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Charles Aznavour sigue cantando a los 90 años

Charles Aznavour, a sus 90 años cumplidos la pasada semana, continúa en activo.

Charles Aznavour, a sus 90 años cumplidos la pasada semana, continúa en activo.
Charles Aznavour, en 2002 | Cordon Press

Es un caso único en el mundo de la canción. Charles Aznavour, a sus 90 años cumplidos la pasada semana, continúa en activo. El próximo 26 de junio tiene anunciado un recital en el Liceo barcelonés. ¿Quién no recuerda sus éxitos de ayer, que millones de sus admiradores no han olvidado? "Adiós a la mamá", "Venecia sin ti", "La bohemia", "Buen aniversario", "Isabel", "Morir de amor", "Te espero"… Historias románticas con una poesía cotidiana. Me decía la última vez que nos vimos: "La canción francesa tiene una especialidad. Se basa en el texto. La música que lo acompaña, es un soporte. Le voy a decir una cosa: mis canciones hablan al corazón, a la mente… y a las piernas. Es la combinación más útil".

Menudo de estatura, ha sabido conquistar a varias generaciones de mujeres con unas melodías sentimentales que asimismo interesaban a los hombres. No hay en ellos atisbos de cursilería. Francés de nacimiento, vino al mundo en París el 22 de mayo de 1924 en el Barrio Latino, hijo de padres armenios, supervivientes del genocidio turco, quienes esperaban entonces obtener un visado rumbo a los Estados Unidos. Al chico lo inscribieron con los nombres de Shahnourh Varinag Aznavourian. La familia optó por quedarse en la capital francesa donde abrieron un restaurante en la calle Champollion con la ayuda de su abuelo, que había sido "chef" de cocina en la corte de los zares. Vivieron muchos años en una situación de pobreza. Para el futuro cantante aquella época no fue tan triste. Recordó siempre los días de música y risas en frecuentes reuniones familiares, en las que el abuelo tocaba el tar, instrumento tradicional perso-armenio. Parte de aquel tiempo lo evocaría en "La bohemia".

Charles Aznavour ayudó a los suyos actuando en cafés y teatros, a partir del día que escuchó una canción del mítico Maurice Chevalier. Los años de la II Guerra Mundial fueron todavía más duros para él y los suyos: trabajaba en lo que podía, vendiendo periódicos, traficando en el mercado negro… Formó ocasionalmente un dúo en 1941 con el compositor Pierre Roche y él mismo se puso a escribir canciones, que le valieron ser contratado para la editorial del ya acreditado intérprete Charles Trenet. Fue entonces cuando le estrenaron creaciones suyas nada menos que los ya triunfadores Gilbert Bécaud, Juliette Greco… y Edith Piaf. "La Môme" le tomó simpatía al conocer sus humildes orígenes y le propuso un trabajo. "¿Qué he de hacer con usted?", preguntó, interesado. Y ella: "Serás mi acompañante, mi chófer, mi compañero de borracheras". Aznavour aceptó en el acto. Fue de los pocos hombres del séquito de aquel "Gorrión de París" que no se acostó con ella. Se lo pregunté al propio Charles, quien me respondería: "Yo la admiraba desde muy joven. Estuve enamorada de ella ocho días. Que no fuera amante suyo me permitió en cambio ser muy amigo suyo. Sepa, querido amigo, que la amistad dura más que el amor. Tampoco fui amante de Juliette Greco. Ni de ninguna otra mujer de mi mismo oficio".

A Charles Aznavour le costó lograr el éxito como cantante. El público lo abucheaba, se mofaba de su cuerpo delgado, su talla mínima, su voz ronca, comparándolo con el lisiado Quasimodo. "Sólo le falta salir al escenario con una pata de palo", lo increpaban. Ayudado por Charles Trenet y sus muchos amigos, por fin en 1954, ya treinteañero, consiguió ser cabecera de cartel en el "Moulín Rouge". Al año siguiente era requerido por Bruno Coquatrix, empresario del "Olympia". Y desde entonces, ya no se bajó de la escalera de la fama que había perseguido con tanto empeño. Sus textos, con esa mezcla de melancolía y ternura, fueron llegando al corazón de millones de franceses hasta ser una leyenda en toda Europa. Siempre fue respetado en los Estados Unidos, donde sólo Chevalier había sido el único artista galo triunfador. Uno de los elogios que mejor retrataban al armenio lo expresó Jean Cocteau: "Antes de Aznavour, no estaba bien vista la desesperación".

A España vino muchas veces. Lo entrevisté en cuatro ocasiones. Me diría que estaba encantado de que sus letras fueran adaptadas a nuestra lengua por un poeta de categoría, Rafael de León. Me recordó otra vez la impresión que le causó escuchar en Buenos Aires a Miguel de Molina. Siempre ha sentido interés por nuestras costumbres, como el flamenco. Viajero por todo el mundo, se precia de haber grabado dúos con los más grandes: Sinatra, Paul Anka, Peggy Lee, Elton John, Liza Minnelli, Céline Dion, Carole King, Dean Martin, Plácido Domingo, Raphael, Julio Iglesias, Laura Pausini… También fue protagonista de varias películas notables: "Un táxi para Tobrouk", "El tambor de hojalata", "Diez negritos", "Las cuatro verdades"… Y me confió en mi último encuentro con él que había escrito una opereta, el texto de dos comedias musicales y una adaptación del "Ulises", de James Joyce. "Escribiendo me siento como en casa, muy contento". Por cierto: harto de que el Fisco francés entrara a saco con sus ganancias, optó por radicar hace una larga treintena de años su residencia en Suiza, donde con su tercera esposa, Ulla Thorsell, continúa residiendo. Padre de seis hijos (de los que viven cinco), lleva en su elenco a una de ellos, Katia, cantante que interviene en los coros y a veces canta algún dueto con él. A día de hoy lleva vendidos cien millones de discos. En 2011 le dieron por muerto en Internet. Se lo tomó lo mejor que pudo, anunciando que pensaba cantar con noventa años… y vivir hasta los cien. Lo primero, acaba de cumplirlo.

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