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Charles Aznavour, a sus 92 años, no quiere jubilarse

El más veterano de todos los cantantes del mundo actúa este martes en Madrid. 

El más veterano de todos los cantantes del mundo actúa este martes en Madrid. 
Charles Aznavour, durante una actuación. | Cordon Press / Archivo

Desde hace un par de meses se anuncia en las paredes de algunas calles madrileñas la próxima actuación de Charles Aznavour, en el mismo lugar donde lo hizo dos años atrás, el Palacio de los Deportes. Será el 31 de enero. Es el único superviviente de la canción francesa, que entre los años 40 y 60 del pasado siglo tuvo a los mejores poetas-cantantes de ese tiempo, a saber: Charles Trenet, George Brassens, Jacques Brel (belga), Yves Montand (italiano, luego nacionalizado francés), Gilbert Bécaud, Edith Piaf (que también componía, de vez en cuando), Jean Ferrat, Leo Ferré… Y él, un parisiense nacido en el hogar de una familia armenia, que había huido de su atormentado país tras el genocidio ocurrido. Charles Aznavour me dijo, en una de las varias entrevistas que sostuve con él a lo largo de los años, que iba para actor, y ciertamente intervino en unos cuantos filmes de cierta importancia. Pero también le gustaba escribir y compuso letras para que las cantaran otros. Trenet lo animó a que las interpretara él mismo y así lo hizo a partir de 1954, con su afortunado debut en el mítico Olympia. Lleva, por tanto más de seis decenios en los escenarios, sin dejar de componer. Tiene material como para grabar de una misma tacada tres discos, pero dadas las penurias de la industria actual, prefiere hacerlo poco a poco. Sus últimas grabaciones han sido Encore y Aznavour Live.

Con su físico, menudo, nada agraciado, no ha tenido jamás complejo alguno. Se lo insinué, sonriendo, sopesando que gracias a su fino humor no iba a enfadarse conmigo: "No, nunca me ha preocupado eso. O, si me apura, de joven quería ser guapo, lamentaba no ser bello, la verdad. Luego he llegado a la conclusión de que lo importante no es eso. Se puede envejecer bellamente". Es su caso. Porque a sus noventa y dos años –cumplirá uno más en mayo– afirma rotundamente que no se jubila, que tiene cuerda hasta los cien, meta que se impone para su retirada. Mientras tanto dice que sigue trabajando, que de otra forma se sentiría hombre muerto: "Hay que seguir aprendiendo todos los días", le ha dicho una hermana suya, con lo que está absolutamente de acuerdo.

Las canciones de Aznavour van directamente al corazón. Muchas también a la mente. Bien letras sobre infidelidades, celos, amores tortuosos, como la que estrenó en 1970, valientemente, sobre la homosexualidad: "Comme ils disent". Y otras han merecido la atención del último discutido premio Nobel, Bob Dylan, que incluyó en su repertorio The Times We´ve Known. Han sido muchos los colegas de Charles Aznavour quienes han interpretado con gusto sus creaciones, uno de los primeros su antiguo colaborador y amigo, Gilbert Bécaud. Aznavour mantiene que la generación de autores a la que pertenece dio más importancia a la letra, a las historias, que a la música que las acompañaban. Cuando le pedí que me dijera cómo se consideraba él mismo, artísticamente, respondió de este modo: "Soy un aventurero de la canción, un explorador. Agradezco a la vida haber pasado tantas tribulaciones, tantos amores desgraciados. Y así se ha forjado mi personalidad. Estoy contento de cómo soy".

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Y no es para menos porque con su talento, su tenacidad, su arte ha llegado a vender más de cien millones de discos en todo el mundo, correspondientes a trescientos álbumes registrados en francés, inglés, español, italiano y hasta una ocasión en ruso. Mil doscientas canciones forman su repertorio. Su voz ya no es la misma, desde luego. Pero él dice que por encima de todo está su verdad, que canta con el sentimiento. Y en esa línea no dejará de interpretar aquellos éxitos ya clásicos: "La bohemia", "La mamma", "Venecia sin ti", "Y por tanto"…

"Soy una especie de filósofo si se me juzga por mis letras, cuando soy realmente un hombre sin estudios". No puede ser más sencillo. Y muy comprensivo, de gran tolerancia, empezando porque cuenta que su mujer es protestante, tiene un hijo ateo, y un nieto que es judío. "Suelo decir que los míos son una especie de familia Benetton". Apenas sonríe rara vez como no sea con sus amigos pero posee un afinado sentido del humor. Un ejemplo, cuando se le pregunta por las ventajas de ser un hombre popular: "En ese caso de ser conocido es que si un señor llega a su casa y te descubre con su mujer en el dormitorio no pasa nada". Le faltó a Charles Aznavour que si eso puede sucederle sería de agradecer que le firmara un autógrafo al comprensivo cornudo. También, irónico, apunta que el escenario sigue siendo para él como una amante… a la que no tiene que pagar. Y encima cobra un buen dinero, añadimos.

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Una banda compuesta por piano, acordeón, bajo, guitarra, batería y dos teclistas lo acompañan habitualmente en el escenario. A veces, también su hija Katia, que es cantante aunque no tenga una carrera tan brillante como él. Los padres famosos eclipsan generalmente a los hijos que quieren sucederles. Con las excepciones que se quieran, por ejemplo, Enrique Iglesias y su padre. En Madrid, Charles Aznavour comenta sentirse "como en casa". Lo único, aunque entiende español, lo habla un poco y canta en nuestro idioma sin problemas, es que subraya que hablamos muy rápido. Le gusta el flamenco. Hoy por hoy es el intérprete más longevo en activo. Ya sólo por eso hay que respetarlo.

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