Los dos partidos que nos ha brindado la Supercopa de España han sido para recordar, en lo futbolístico. Sin embargo, en la mente quedará el bochornoso espectáculo final con la tangana derivada por la entrada sin sentido de Marcelo. De nuevo, el cruce de declaraciones tras el partido y las acciones antideportivas hacen peligran las relaciones institucionales entre Real Madrid y Barcelona y reabre viejas heridas que pueden afectar a la selección.
Las consecuencias deportivas
Disciplinariamente será complicado que la Supercopa deje huella. Marcelo, Villa y Özil fueron expulsados, pero el árbitro, Fernández Borbalán, fue muy tibio en el acta y no señaló acción violenta alguna. Tampoco se refirió a la agresión de Mourinho a Tito Vilanova. A no ser que el Comité de Competición entre de oficio, algo poco probable, los expulsados se perderán un partido y se acabó.
Sin embargo, el bagaje que dejará la tangana final irá más allá de los partidos de suspensión. Se vuelven a abrir viejas heridas que parecían enterradas después del verano.
Del Bosque vuelve a tener trabajo
Las relaciones institucionales entre los dos grandes estaban muy tocadas después del cruce de denuncias ante la UEFA. Sandro Rosell amenazó con romper relaciones si continuaban lo que él consideraba ataques a su club. Sin embargo, los dos presidentes se han afanado por dar una imagen de normalidad institucional durante esta Supercopa, tanto en las comidas de directivas como en los palcos del Camp Nou y del Santiago Bernabéu. Pero el final del partido amenaza por volver a las andadas.
Piqué y Xavi señalaban directamente a Mourinho y al Real Madrid como responsables de la mala imagen del final del encuentro. Al propio cerebro del Barcelona se le vio discutir agriamente con Casillas tras el rifirrafe, acto que vuelve a avivar la polémica sobre la brecha abierta entre los internacionales de los dos equipos que podría afectar a la selección.
Mala imagen internacional
Si el clásico afectará de forma disciplinaria, institucional y a la selección española, también ha dado una pésima imagen internacional de nuestro fútbol. Después de 180 minutos vibrantes –sobre todo la primera parte del encuentro del Camp Nou-, la imagen que queda en la retina es la de dos equipos instalados en la guerra y la trifulca.
Y Mourinho no ayuda a eliminar esa imagen, es más, la aviva. Su acción sobre Tito Vilanova y su posterior rueda de prensa, en la que no reconoció su error, sólo echa más leña al fuego. Además, justificó las acciones de dos jugadores como Marcelo y Pepe que, sobreexcitados y con sus acciones violentas, no se hacen dignos de llevar la camiseta del Real Madrid.
Florentino Pérez dio de comer a Mourinho y agrandó su figura. El Real Madrid está cada vez más cerca del Barcelona en lo deportivo, aunque de momento sólo haya ganado un título. Sin embargo, el poso desagradable que dejan estas actuaciones pueden acabar derivando en un deterioro de la imagen del Real Madrid y en una violencia mal encaminada –el autobús de la directiva del Barcelona fue apedreado en el Bernabéu-.
Ni el Real Madrid es tan malo ni el Barcelona es tan bueno. El victimismo y el buenismo que se ha instalado en Can Barça tampoco ayudan a resolver el conflicto. El excesivo teatro por algunos de sus jugadores –Alves y Pedro, por ejemplo- o el mensaje de que la idea futbolística del Barcelona es la única válida empañan la supremacía del equipo de Guardiola.
El propio entrenador del Barcelona resumía perfectamente la situación en rueda de prensa: "Ellos piensan que nosotros nos tiramos siempre y nosotros pensamos completamente lo contrario". Entre la vorágine de partidos y de declaraciones debería haber un momento para recapacitar porque, como dice Guardiola, algún día se harán daño, si es que el daño no está ya hecho.