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Divertido, de calidad y aún vigente

Por qué la zarzuela no es un arte rancio

Quien no disfruta del "género lírico nacional" es, probablemente, porque no lo ha descubierto. Aquí va un humilde intento de desterrar prejuicios.

Quien no disfruta del "género lírico nacional" es, probablemente, porque no lo ha descubierto. Aquí va un humilde intento de desterrar prejuicios.
La zarzuela está de moda

El problema empieza desde la simple mención de la palabra "zarzuela": el que fuera el pasatiempo del pueblo y también el más fecundo y rentable durante un siglo se mueve actualmente entre el oscurantismo de la ignorancia y las suspicacias de los tópicos. Si bien han pasado largos años desde el último estreno grande del género, no por eso podemos considerarlo muerto. A continuación, una serie de motivos que explican la buena salud de la que goza y que a su vez son razones para adherirse al mismo. Porque no solo de mantones de Manila vive nuestra lírica.

-Es digno, es decir, es una forma artística con todas las de la ley. Lo de género chico no implica que sea menor –y, en cualquier caso, representa un subgénero de la zarzuela, no esta en su totalidad-: la música, el libreto, la puesta en escena, cuando se hace bien, pueden ser de altos vuelos. Indudables maestros como Granados, Falla o Rodrigo se atrevieron con ella. Y grandes nombres de la zarzuela, a su vez, como Chapí o Sorozábal, compusieron estimables obras sinfónicas. Por lo tanto, lo único menor, o pequeño, es la atención que se le suele prestar.

-Es actual: los problemas que ya obsesionaban a los españoles hace siglo y medio no han cambiado tanto. Se equivoca quien piense que la zarzuela consiste en peleas de chulapos en corralas madrileñas. Nada más lejos: hay crítica social y sátira política, se habla de prostitución, de emigración y de drogas. Para muestra, tres botones: el "Tango de Wamba", de El Bateo, cuyo discurso guarda semejanzas con cierto líder político emergente; el "Coro de repatriados" de Gigantes y cabezudos, tan conmovedor hoy día como lo fue en su momento, aunque las causas del exilio de tantos españoles hayan cambiado un poco; en cuanto a la "Polca de la dimisión", de El rey que rabió… habla por sí sola. Todas estas piezas pasan del siglo de antigüedad.

-Su oferta es variada y asequible: otro tópico es que siempre se programan las mismas obras, y aquí sí hay parte de verdad. En Madrid se han visto este 2014 las inevitables La verbena de la paloma, La Revoltosa y Agua, azucarillos y aguardiente. Pero también se han representado otros títulos menos trillados, algunos casi inéditos, en pequeños montajes, en conciertos –el tradicional de las Fiestas de San Isidro- o incluso al aire libre: una oferta capaz de satisfacer tanto a los aficionados como a los expertos. Fuera de Madrid hay menos donde elegir, claro, pero siempre hay compañías itinerantes, o se puede realizar una pequeña excursión a la capital. La gente lo hace con El Rey León, dicen. En cuanto a los precios, son igualmente diversos: el Teatro de la zarzuela, por ejemplo, ofrece jugosos descuentos a quien sabe encontrarlos.

-Es polémico: como buena expresión artística, a su calidad e interés se une una gloriosa capacidad para generar controversia –para los que están un tanto inmersos en el mundillo-. En la historia de la zarzuela hay envidias, rencores, plagios y autoplagios, pasiones desatadas, censura, grandes ovaciones –Nietzsche alucinó al descubrir en La Gran Vía un número dedicado a tres ladrones, la celebérrima Jota de los ratas- y enormes escarnios –durante un tiempo se ocultó el nombre de los autores hasta comprobar que la obra era bien acogida en la noche del estreno-. El ya mencionado teatro oficial del género contribuye, no sabemos si voluntariamente, a mantener vivo ese fuego: tan ecléctica es su propuesta anual que muchas veces se le acusa de "programar de todo menos zarzuela". Por no hablar de sus innovadores montajes: en un entreacto de la fenomenal Curro Vargas, de este 2014, pudo escucharse a alguien que decía ser descendiente del compositor y que comparaba enérgicamente la puesta en escena con una… palabra que gustaba a Fernando Fernán Gómez.

-Es internacional: lo fue en su apogeo –triunfaba en Latinoamérica, se traducía a diferentes idiomas- y aún sigue llamando la atención fuera de nuestras fronteras. Artistas del calibre de Teresa Berganza y Plácido Domingo han ejercido de orgullosos embajadores, siempre incluyendo alguna pieza del género en los repertorios que han paseado por todo el mundo. Asimismo, numerosos montajes han recorrido los escenarios de varios continentes. Lima tiene una compañía propia, y el Jarvis Conservatory, en Napa (California), representa numerosas obras, manteniendo el libreto en el idioma original, y hasta las comercializa en DVD.

-Es hipster. Han leído bien. En unos tiempos en que todo es reivindicable y que lo caduco pasa a ser retro y de ahí a vintage, la zarzuela amenaza con volver a ponerse de moda. De hecho, el público que asiste a estos espectáculos se compone básicamente de dos tipos: matrimonios de la tercera edad, los aficionados por excelencia, y gente joven, cada vez más, que a través de sus gafas de pasta perciben el atractivo de un género que, de tan antiguo, es hasta moderno. Todo apunta a que cada vez más transeúntes del populoso barrio de Chueca empiezan a conocer el origen de ese bautismo.

Aprovechen el inicio de las nuevas temporadas para probar suerte en el género. Lo dicho: a lucirse, a ver la verbena… y no hay por qué meterse en la cama después.

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