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Cuando el IRA estuvo a punto de acabar con la Eurocopa más aburrida

La edición de 1996 estuvo marcada por el ataque de la banda terrorista IRA, que afortunadamente no dejó ningún muerto pero sí más de 200 heridos.

La Eurocopa de 1996, disputada en Inglaterra, supuso una nueva revolución en el sistema del campeonato. De las ocho selecciones que disputaban la fase final se pasó a dieciséis, dando lugar a cuatro grupos de los que saldrían los cuartofinalistas. Además, tras la guerra de los balcanes y la desmembración de la URSS y de Checoslovaquia, también se vio enormemente ampliado el número de equipos de la fase de clasificación.

En lo estrictamente deportivo, se incorporaron diversos cambios en la normativa, supuestamente en busca del espectáculo. Entre ellas destacó el gol de oro, que sin embargo supuso todo lo contrario, al provocar que en las prórrogas todos los equipos trataran más de evitar la derrota que de ir a por la victoria.

Todo ello dio lugar a una de las competiciones más aburridas de todos los tiempos, si no la que más. Tanto cambio, tanta agitación, para que al final sucediera lo de casi siempre: España cayendo en cuartos, y Alemania proclamándose campeona. Y además, con menos espectáculo. Sólo los checos, un equipo que sorprendió a todos con su juego de contragolpe, fueron capaces de aportar algo distinto.

Pero hubo un suceso que sin duda marcó aquél verano y aquél campeonato de 1996. Un atentado del IRA en Manchester que destrozó parte de la ciudad y la totalidad de la confianza en la banda terrorista irlandesa, en pleno proceso de fin de su actividad. Por suerte, o por un milagro más bien, no hubo que lamentar fallecidos. Pero sí hubo más de 200 heridos y una sensación de inseguridad que se mantuvo hasta el final del campeonato.

Más equipos, más partidos, menos espectáculo

La clasificación para la competición arrancó con un panorama geopolítico muy distinto a la última ocasión. Tras la guerra de los Balcanes, la desintegración ya también deportiva de la Unión Soviética, o la separación de Checoslovaquia, el número de selecciones candidatas a participar a la Eurocopa de 1996 ascendió a 47, catorce más que para Suecia 92.

Fruto de ello, y sobre todo fruto del desembarco del negocio televisivo a gran escala en el fútbol, se decidió que para el campeonato que iba a arrancar en Inglaterra se ampliaría el número de participantes, pasando de ocho a dieciséis. Así, el número de grupos pasaba de dos a cuatro, y aparecían por primera vez los cuartos de final.

Con todo, no hubo ninguna sorpresa en la fase previa, y todas las grandes selecciones se clasificaron para la cita. Estaban Italia, vigente subcampeona del mundo; Alemania, siempre eterna favorita, Holanda, Portugal, Francia, después de sufrir su mayor fracaso sólo dos años antes; Dinamarca, que defendía corona; Bulgaria, que había sido la gran revelación del Mundial de Estados Unidos en el que terminó cuarta, o Croacia, que con Suker a la cabeza disputaba su primer gran torneo, así como las también debutantes Suiza, Turquía o República Checa, que había enamorado en la fase de clasificación. El espectáculo se presumía inmenso. Pronto, la realidad demostraría todo lo contrario.

Clemente y sus historias

Por supuesto, también iba a estar España. Los de Clemente, que se quedaron con un sabor agridulce en el Mundial del 94, habían puesto todas sus miras en la Eurocopa. Mantenía un bloque similar, había incorporado jóvenes talentos como Kiko, Amavisca o Alfonso, y la fase de clasificación había sido brillante, siendo campeón de grupo con ocho victorias, dos empates y ninguna derrota. Sí, había ilusión por volver a proclamarse campeón de Europa.

Una ilusión que se desvaneció durante la fase de grupos, a pesar de que se logró el pase a cuartos. Mucho sufrimiento, goles postreros, y algún conflicto interno fueron las causas. El primer enfrentamiento medía a España con Bulgaria, una amenaza más que seria. Los Balakov, Lechkov, Stoichkov, Penev o Kostadinov estaban dispuestos a repetir en Inglaterra el éxito de Estados Unidos. Un tanto del exbarcelonista Stoichkov ya en el segundo acto hizo saltar las alarmas, pero sólo nueve minutos después Alfonso estableció el empate definitivo.

La segunda jornada dejó a España contra las cuerdas. Caminero, a cinco minutos del final, permitió una buena igualada ante la Francia de Zidane, que se había adelantado con gol de Djorkaeff. Pero el triunfo de Bulgaria ante Rumanía por la mínima –gol de nuevo de Stoichkov- obligaba a los de Clemente a superar a los Popescu, Hagi, Illie y compañía, y esperar a que los búlgaros cayeran derrotados con los galos.

Los bleus no se dejaron sorprender, y lograron la victoria por 3-1. A la misma hora, España se mostraba incapaz de imponerse a Rumanía, que había igualado por medio de Raducioiu el tanto inicial de Manjarín. Pero en la recta final del encuentro, Guillermo Amor, en plancha y de manera agónica, dio el 2-1 a España y, con ello, el pase a cuartos de final.

Poco después del encuentro, se produjo uno de los episodios más tristes de la selección española. Javier Clemente dedicó el triunfo ante los rumanos a la Cadena Ser, que había criticado duramente sus planteamientos en partidos anteriores y había vaticinado la eliminación de España. Al concluir la rueda de prensa se dirigió a la zona mixta y, al encontrarse con Jesús Gallego, periodista de la emisora de Prisa, se encaró con él, llegando incluso a las manos, teniendo que ser separados por miembros del equipo técnico.

En cuartos iba a esperar Inglaterra. Los anfitriones se habían proclamado campeones de su grupo con facilidad, después de golear (4-1) a Holanda –finalmente segunda del Grupo A- e imponerse por 2-0 a Escocia en el que probablemente fuera el duelo más interesante, por todo lo que había detrás, de la competición, y en el que el genuino pero siempre polémico Gascoigne se desquitó con un soberbio golazo.

El lamentable atentado del IRA

La primera fase, no obstante, quedó marcada desgraciadamente por el atentado terrorista que asoló Manchester. Fue exactamente a las 11:17 de la mañana del 15 de junio. Un coche bomba, colocado por el IRA, estalló en Corporation Street, destrozando por completo el centro comercial de la ciudad. No hubo ninguna víctima mortal, quién sabe por qué milagro divino, pero sí 211 heridos.

Aquello supuso un duro muy golpe para el país, que desde dos años había logrado un alto el fuego con la intención de que finalizase la actividad terrorista. El atentado fue considerado por muchos como "una bofetada en la cara para aquellos que habían estado intentando, quizá contra sus mejores instintos, dar al Sinn Féin una oportunidad para mostrar que podían persuadir al IRA a resinstalar el alto el fuego", como declararía John Bruton, primer ministro irlandés en aquellos momentos.

Pero también fue un mazazo para la Eurocopa. Más allá de que tuviera que aplazarse el encuentro entre Rusia y Alemania, previsto en Old Trafford aquella tarde, la seguridad tuvo que multiplicarse para terminar con la sensación de que en cualquier momento podía ocurrir otra catástrofe. Por fortuna, no hubo que lamentar más incidentes, aunque aquél atentado quedará para siempre en la leyenda negra de la competición.

Otra vez los cuartos

Volviendo a lo estrictamente deportivo, España tenía un complicado compromiso ante Inglaterra en cuartos. Había que terminar como fuera con aquella maldición que ya aparecía en el horizonte, después del Mundial del 86 y, sobre todo, el del 94. El hueso era duro de roer, pues además de contar con los Shearer, McManaman, Gascoigne o David Platt, los pross eran los anfitriones.

España fue mejor durante todo el encuentro. Pero perdonó ocasiones que no se pueden desperdiciar. Incluso, le anularon un gol a Julio Salinas por fuera de juego que no existía y no le señalaron a Alfonso un penalti más que posible. Lo de siempre, vamos. Para que al final se tuviera que jugar el pase a semis desde la tanda de penaltis.

Y ahí sucedió lo que todos conocemos. Nadal y Hierro fallaron sus lanzamientos, mientras que Inglaterra no erró en ninguna ocasión. Otra vez, tocaba quedarse a las puertas del penúltimo paso. La maldición iba a perdurar 12 años más.

Una fase final de penaltis

El España- Inglaterra no iba a ser el único encuentro de cuartos que terminara sin goles. También el Francia – Holanda, del que se esperaba muchísimo, terminó decantándose en los penaltis después de que ambas selecciones ofrecieran un aburrido espectáculo, en el que sólo brilló el colegiado español López Nieto, que señaló como falta unas manos de Desailly dentro del área. El triunfo finalmente fue para los franceses, después de que Clarence Seedorf fuera el único en fallar desde los once metros.

Con un único tanto –un golazo de Poborsky, por cierto- se impuso la República Checa a la Portugal de Figo y Rui Costa, confirmando así la sorpresa de los checos, que ya previamente habían dejado fuera a Italia en el grupo y habían terminado por delante de Holanda en la fase previa.

Sí hubo algo de brillantez, tampoco demasiada, en el último encuentro de cuartos, el Alemania-Croacia. El talento de los balcánicos, que asombraron a todos con los Boban, Jarni, Stanic y un sublime Davor Suker, se enfrentaba a la practicidad de los germanos. Y como siempre suele suceder, más tratándose de Alemania, terminó por imponerse lo segundo. Los goles de Klinsmann y Sammer decidieron (2-1). Croacia fue más bonita; Alemania pasó a semifinales.

Ahí el espectáculo fue aún más dantesco. Mucho aburrimiento, muy poco fútbol, dos finalistas que se deciden por penaltis, y la sensación de que lo que se estaba viendo no era digno de una Eurocopa. La primera, el Francia-República Checa. Ni goles, ni ocasiones, ni nada. Y la prueba, una vez más, de que la implantación del Gol de Oro había sido un fracaso. Al final, el único error de Pedros desde los once metros significó el pase a la final de la sorprendente República Checa.

Tampoco fue mucho mejor, aunque por lo menos tuvo goles, la semifinal entre Inglaterra y Alemania. Era el partido con mayúsculas: dos grandes selecciones, una rivalidad histórica, una batalla en busca de la final, y un escenario idóneo, Wembley. Y las sensaciones se acrecentaron cuando a los tres minutos Shearer adelantó a los ingleses, y sólo doce minutos después Kuntz puso el 1-1. Pero a partir de ahí, nada de nada. El fútbol se desvaneció. Y otra vez a los penaltis. Un único error, el de Gareth Southgate, condenó a los anfitriones, y permitió a los alemanes clasificarse para su quinta final en las últimas siete ediciones.

La República Checa no culmina la proeza

Visto lo visto, la final no despertaba gran expectación. Si acaso, por el hecho de ver a una selección pequeña como la checa ilusionada ante una empresa tan grande. Pero el juego desplegado hasta entonces por Alemania, y el poco espectáculo vivido durante toda la competición invitaban a no ser demasiado optimistas. Y no hubo lugar a la sorpresa.

No fue hasta rebasada la media hora de partido que se produjo el primer lanzamiento a portería. En el arranque de la segunda mitad estuvieron más frescos los checos, y a los nueve minutos se encontraron con una pena máxima a su favor –a pesar de que la falta había sido fuera del área- que no desaprovechó Berger. Parecía que el sueño podía hacerse realidad, pero Bierhoff, que había entrado desde el banquillo, se encargó de llevar la final a la prórroga.

Todos se esperaban los penaltis, como había iido sucediendo a lo largo de todo el campeonato. Sin embargo, en el momento justo, en el más importante, se produjo el único gol de oro. Y fue de nuevo Bierhoff, convertido en el mayor héroe alemán, quien con un disparo que no acertó a detener Petr Kouba decantó la balanza y el campeonato para los suyos.

Alemania se tomó su pequeña revancha por la final de la Eurocopa perdida 20 años antes frente a Checoslovaquia, con el mítico gol de Panenka. Sin embargo, es posible que aquella competición sólo sea recordada en el país germano –y quizá ni eso- dado su pobre espectáculo. Y, por supuesto, en Inglaterra, aunque por algo que nada tiene que ver con el fútbol.


Ficha de la final
 
Alemania, 2: Köpke; Strunz, Babbel, Sammer, Ziege; Scholl (Bierhoff, m.69), Eilts (Bode, m.46), Helmer, Hässler; Klinsmann y Kuntz. Entrenador: Berti Vogts
República Checa, 1: Kouba; Rada, Kadlec, Suchoparek, Hornak; Nemec, Bejbl, Poborsky (Smicer, m.88); Nedved, Kuka y Berger. Entrenador: UhrIn
 
Goles: 0-1, m.58: Berger, de penalti; 1-1, m.73: Bierhoff; 2-1, m.95: Bierhoff
Árbitro: Pierluigi Pairetto (Italia). Amonestó a Helmer, Sammer y Ziege, por Alemania; y a Hornak, por la República Checa
Estadio: Wembley, Londres. 73.611 especadores. 30 de junio de 1996

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