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El mito de Antonio Vega

Reeditan el disco No me iré Mañana, cuyo legado permanece intacto.

Reeditan el disco No me iré Mañana, cuyo legado permanece intacto.
Antonio Vega | Archivo

Cuando nos planteamos la importancia de un artista, podemos caer en el error de mitificarlo sin más, dejando de lado una valoración crítica y recordándolo más por su recuerdo que por su obra. Cuando recordamos los años de la llamada movida, esta circunstancia se produce con más frecuencia de lo habitual. No obstante, existen iconos que merecen un recuerdo especial, dada su importancia artística y, en este caso, musical. Uno de estos iconos es, sin duda, Antonio Vega.

Diferente al grueso de sus contemporáneos desde el principio, Antonio escribió canciones dentro de Nacha Pop (formación en la que compartía protagonismo con su primo Nacho García Vega) que le ubicaban en un escalafón diferente al resto de compañeros de generación. La más conocida de ellas, aquella "Chica de Ayer" que sigue tan viva como el primer día, le ayuda a llamar la atención de crítica y público, en un ejemplo de su individualidad compositiva que servirá como punto de referencia para posteriores generaciones de artistas. Las metáforas y el simbolismo comenzarán a aparecer en algunos de los trabajos dentro de la banda, y tendrán su continuación lógica en su primer esfuerzo en solitario, No me iré Mañana, de 1991.

Uno de los grandes aciertos del álbum consiste en conjugar, de manera natural, los aspectos más intimistas de su obra con el pop algo más convencional, en una transición maestra entre las décadas de los ochenta y los noventa: así, el autor que ya daba muestras de talento en temas como "Lucha de Gigantes", emerge con un poder evocador en solitario, que marca el camino a seguir por aquellos que quieren desmarcarse de la ostentación y el ambiente de años anteriores.

Como apunte, hay que remarcar que, si bien sus adicciones le alejaban de una regularidad a la hora de entrar a grabar, no le impidieron dar los toques necesarios para realizar una de sus obras más redondas, ni tampoco le quitaron la capacidad para rodearse de profesionales y sonido esenciales para el buen funcionamiento del disco. Las guitarras suenan inmensas (en un álbum donde hay incluso un tema llamado Guitarras), con una producción muy acertada de Carlos Nerea y Nigel Walker.

Dentro del tracklist del disco original, nos encontramos con un directo arranque, declaración de intenciones del autor, en "Háblame a los Ojos", tan poética como amable su continuación, "Esperando Nada". El trueno suena una vez más con "Lo Mejor de Nuestra Vida", desgarradora composición a la que acompañan naturaleza y reflexión en canciones como "La Última Montaña" o "No Me Iré Mañana". De todos modos, el plato fuerte está en "Se Dejaba Llevar por Ti", fantasma de la drogadicción y la necesidad que perdura en el oído de cualquier aficionado a la música pop de este país: un tema imitado, versionado y repetido hasta la saciedad, lo cual no ha mermado su poder en absoluto. Un sentido recuerdo para su gente queda reflejado en "Mis Dos Amigos", otro de los diez cortes del disco original.

Ora, 25 años después de su lanzamiento, tenemos la oportunidad de disfrutarlo en formato de lujo, con una edición que incluye ensayos y demos de algunos de estos temas en su forma más primigenia, así como el concierto de presentación del disco en la sala Universal Sur de Madrid. Gran cantidad de fotografías inéditas y entrevistas a los implicados en este gran trabajo redondean el paquete, un regalo en todos los sentidos que da cuerda una vez más al mito. Uno de esos mitos que están totalmente justificados.

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