Mallorca, ya sea en el Lluis Sitjar o en Son Moix, no es precisamente uno de los terrenos que mejor se le dan al Real Madrid. En 30 visitas ha sumado nueve derrotas, ocho empates y trece victorias. Pero de ingrato recuerdo quedó sobre todo el 26 de febrero del 2006, fecha de uno de las mayores desastres en la historia reciente del club blanco.
El Madrid llegaba a la isla muy tocado, después de quedar eliminado sorprendentemente por el Arsenal en los octavos de final de la Copa de Europa. A ello nada ayudaron las declaraciones de Ronaldo –el brasileño- después del encuentro, cuando aseguró que "No siento al Bernabéu como mi casa. Nunca me han tenido cariño".
La situación era dramática. El Madrid de los galácticos se encontraba a siete puntos del Barcelona, líder, y fuera de la Copa y de la Champions. Encima, el vestuario estaba fraccionado, y López Caro era incapaz de manejar la nave.
De ese modo llegó el Madrid a la isla. La consigna era clara: ganar, y a ver qué pasa en los próximos días, ante un Mallorca que se encontraba en zona de descenso y que encadenaba cuatro meses sin conocer la victoria en su estadio.
Pero las cosas no salieron como se esperaban. A pesar del gol inicial de Sergio Ramos ("cuando marqué parecía que lo había hecho el Mallorca", señaló el futbolista, en alusión a la casi inexistente celebración del tanto), la imagen del Real Madrid no era buena.
En el descanso comenzó a llover a cántaros, fiel presagio de lo que iba a suceder. Nada más regresar del túnel de vestuarios Pisculichi, de penalti, igualó la contienda. Y ya en el tramo final el venezolano Juan Arango, con un golazo, puso el 2-1 definitivo.
Con ese resultado se desató la debacle. La imagen de Florentino Pérez abandonando el palco bajo la torrencial lluvia y con cara de pocos amigos dio la vuelta al mundo. Pocas horas después, harto de la situación, anunciaba su dimisión. "Soy un tapón que era necesario quitar", dijo. Con su marcha, se acabó el Madrid de los galácticos.