A pesar de que los resultados nunca habían sido buenos, Valentino Rossi se había esforzado en disimular su decepción con Ducati. Su paciencia acabó el pasado domingo. El nueve veces campeón del mundo estalló en rueda de prensa y dejó entrever una ruptura entre piloto y marca difícilmente reconciliable.
"La esperanza la acabamos toda el año pasado". Rossi se encargó en dejar claro que su aparición marcaría un antes y un después. Il Dottore lamentó que el problema de la Ducati "son siempre los mismos. La moto es inconducible, cambia poco en la pista que estés, no consigo meterla en la curva ni frenar tarde y no podemos esperar que cambie todo con los nuevos neumáticos que traerá Bridgestone. No son defectos que se puedan resolver sólo con la regulación", según informa el diario Sport.
Esta ha sido la primera crítica, pero no la última. "No siguieron el camino que yo les indiqué. No soy ingeniero y no puedo resolver los problemas", añadió un Rossi enfadado. Tanto que aseguró que ser sexto, puesto que obtuvo su compañero Nicky Hayden, "no habría cambiado nada, para mi este no es un objetivo alentador, solo me motiva optar al podio".
El que fuera capaz de convertir a Yamaha en una moto ganadora dio la sensación de haber tirado la toalla. Y eso es una mala noticia. "En la primera parte de la carrera Barberá me ha pasado con un adelantamiento duro que me ha sacado de la pista, para Héctor ese es su único objetivo, estar delante mío, la posición le da igual. No le interesa. En ese momento he pensado en acabar la carrera y volver al box. No lo he hecho por respeto a mis mecánicos, para recoger datos útiles", finalizó.