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En Madrid el 1 de julio

Viene Tom Jones

"El Tigre de Gales" cuenta 74 años y lleva medio siglo cantando.

"El Tigre de Gales" cuenta 74 años y lleva medio siglo cantando.
Tom Jones y su esposa Linda, en 1964 | Corbis

Veterano del pop británico, Tom Jones nos visitará dentro de unos días para actuar en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid el próximo 1 de julio. Hace tres semanas que cumplió setenta y cuatro años, de los que lleva cincuenta cantando. Quienes recuerden musicalmente la gloriosa y tantas veces mitificada década de los 60 seguro que recordarán algunos de sus mayores éxitos: "Its not unsual" (No es nada extraño), "What´s new, Pussycat?" (¿Qué hay de nuevo, Pussycat?), "To make a big man cry" (Un hombre llorará), "Green, green grass of home" (Verde, verde es la hierba de mi casa)… y sobre todo "Delilah".

Thomas Jones Woodward nació en un pueblo del País de Gales, hijo de un minero que cantaba en el coro de la iglesia. El muchacho no siguió la profesión paterna por culpa de una tuberculosis infantil. Lo que sí hizo fue entrar en el coro de la capilla, mientras transcurría su adolescencia envuelto en peleas callejeras. Con dieciséis años dejó embarazada a su novia de quince, Melinda Trenchard y hubo de casarse. Malviviendo en casa de sus suegros; trabajando de albañil y otros oficios similares, hasta que entró en un par de bandas rockeras, donde parapetado bajo el seudónimo de Tommy Scott imitaba sensualmente a su ídolo, Elvis Presley, moviendo su pelvis con absoluto descaro. Estuvo a punto de tirar su incipiente carrera por la borda al perpetrar un "gallo" durante una actuación. Su afortunado debut en una emisión local de la BBC le disuadió de ello al conseguir salir airoso de la prueba.

Marchó en 1963 a Londres con su grupo y tuvo la oportunidad de que los escuchara un importante productor que se convertiría en su "mánager", Gordon Mills, pero con la condición de que despidiera al conjunto. Nuestro personaje fue bautizado artísticamente como Tom Jones aprovechando el "tirón" de una película de aventuras picarescas que llevaba ese título, adaptación de la novela homónima de Henry Fielding, escritor del siglo XVIII. Se pretendía que el cantante galés fuera para el público femenino un seductor de aire desenfadado. Pero el primer disco que grabó pasó sin pena ni gloria, lo que desesperaba al joven veinteañero, preocupado en enviar dinero a los suyos. Estuvo a punto de suicidarse ante el negro panorama que se le presentaba. No le satisfizo, por ejemplo, ser una noche telonero de los Rolling Stones. La casualidad jugó a su favor cuando su representante le pidió que grabara una canción a ritmo de bossa nova, aunque con la particularidad de que tal vez no saliera al mercado con su voz: iba a servir para que la escuchara Sandie Shaw, intérprete femenina entonces en boga en Gran Bretaña.

Ocurrió que "la cantante de los pies descalzos" rehusó incluirla en su repertorio, lo que facilitaría que Tom Jones probara de nuevo suerte en unos estudios de grabación. El tema, que lo catapultó a la popularidad en pocos meses, incluso fuera de Inglaterra, fue "No es nada extraño". Éxito muy importante al que posteriormente seguirían los mencionados al comienzo del presente texto.

La baza de Tom Jones en el mundo del espectáculo de mediados los años 60 era su voz colosal, de elevada tesitura que competía con otros ídolos del momento, John Rowles y Engelbert Humperdinck, de los que se distinguía por su modo de presentar en el escenario, a la usanza de un macho pueblerino haciendo ostentación permanente de su físico, con movimientos pélvicos como decíamos de alto voltaje erótico para las damas, muchas de las cuáles no se recataban en lanzarle prendas íntimas a sus pies. En Barcelona, donde actuó por vez primera en 1965, dos policías tuvieron que conminarle a que rebajara sus gestos y no osara quitarse la camisa como pretendió.

Desde luego tuvo más libertad para sus excesos cuando se instaló en Los Ángeles con su familia, huyendo del Fisco británico que le apretaba las tuercas en sus finanzas. Ya era millonario y mostraba su felicidad en el rostro, a menudo apretando los dientes sobre un cigarro habano. En Las Vegas halló el escenario perfecto para sus juegos erótico-musicales ante una parroquia por lo general de gente madura, con señoras desinhibidas que hasta le arrojaban al escenario las llaves de sus habitaciones. Sus hazañas sexuales eran del dominio público, al punto de sumar al mote de hacía años de "El Tigre de Gales", otro más expresivo: "El semental", como la novela de la Collins. Una chica de Nueva York consiguió, tras un dilatado juicio, obtener una indemnización mensual tras demandarlo como padre de su hijo. Tan escandalosa vida puso su matrimonio en peligro, pero al convencerse de que el divorcio de Linda iba a salirle por un ojo de la cara… y parte del otro, prefirió serenar sus impulsos sexuales y pasar más tiempo con su mujercita en su mansión de Bel Air, que había pertenecido a Dean Martin, que luego cambió por otra más lujosa en Beverly Hills. Su hijo, por cierto, continuaba siendo su representante desde que años atrás falleciera Gordon Mills.

A todo ello, mediados los años 70, se produjo una decadencia del ídolo. Hasta un decenio más tarde no volvió a recobrar la popularidad. Se sometió a la cirugía plástica para recobrar algunos rasgos del pasado, eliminando papada, arrugas varias, grasas, cambiando de paso el cabello…Y hasta en 2010 grabó un disco de góspel y canciones espirituales arrepintiéndose de su ayer tumultuoso en amoríos. Si bien su voz ya no es como la de hace medio siglo, con su tesitura menos elevada, mantiene la fuerza suficiente para cautivar a la audiencia. Mezcla en su repertorio pop-rock, rhytm and blues, soul y baladas románticas. A España vino muchas veces. En una de ellas, media docena de periodistas lo esperábamos en el salón de un hotel madrileño de cinco estrellas, donde se alojaba. La cita era a las doce del mediodía y a la una de la tarde no había dado señales de vida. Hartos siempre de escuchar aquello de la puntualidad británica nos largamos, dejando suspendida la rueda de prensa a la que habíamos sido convocados. A mí me costó sufrir la venganza de su casa de discos en España, que mezquina e injustamente dejó de invitarme a sus presentaciones. Por lo demás, nunca tuve ojeriza a este "Hortera de Oro" que ahora viene a cantarnos sus nostalgias.

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