagen de archivo

Cuando llegue el verano, Julio Iglesias habrá cumplido 45 años en los escenarios desde que se subió al primero de su vida mediado el mes de julio de 1968 e, inesperadamente, resultase vencedor en el Festival de Benidorm con su canción La vida sigue igual. Ni él mismo se lo creía. Tembloroso, inseguro. Pero ganó. Unos meses antes se había fogueado en un "pub" londinense cantando rancheras y dulzonas melodías para los turistas, a razón de quince libras esterlinas diarias (menos de tres mil ochocientas, unos dieciocho euros actuales). Y, poco a poco, con ese tesón que nunca perdió, ha llegado a ser el artista de habla hispana más internacional. El mes pasado así se lo reconocían en Pekín, con un trofeo acreditativo a quien más discos ha vendido en nuestra lengua en todo el mundo, lo que le supone figurar en las listas del libro Guinness. Se barajan dos cifras (el asunto no es fácil de atestiguarlo con absoluto rigor), entre los trescientos y los trescientos cincuenta millones de copias. Un récord en cualquiera de los casos. Lo que emocionó sin duda a nuestro compatriota en aquellas lejanas tierras de China, donde volvía a actuar dentro de una gira mundial iniciada el pasado 1 de marzo en Rusia. Y que lo mantendrá dando tumbos este año por tres continentes. Exitazo fue su recital en Pekín. Y si ayer cantó en Singapur y pasado mañana en Taiwán, dará inmediatamente después un salto a tierras americanas, desde Guatemala a México. Y después, Europa.

Es natural que el paso del tiempo haga mella en los cantantes. Julio Iglesias no es una excepción y en su última gala en Shanghai hubo de recortar el tiempo de su "show" al fallarle la garganta. Lo achacó a un repentino enfriamiento. No es la primera vez. Recuerdo una de sus actuaciones nada menos que en la plaza de la sevillana Maestranza, mano a mano con Plácido Domingo en los fastos previos a la Exposición Universal de 1992. Interpretaban a dúo una canción cuando Julio soltó un sonoro "gallo" ante el perplejo tenor. Ya fue osadía atreverse a un dueto con una gloria de la lírica. Toda España pudo percibir aquel despropósito, pues la gala se retransmitió en directo por TVE. Concluida, pasé al camarín de Julio, intuyendo que estaría apenado por su sonoro fallo. Pero, no: lo encontré tranquilo y dicharachero conmigo. Por supuesto eludí comentarle el incidente y lo felicité, sabedor de que le halagaba que al final de un concierto sus amigos y conocidos se reunieran con él.

En junio volverá a España. Si no hay cambios de última hora ese "Tour" comenzará en el Teatro Romano de Mérida el día 22. Se barajan varias fechas en Madrid, desde donde se desplazará a Barcelona, luego a Santander, Logroño, Elche, Roquetas de Mar, Marbella... En fin: un paseo por diversas regiones, con una docena de bien pagadas galas. En las que, como recogía en su último disco, con seleccionados "números 1" pero con arreglos diferentes a su pasado musical, rememorará viejos éxitos de su mejor época. Reconoce que entonces –hace, ya decíamos, cuatro décadas y media- no tenía idea de cantar, era un párvulo de la música. Ahora, ya sabe ejercitar su voz, confiesa él mismo. Y, sin perder el norte, razona: "Sé que no estoy de moda. Mas sigo siendo popular". Eso no puede quitárselo nadie, desde luego. Hace tiempo que no graba piezas inéditas. Su repertorio actual se nutre, como decíamos, de títulos pretéritos. Pero, igual que ocurre en el mundo del cine, existen descartes, canciones que en su día no se comercializaron y las guarda la discográfica de Julio. Varios centenares que en el futuro pueden servirle para no recurrir siempre al ayer.

Coincide este dulce momento profesional del cantante madrileño con algunos chismes de crisis matrimonial, que él se ha apresurado a negar, con cierta ironía. Seguramente serán meros bulos sin fundamento. Miranda Rijusburger, su segunda esposa, con quien contrajo matrimonio religioso el 24 de agosto de 2010 , no suele acompañarlo en sus giras. Madre de cinco hijos, siempre ha sabido ser discreta, ocupando un segundo plano, sin interferir para nada en la vida artística de su famoso marido. Lo probable es que se reencuentren en verano en su mansión malagueña de Ojén, que compraron al torero Curro Romero. Y es más que posible que, unas semanas antes, dos de los chicos mayores presencien varias actuaciones de su progenitor en algunas capitales europeas.

Conociendo a Julio, por muy atento que esté a su vida familiar (y él ha reconocido no haber sido buen padre con los hijos que tuvo con Isabel Preysler) siempre antepone sus obligaciones profesionales. No le ha abandonado su antigua y pertinaz obsesión por el éxito. Es un perfeccionista en su trabajo. Nada le importa más que su carrera, a la que no ha puesto fin en un futuro próximo. Se olvida de los molestos dolores de espalda que de cuando en cuando le atormentan si en esos instantes ha de subirse a un escenario. Eso es lo que produce el mayor placer a este hombre que en septiembre cumplirá setenta otoños. Nadie podrá discutirle sus múltiples éxitos, sus mil seiscientos discos oro y platino, sus millones de dólares ganados en buena lid, que ha sabido invertir en misteriosos negocios, de los que no habla jamás con ningún periodista. Una vez me confesó sentirse solo, por mucho que esté rodeado de sus incondicionales. Se crece con los aplausos; se agiganta con cada récord adquirido, como este último del Japón. A lo peor tiene que pagar tarde o temprano el precio de algunos triunfadores. Recordando que en parte de sus letras ha vertido confesiones autobiográficas, ya hace tiempo que tituló así una de sus melancólicas baladas, cual víctima desamparada en busca de comprensión y ayuda: Me olvidé de vivir. Su obsesión es mantenerse en el mundo de la canción: "Si es posible hasta los noventa años". O sea: ¡tenemos Julio Iglesias para rato...!

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