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El error que empañó la mayor gesta del fútbol español

España vivió rodeada de heroicismo, con la goleada a Malta; triunfalismo, alcanzando la final; y fatalismo, por el modo en que se cayó en la misma.

España vivió rodeada de heroicismo, con la goleada a Malta; triunfalismo, alcanzando la final; y fatalismo, por el modo en que se cayó en la misma.

La Eurocopa de Francia'84 supuso una de las competiciones más importantes para la selección española. Tuvo de todo, como las mejores películas. Una clasificación agónica que necesitó de la mítica –y casi mística– goleada por 12-1 a Malta. Una fase de grupos de menos a más, que culminó con la brillante victoria ante la todopoderosa Alemania. Una semifinal decidida en los penaltis y una final en la que un error de Arconada de tamaño descomunal tornó la empresa en imposible.

Pero sería muy injusto adjudicar la culpa a uno de los mejores porteros de la historia del fútbol español, así como no reconocer el mérito al brillante campeonato realizado por la selección francesa, que contaba con el mejor centro del campo del mundo, con Giresse, Luis Fernandez, Tigana y, por supuesto, Platini. Porque si bien es cierto que el fallo del meta de la Real Sociedad fue grave, no lo es menos que sus actuaciones en la fase de grupos y, sobre todo, en semifinales resultaron cruciales para que la selección española se encontrara en aquella final.

Sea como fuere, la Eurocopa del 84 ha quedado para la posteridad como la de la cantada de Arconada, que dejó a la selección española a las puertas de sumar su segundo éxito en Europa, después de un torneo magnífico, y que encumbró a la sensacional selección francesa, comandada por Michel Platini, autor de nueve tantos en cinco encuentros.

El histórico partido ante Malta

Nada de todo esto hubiera sido posible sin el que probablemente haya sido el más emblemático –y extraño– partido en la historia de la selección española. El irrepetible 12-1 a Malta.

España estaba pasando por uno de sus peores momentos futbolísticos. El fracaso en el Mundial del 82, en su Mundial, había provocado una desolación que se vio acrecentada ante la floja fase de clasificación para la Eurocopa de 1984. Al acceder a la fase final únicamente el primero de cada grupo, la derrota ante Holanda había dejado a la selección dirigida por Miguel Muñoz prácticamente fuera.

A falta de un partido por disputarse, España tenía dos puntos menos y +5 en el goal average por el +16 de Holanda –en el particular, estaban empatadas tras el 1-0 en Sevilla, con gol de Señor, y el 2-1 en Róterdam–. Por lo tanto, la empresa era prácticamente imposible: había que ganarle de al menos 11 tantos a Malta para superar a los holandeses.

Y contra todo pronóstico, lo hizo. España logró una goleada que ha quedado en los anales del fútbol europeo. Nadie podía imaginárselo antes de comenzar el encuentro. Nadie, excepto Camacho y Poli Rincón, los instigadores de aquella exhibicón. Ni siquiera un penalti fallado y el escaso 3-1 al descanso hicieron decaer los ánimos. Porque aquella tarde de 21 de diciembre en el Benito Villamarín los jugadores españoles estaban decididos a hacer historia.

"No volveré a mi país si me marcan once goles", declaró Bonello, portero de Malta, el día anterior. No fueron once, sino doce. Poli Rincón y Santillana en cuatro ocasiones; Maceda en otras dos; Manu Sarabia y Señor, a cinco minutos del final, confirmaron uno de los recuerdos más bonitos en la historia de España. La clasificación para la Eurocopa de Francia de 1984 era una realidad.

Una gran fase final

El sistema para acceder a la Eurocopa fue idéntico al de cuatro años antes: 7 grupos de los cuales saldrían siete participantes –el campeón de cada uno– más Francia, anfitriona. Pero, a diferencia de la edición anterior, en esta ocasión quedó patente la igualdad que ya reinaba en el fútbol europeo. Varias fueron las sorpresas que se produjeron en la fase de clasificación, tanto positivas como negativas. Así, por ejemplo, Portugal logró su billete a costa de la URSS, y Dinamarca hizo lo propio con Inglaterra; la gran sorpresa la protagonizó Italia, que pese a ser la vigente campeona del mundo terminó cuarta en un grupo en el que estaban Checoslovaquia, Suecia y Rumanía, primera; no fallaron, por el contrario, Yugoslavia, Alemania, Bélgica ni, como hemos visto, España.

De ese modo, Francia, dirigida por Michel Hidalgo, se convertía en la gran favorita. Los galos presentaban un buen conjunto, jugaban en casa y, además, contaban con la figura de Michel Platini, sin duda el mejor futbolista del momento. Sólo Alemania y Portugal parecían capaces de evitar el triunfo anfitrión.

Las sensaciones se confirmaron a medida que se desarrolló el Grupo A. Tres victorias para los franceses, que se impusieron con comodidad a la Dinamarca de Michael Laudrup (1-0), a Bélgica, que se vio privada a última hora de sus principales estrellas por irregularidades deportivas en el Standard de Lieja (5-0) y a la Yugoslavia de Stojkovic y el español Gudelj (3-2), con un triplete de Platini, autor de seis tantos en los tres primeros encuentros. Fue precisamente Dinamarca la que, con una victoria agónica ante Bélgica, remontando un 0-2, logró el pase como segunda, con cuatro puntos frente a los seis de Francia.

Mayor igualdad hubo en el Grupo B. Alemania, que defendía título, partía como favorita del mismo. Aunque ya no contaba con Schuster, que había abandonado la selección, disponía de jugadores de la talla de Schumacher, Stielike, Matthaus, Brehme, Rummenigge o Rudi Voller. También Portugal llegaba con muchos galones, los que le otorgaban haberse cargado a los soviéticos en la previa y, sobre todo, contar en su alineación con Joao Pinto, Sousa y Rui Jordao, uno de los mejores nueves en la historia del fútbol luso.

España, clasificada 'de rebote', apenas contaba en las quinielas. Pero como en el encuentro ante Malta, fue de menos a más a medida que veía que se iba acercando al sueño. Arrancó con un decepcionante empate (1-1) ante Rumanía, que igualó de penalti el tanto inicial de Carrasco. La reacción llegó en el encuentro ante Portugal. Ante una selección supuestamente superior, los españoles mostraron una gran imagen; pero fue sobre todo la capacidad de reaccionar al tanto inicial de Sousa lo que les permitió acrecentar la ilusión de la machada. El encuentro terminó de nuevo en empate a uno, gracias a un tanto de Santillana en el tramo final del mismo.

Tocaba jugársela con Alemania. Era la más fea, pero cualquiera hubiera firmado esa situación antes de comenzar la competición. Un empate podía clasificar a ambos conjuntos dependiendo de lo que hiciera Portugal ante Rumanía, pero los lusos cumplieron (1-0), así que España, con dos puntos, necesitaba ganar para acceder a semifinales.

Y lo hizo a la heroica. En el minuto 90, y después de un partido realmente sufrido, en el que sólo la soberbia actuación de Arconada permitió a los nuestros mantener el 0-0 en el marcador, Antonio Maceda remató de cabeza un preciso servicio de Señor, superando a Schumacher y dándole a España la sorprendente clasificación para la penúltima ronda.

Portugal roza la sorpresa

La primera semifinal, pues, enfrentaba a Francia y a Portugal. Junto con la irrupción española, las dos mejores selecciones hasta la fecha. La igualdad fue máxima desde el arranque, pero Domergue, con un libre directo espectacular, puso a los galos por delante. No se rindieron los lusos, y a quince del final Jordao, quién si no, puso la igualada.

La prórroga fue apoteósica. De nuevo Jordao, tras una magnífica jugada de Chalana –futbolista super clase– adelantó a Portugal, pero los franceses reaccionaron y, primero con Domergue y luego con Platini, en el minuto 119, le dieron la vuelta al marcador, accediendo de ese modo a su final.

Comienza el duelo con Dinamarca

En 1984 se produjo el primero de cuatro grandes enfrentamientos en apenas nueve años entre la selección española y la danesa. Y en todos ellos fue España quien se hizo con la victoria. Aunque en Francia fue cuando más se sufrió, pues se tuvo que recurrir a los penaltis.

Dinamarca llegaba como la sorpresa del campeonato, después de dejar fuera a Inglaterra en la fase previa y a Yugoslavia y Bélgica en el grupo. Pero si añadimos que en aquel combinado estaban presentes futbolistas de la talla de LaudrupElkjaer arriba, Soren Lerby y Arnesen en el centro del campo, y Morten Olsen en la defensa, quizá sus resultados no eran tan sorprendentes.

Así las cosas, Lerby puso por delante a los suyos a los siete minutos de arrancar el encuentro. España, desde el inicio, a remolque; pero como había hecho en ocasiones anteriores, no se iba a rendir. Trabajó y trabajó en busca del empate y éste llegó de nuevo por obra de Maceda, ya en el segundo acto.

El cansancio hizo mella en los dos conjuntos, pero la magnífica actuación de los guardametas –de nuevo, Arconada estuvo espectacular- evitó que ninguno de los dos se llevara la victoria sin pasar previamente por los penaltis. Y ahí a España le sonrió la fortuna. Elkajer, el mejor goleador danés, falló el suyo, y Manu Sarabia no desaprovechó la oportunidad para meter a los suyos en la segunda final de su historia.

La cantada de Arconada

España era la revelación del campeonato, pero había llegado a la gran cita por méritos propios, sabiendo adaptarse a la perfección a las situaciones adversas que se le planteaban. Ahora, tocaba medirse en la final a la gran candidata, la anfitriona, Francia. ¿Sería capaz de realizar otra machada? A tenor de lo visto en la primera mitad, parecía posible. Al descanso se llegó con el resultado de cero a cero. Los de Miguel Muñoz confiaban en su gran capacidad física para llevarse la victoria.

Sin embargo, bien pronto se torcieron las cosas. A los diez minutos de la reanudación un disparo de falta de Platini, aparentemente sin peligro, se coló bajo el cuerpo de Arconada y terminó entrando. Era inexplicable ver ese error en un guardameta que había aportado tanto a la selección en los encuentros anteriores. No parecía real; pero lo era. "Hubiera preferido marcar de otra forma, porque además se trataba de un guardameta brillante", reconoció el fino futbolista francés. Era el 1-0.

Otra vez tocaba remar a contracorriente. Algo a lo que estaban acostumbrados los jugadores españoles. Como habían demostrado ante Malta; como habían demostrado ante Alemania; como habían demostrado ante Dinamarca. Pero Francia fue demasiado Francia. Aguantó las embestidas de la selección española, y ya cuando el tiempo estaba a punto de cumplirse sentenció con un tanto de Bellone.

La imagen que quedó para la posteridad fue la de la cantada de Arconada. Una injusticia, habida cuenta de que el guardameta había sido uno de los principales artífices –quizá el más importante junto a Maceda- para que España estuviera presente en la final. Pero, al fin y al cabo, su error fue el que condicionó en la final a la selección.

Una selección que, sin grandes figuras, fue fraguando una trayectoria sensacional a base de casta, coraje y entrega, machada a machada –y eso es lo que realmente debe quedar en el recuerdo– hasta caerse ya a las puertas del éxito. Sólo la mala fortuna, y un desafortunado error, así lo quisieron.
 

Ficha técnica de la final

Francia, 2: Bats; Battiston (Amorós, m.72), Le Roux, Bossis, Domergue; Giresse, Tigana, Platini, Fernández; Lacombe (Genghini, m.80) y Bellone. Seleccionador: Hidalgo
España, 0: Arconada; Urkiaga, Salva (Roberto, m.85), Gallego, Julio Alberto (Sarabia, m.75); Víctor Muñoz, Francisco, Señor, Camacho; Santillana y Carrasco. Seleccionador: Miguel Muñoz

Goles: 1-0, m.57: Platini; 2-0, m.90: Bellone
Árbitro: Vojtech Christov (Checoslovaquia)
Estadio: Parque de los Príncipes, París. 47.368 especadores. 27 de junio de 1984

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