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"¡Ah! ¡Cómo echo de menos ser golpeado!": Leopold Sacher Masoch

Dos autores separados entre sí por un siglo definen dos prácticas sexuales, opuestas y complementarias conocidas como el sadomasoquismo. Su origen.

Leopold Sacher Masoch fue un escritor de relativo éxito que ha pasado a la posteridad por ser quien dio nombre, con su apellido, a una de las parafilias sexuales más conocidas y, quizá, más comunes: el masoquismo. Un siglo antes, otro escritor, que no era marqués, como se cree, sino conde, y que confundía la delincuencia con la filosofía, dio nombre, también con su apellido, a otra parafilia: el sadismo. Con el tiempo se asociaron los dos conceptos, no podía ser de otra manera, y fue así cómo el buen Sacher Masoch acabó relacionado con el malvado Marqués de Sade, puesto que inspiraron un híbrido que hoy está de moda: el sadomasoquismo.

Es curioso que hayan sido dos autores separados entre sí por un siglo los que definan estas dos prácticas sexuales, opuestas y complementarias, en las que la víctima y el verdugo comparten en morbosa simbiosis la erotización del dolor. Lo cual corrobora la sospecha de que no hay que fiarse nunca de un escritor.

La estética BDSM alimentada por Madonna y otras estrellas menores, las ventas millonarias de un libro mediocre como 50 sombras de Grey, los éxitos de taquilla de films que abordan dicha temática, las grandes firmas de moda y las cada vez más numerosas colecciones de juguetes eróticos para amas de casa -integradas por fustas, mordazas, antifaces, corsés y vertiginosos zapatos de aguja- son la prueba de que no decae el interés de un público aficionado, en la intimidad de sus fantasías sexuales, a algunas de estas prácticas. Otra cosa es que casi nadie se atreva a confesarlo.

Rodaje de 'La Venus de las pieles'

El cine de autor se apunta a la tendencia masoquista con Roman Polanski. Talentoso y controvertido director de cine, famoso entre otras cosas por un turbio escándalo sexual, estrena La Venus de las pieles, obra cumbre de Sacher Masoch, en la versión de David Ives para la escena. Protagonizada por Emmanuelle Seigner (su inquietante esposa) y por Mathie Amalric (su no menos inquietante alter ego), la película resulta notable. Comienza con la llegada de una actriz vulgar e ignorante, que bien podría confundirse con una prostituta, a un teatro en el que se están realizando las audiciones para el montaje de "La Venus de las pieles". Con el texto en la mano, el autor, que es quien se ocupa del casting, y la actriz se convierten respectivamente en Severino y Wanda. Ella es el ama. Él es su esclavo. Siguiendo el desarrollo clásico de este género, el juego comienza con la firma de un contrato en el que ambos se comprometen a ejercer sus respectivos roles de dominación y sumisión. En una bien construida mezcla entre la realidad y la ficción de lo que allí se representa, los personajes se confunden y se funden para acabar viviendo una historia perversa de seducción, amor y venganza. En definitiva, una historia de terror de las que le gustan a Polanski. Y no sólo a él.

Director y actriz durante el rodaje

"El dolor posee para mí un encanto raro, y nada enciende más mi pasión que la tiranía, la crueldad y, sobre todo, la infidelidad de una mujer hermosa", afirma Severino, mientras Wanda le clava su tacón, afilado como una navaja, justo a la altura del corazón. Lo cual no deja de ser un golpe de escena que arranca el aplauso. El mismo que han recibido durante varias semanas en el teatro otros dos actores, esta vez españoles, Clara Lago y Diego Martín, bajo la batuta de David Serrano. Una propuesta inferior a la película cuyo único interés, que no es poco, es disfrutar de las cualidades interpretativas de la protagonista de Ocho apellidos vascos.

Clara Lago durante la representación

Pero no es todo oro lo que reluce: hay que saber elegir quién nos azota. Antes de que acabe el año, llegará a las salas lo que se supone será un auténtico bombazo: la versión cinematográfica de la pareja Grey. Tan guapo y millonario él. Tan virgen y humilde ella. Y todo tan machista. Tan repugnante desde el punto de vista ideológico como manido en lo que al sexo se refiere. Si son fieles al libro, que lo serán, nos espera otro bodrio de los que marcan época.

Así es como lo excepcional, lo raro, lo oscuro, lo secreto, se convierte en un producto más que hay que vender. Y el cuero se sustituye por plástico negro, que es más barato y da el pego. Todo se trivializa. Se torna en algo vulgar, carente de interés. Igual que la comida rápida.

Pura pornografía.

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