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La vida de Carlos Gardel sigue siendo un misterio

El rey del tango murió trágicamente hace 80 años.

El rey del tango murió trágicamente hace 80 años.
Carlos Gardel | Archivo

El 24 de junio de 1935 se estrellaba en el aeropuerto de Medellín, Bogotá, un avión en el que encontró la muerte el más popular de los cantantes de tangos: Carlos Gardel. Un gran mito. Lo extraordinario de su figura es que todavía no exista una biografía fidedigna sobre él, de las innumerables que se han publicado. En los últimos tiempos se ha desvelado la especie de que ni era francés ni tampoco argentino, sino uruguayo, hijo de un rico hacendado. Abunda la teoría de que vino al mundo en Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1890, de madre soltera, Berthe Gardés, inscrito como Charles Romuald Gardes. Ambos emigraron a la Argentina dos años y pico después. Pero lo que varios estudiosos han descubierto es que quien es considerado el rey del tango no era aquel niño francés, luego nacionalizado argentino, sino el fruto de las relaciones incestuosas del coronel Carlos Escayola con su hija María.

Hay fuentes que discrepan sobre la identidad de la madre, asegurando que era una cuñada de aquel jerarca, quien oficialmente contrajo matrimonio en tres ocasiones… y todas ellas con tres hermanas: el primero en 1868 con Clara Oliva, con quien tuvo dos hijas. Viudo, contrae nuevas nupcias con la hermana de aquella, su cuñada Blanca, que le dio seis retoños. Finalmente, al enviudar de nuevo, se casó con una tercera hermana, María. Al parecer, con ésta, siendo menor de edad, de trece años, había mantenido amores extramatrimoniales de los que nació un bebé.

Estando casado en esas circunstancias con Blanca Oliva, incluso acostándose de vez en cuando con Juana Sghirla, su suegra, y para no dar un escándalo (lo que dado su curriculum sexual no deja de ser un sarcasmo) decidió entregar en adopción el niño, tras darle su apellido, a una conocida suya. Se trataba de una fulana que ejercía su profesión en un cabaré, La Rosada, frecuentado por el señor Escayola, aunque por el día ella disimulaba haciéndose pasar por planchadora. ¿Saben quién era? La francesa Berthe Gardés, la que en miles de referencias enciclopédicas aparece como madre biológica del futuro Carlos Gardel. Todo aquello se produjo en la localidad uruguaya de Tacuarembó, aunque no ha sido posible fijar la fecha. Según testimonio del sobrino-bisnieto del cantante, Gonzalo Vázquez Gabor, pudo ser alrededor de 1884. Por supuesto, la tal Berthe Gardés, percibió un buen dinero del señor Escayola. Luego se quedó embarazada de un linotipista, que trabajaba en una fábrica propiedad del rico uruguayo. Y éste le pagó el pasaje para que fuera a dar a luz a su país natal, concretamente a Toulouse. Es allí donde tiene al tal Charles Romuald, con lo que iniciamos el relato. Y aquí es donde ustedes se harán la pregunta: ¿qué tienen que ver los dos niños mencionados y realmente cuál de ellos fue el cantante tanguero?

Primero, siguiendo esta complicada historia, Berthe Gardés, antes de irse a Toulouse (para luego volver a Montevideo) dejó al hijo del señor Escayola con una compatriota, llamada Anais Beaux. El niño respondía al apelativo paterno, Carlos. Convivió con la tal Anais y su marido unas temporadas para luego ser de nuevo cuidado por Berthe Gardés. La adolescencia y primera juventud del muchacho fue movida, primero en la capital uruguaya y después en Buenos Aires: trabajó como tramoyista, comparsa teatral, aprendiz en una fábrica de cartones, de joyero asimismo, tipógrafo, albañil… Llegada la edad, hubo de obtener su identidad, que logró en 1902, es decir supuestamente ya con dieciocho años, acreditándose en el Registro Civil de Montevideo como Carlos Escayola. Pero en los años posteriores fue detenido en varias ocasiones, por vagancia y una de ellas acusado de estafa.

Charles Romuald Gardés

Es la época en la que para salir del atolladero usurpó la identidad del hijo francés de su madre adoptiva, la repetidamente citada Berthe Gardés, figurando así como Charles Romuald Gardés (apellido que finalmente trastocaría en Gardel, españolizándolo, si así se nos permite). El cantor nunca quiso revelar quiénes eran sus verdaderos padres. Sólo hablaba "de su viejita", de Berthe, la que sin duda alguna lo crió. Trabajando como ayudante de cocina en la fonda del Hotel Español, en Tacuarembó, aprendió a tocar la guitarra. A comienzos del siglo XX es cuando viviendo en Buenos Aires frecuenta los bares y cantinas alrededor del mercado de Abasto.

Lo apodaban El Porteño, El Morocho, El Zorzalito. Y a partir de 1911 es cuando encuentra a Razzano, forma un dúo y comienza su carrera profesional de cantor, quien ya como solista en la década de los 20 triunfa como Carlos Gardel llevando sus tangos, que compone él solo o con la colaboración de su entrañable letrista Le Pera, a París, desde donde ese género surgido en los arrabales bonaerenses salta a los mejores salones. A España vino por primera vez en 1923, volviendo en 1929.

Carlos Gardel hizo testamento ológrafo el 7 de noviembre de 1933, donde consta que era uruguayo, de Tacuarembó, naturalizado argentino. Ya había muerto, digamos de paso, aquel Charles Romuald Gardés. Y cuando el cantante encontró la muerte en Medellín, su apoderado Armando Defino se apresuró a cobrar la herencia en nombre de Bertha Gardés, ya anciana (a la que Carlos veía muy de tarde en tarde), quedándose él con la mayor parte del botín. Enterado Razzano, aquel que hizo dúo con Gardel, amenazó a Defino con denunciar el testamento, donde falsamente se decía que Carlos era hijo de la francesa y a cambio de su silencio obtuvo los derechos de autor de gran parte del repertorio musical del cantante. Hubo otros testigos falsos que cooperaron en tamaña trapisonda. Hemos condensado al máximo este embrollo. Pero hay una lista de autores uruguayos (Bayardo, Ostuni, Londoño, Couitiño y Martina Íñiguez sobre todo) que con la autoridad de sus largas investigaciones sostienen cuanto hemos contado. En lo esencial, que Carlos Gardel no era ni francés, ni argentino, sino del pueblo uruguayo de Tacuarembó, hijo adulterino de un cacique.

Aunque lo que más importe siga siendo que sus viejos tangos ("Volver", "Adiós, muchachos", "Mi Buenos Aires querido", "Sus ojos se cerraron", "Por una cabeza", "Melodía de arrabal", "Tomo y obligo", "Caminito"…. y tantos otros) continúan en la memoria de varias generaciones, cuando se cumplen ocho décadas de su muerte.

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