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En las Naves del Español

'Los justos', la obra de Albert Camus en el entorno de ETA

La adaptación de la compañía 611 teatro traslada la acción de la Rusia de los zares a la época más sangrienta de la banda terrorista ETA.

La adaptación de la compañía 611 teatro traslada la acción de la Rusia de los zares a la época más sangrienta de la banda terrorista ETA.
Momento de la función

"Todos los hombres adoptan el mismo tono para hablar de la justicia". Lo decía el personaje de la Gran Duquesa en la obra original Los justos, de Albert Camus. Lo decía al asesino de su marido. Y pese a la fidelidad del director Javier Hernández Simón al texto de Camus, los que se acerquen a ver esta adaptación, han de saber que está ambientada lejos de la revolución rusa de 1905. La versión de José A. Pérez nos traslada al seno de la banda terrorista ETA en los años 70, en la antesala de un atentado contra un alto cargo del Gobierno. "Los justos es una obra sobre ETA. Y es una obra contra ETA (…) Camus nos mostró la fina línea que separa el más bello ideal de la más aberrante acción", reflexiona el autor de esta versión.

Una realidad tan cercana como inquietante hace revolverse en la butaca. Porque la célula terrorista de la que habla esta obra, que se representa en las Naves del Español en el Matadero de Madrid, salpica al espectador (a veces, de manera literal). Cinco terroristas, cuatro hombres y una mujer, que se disponen a acabar con la vida de un hombre, con la justicia como bandera. Ellos son los justos que acabarán con un miembro del gobierno, un opresor, un criminal. "Nuestra regla es matar, nada más".

Alex Gadea (Txori/Mikel) interpreta al más joven de los "gudaris", el primero que expresa fervorosamente sus ideales, y el que antes exhibe sus conflictos. Le acompaña una veterana Lola Baldrich (Mayte), que tapa sus dudas con soflamas independentistas. El terrorista curtido en la cárcel es José Luis Patiño (Josu) cuyo odio y fanatismo le hace dudar de sus propios compañeros. Pablo Rivero Madriñán (Xabier) es el líder del comando, que repite sistemáticamente las palabras de la organización, de manera grandilocuente. Y Rafael Ortiz (José) es el que consigue liberarse de la cuerda de la ideología, la que le obligaba a perpetrar el atentado. Y, mientras, los actos se acompasan por el ritmo de la txalaparta, que percute la conciencia de los terroristas.

En ese vaivén de pensamientos sobre la rectitud de sus actos, uno de los terroristas se echa atrás, no puede matar a unos niños, víctimas inocentes de su justa cruzada. Aquí se abren los interrogantes: ¿hasta dónde se puede llegar enarbolando la bandera de la justicia?

Antes del atentado son los "gudaris" de ETA, los que se abrazan en un comando, los que cantan el himno, los que hablan de su pueblo, añoran el verano, hablan del amor y piensan en los robles. Después son simplemente asesinos.

Ésta es, pues, una obra llena de simbolismo. Los personajes están atados unos a otros con una cuerda: los lazos de la ideología. Pero esa idea, opresora, se torna en soga hasta asfixiar la humanidad de los terroristas. El escenario es apenas un montón de tierra y un barreño de agua. Con la tierra se impregnan de valor, con el agua se lavan la culpa. Las dos presentes como metáforas del ideal que defienden.

Momento de la función

Destaca la actuación de Ramón Ibarra (el teniente responsable de la prisión), único de los personajes que apenas aparece humanizado, y que -sin embargo- encarnaría la verdadera justicia. Y vuelta al eterno interrogante: ¿hasta dónde el fin justifica los medios? "Si la única solución es la muerte, no estamos en el buen camino" (Albert Camus, Los justos).

Los justos, basada en la obra de Albert Camus, con versión de José A. Pérez. Dirección: Javier Hernández Simón. Con Lola Baldrich, Alex Gadea, Ramón Ibarra, Rafael Ortiz, José Luis Patiño y Pablo Rivero Madriñán. En las Naves del Español, Matadero, sala 1 (Paseo de la Chopera nº 14, Madrid) hasta el 26 de octubre.

VALORACIÓN: 8/10

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