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España, del éxtasis al hundimiento en sólo cuatro días

En sólo cuatro días la selección pasó de uno de sus momentos más gloriosos con el gol de Alfonso al batacazo del penalti fallado por Raúl.

En sólo cuatro días la selección pasó de uno de sus momentos más gloriosos con el gol de Alfonso al batacazo del penalti fallado por Raúl.
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En el verano del 2000, Raúl González Blanco era ya todo un icono futbolístico, no sólo en España, sino en todo el el mundo. Líder, a pesar de que tan solo contaba con 22 años, del Real Madrid que acababa de conquistar de manera brillante su octava Copa de Europa, el siete atravesaba por el mejor momento de su carrera. Sin ir más lejos, en aquel mismo año fue, además de campeón de Europa, máximo goleador de aquella Champions y declarado Mejor Goleador del Mundo por la FIFA.

Todos amaban a Raúl. Todos idolatraban a Raúl. No había dudas, él era el líder que le hacía falta a la selección española para realizar algo brillante en la Eurocopa que se iba a disputar en Bélgica y Holanda, después de muchos años de sinsabores. Más aún si tenemos en cuenta la deslumbrante fase de clasificación que había llevado a cabo: once goles en nueve partidos.

Pero de repente el siete falló. Nadie se lo esperaba. Nadie se lo podía creer. Nadie se lo quería creer. En el momento más importante, en los cuartos de final ante Francia, él fue quien lanzó el penalti, y él fue quien lo falló. El balón se le fue unos centímetros por encima del travesaño. Unos malditos centímetros. Los suficientes para que, de golpe, Raúl se convirtiera en el culpable de todos los males de la selección. Todos le odiaban. Todos le vituperaban. Poco importa que todos los grandes, como si de un dogma se tratara, hayan fallado penaltis decisivos en sus carreras. Haga 18 años, 10 o sólo un mes. A Raúl nunca se le perdonó.

Curiosamente, sólo cuatro días España había vivido uno de los momentos de mayor éxtasis futbolístico culminando una remontada imposible en apenas dos minutos ante Yugoslavia. Probablemente, el gol más celebrado de toda la historia del fútbol español, más por cómo se gestó la proeza que por lo que significó la misma. Aunque luego se quedara en nada por la eliminación en manos de Francia, todo el mundo recuerda a la perfección qué hacía, dónde estaba y, sobre todo, cómo celebró aquel tanto de Alfonso.

Precisamente aquella Francia, la de Zidane, fue la que terminó proclamándose campeona de Europa, imponiéndose en la final con mucha, demasiada fortuna a Italia. Fue un campeonato brillante, que significó un oasis de buen fútbol entre dos Eurocopas, la del 96 y la de 2004, en las que el espectáculo brilló por su ausencia. En Bélgica y Holanda sí hubo fútbol. Y del bueno.

La España de Camacho

El último sinsabor de la selección española, quizá el más lastimoso de las últimas décadas, se produjo en el Mundial del 98, con España incapaz de superar siquiera la primera fase. Incomprensiblemente, Javier Clemente siguió al frente de la selección. Pero poco duró la broma. La vergonzosa derrota sufrida el 5 de septiembre del 98 en Chipre supuso el final del técnico vasco.

José Antonio Camacho, que acababa de abandonar el banquillo del Real Madrid sólo 22 días después de su llegada, fue el elegido para ocupar su lugar. Su carácter debía ser el acicate para despertar a un equipo amilanado y aburrido. El estreno no fue demasiado esperanzador, con un muy sufrido 1-2 en Tel Aviv ante Israel. Pero a partir de ahí, todo fue brillante: seis victorias consecutivas, 38 goles a favor –diez de ellos de Raúl y sólo uno en contra.

Junto a España, todas las grandes selecciones se clasificaron para la cita, que por primera vez iba a tener dos sedes: Holanda y Bélgica. Ninguna ausencia destacada, aunque algunas, como Inglaterra, tuvieran que acudir a la repesca; ningún equipo pequeño que se colara de rebote. Era sólo el primer paso para consolidar una de las Eurocopas más vibrantes y espectaculares de todos los tiempos.

Del éxtasis ante Yugoslavia...

La selección española quedó encuadrada en un grupo que, a priori, debía ser asequible. Noruega, Eslovenia y una Yugoslavia que, pese a contar con buenos futbolistas, poco o nada tenía que ver con aquella que, décadas atrás, siempre se quedaba en el último escalón. Pero a las primeras de cambio España se pegó el primer batacazo. Nadie sabe muy bien qué pasó, pero de repente los de Camacho se encontraron con que el primer partido, ante los noruegos, había sido una derrota. 1-0, para ser más exactos, con gol de Iversen de cabeza.

alfonso-gol-yugoslavia.jpgToda la ilusión con la que se había llegado a Holanda se desvaneció en un momento. Otra vez, tocaba remar a contra corriente para pasar el grupo. Además, el gol supuso la desconfianza del técnico –y cuentan que de los jugadores en Molina, con lo que a mitad de torneo se tuvo que cambiar de portero, dando entrada a Cañizares. Pero ya no había tiempo para lamentaciones. La Eslovenia de Zahovic era el siguiente envite, y había que ganar sí o sí. Con goles de Raúl y Etxeberría, España se impuso por 2-1.

Tocaba jugársela con los yugoslavos, que llegaban al choque con cuatro puntos. Había que ganar sí o sí. Pero los Djukic, Mijatovic, Milosevic, Stojkovic y compañía no lo iban a poner fácil. Nada fácil. De hecho, el choque llegó al minuto 90 con derrota española en el marcador por 3-2. Pero entonces llegó el éxtasis. El delirio. En el 91 Mendieta, de penalti, puso el empate a tres. No bastaba. Había que ganar, y ya no quedaba tiempo para ello. O eso parecía. Porque de repente Guardiola se trabó para poner el balón en el área desde el centro del campo, pero lo hizo; Urzaiz apenas pudo saltar para tocar el balón con la cabeza, pero lo hizo; y Alfonso tuvo que adoptar una postura imposible para rematar, pero lo hizo. Y fue gol. Un gol que llevó la locura a España; un partido que siempre será recordado por todo el país.

También para la historia quedó el encuentro de primera fase entre Inglaterra y Portugal, para muchos, el mejor partido de la década. Los lusos, guiados por un Luis Figo descomunal, terminarían imponiéndose por 3-2, en un choque vibrante, emotivo, con alternativas, golazos y mucho, mucho espectáculo. Precisamente Portugal sería el campeón de aquel Grupo A, mientras que Inglaterra quedaría fuera, al igual que Alemania, siendo Rumanía, segunda clasificada, la gran sorpresa. Italia dominó con comodidad el Grupo B, con tres victorias ante Turquía, Bélgica y Suecia, mientras que Holanda fue la campeona del D, también con tres triunfos, uno de ellos en otro trepidante encuentro ante Francia, a la que se impuso por 3-2.

... a la decepción en cuatro días

Precisamente aquella Francia iba a ser el rival de España en cuartos. Lo que en principio era una suerte, ser campeón de grupo y medirse a un segundo, fue una cruz para los nuestros. No en vano, tocaba medirse con la vigente campeona del mundo. En frente iban a estar los Djorkaeff, Henry, Deschamps, Trezeguet, Thuram y un tal Zinedine Zidane, sin duda el mejor futbolista del campeonato. No había duda; los bleus eran superiores. Pero el subidón español tras la victoria ante Yugoslavia, tras el gol de Alfonsito, hacía albergar ciertas esperanzas.

raul-penalti-solo.jpgEl arranque del partido fue tosco. Los dos equipos se respetaban en exceso, lo que provocó que apenas hubiera ocasiones, a excepción de una vaselina de Raúl que salvó in extremis Barthez. Pero a la media hora una falta directa ejecutada magistralmente por Zidane puso a los franceses por delante. España reaccionó, y a los ocho minutos se encontró con un penalti que no desperdició Mendieta. Pero justo antes del descanso Youri Djorkaeff volvía a superar a Cañizares.

En la segunda mitad los de Camacho buscaron la igualada, pero Francia controló a la perfección la situación. Incluso, pudo sentenciar. Hasta que en el minuto 89, en el último suspiro, España se encontró con un penalti a su favor. A la mente de todos vino el encuentro ante Yugoslavia, sólo cuatro minutos antes. De repente, la selección tenía una oportunidad de oro no para ganar, pero por lo menos para enviar el partido a la prórroga.

Sin Gaizka Mendienta, el especialista desde los once metros, en el campo, fue Raúl, el líder, quien dio un paso al frente y tomó la responsabilidad del penalti. Cogió carrerilla, engañó a Barthez, golpeó con el interior de su zurda, y el balón se marchó por encima del travesaño. Quiso ajustar tanto a la escuadra, que el balón se le marchó unos centímetros desviado. Unos malditos centímetros. Decisivos para que España se quedara otra vez a las puertas de las semifinales. La maldición continuaba.

Sin goles sí hay espectáculo

No hubo sorpresas en el resto de encuentros de cuartos de final. Portugal siguió mostrando su firmeza y se impuso 2-0 a Turquía, con un doblete de Nuno Gomes. Italia terminó con el sueño de la sorprendente Rumanía al lograr la victoria por idéntico resultado, siendo Inzaghi y Totti los goleadores. Y Holanda gustó y se gustó ante Yugoslavia, la misma que estuvo a punto de elimnar a España, logrando la goleada de la competición. Nada menos que 6-1 le endosaron los oranje, con un Patrick Kluivert, autor de tres tantos, sublime.

Las cuatro selecciones que más habían mostrado, que más se lo habían merecido, se encontraban en semifinales. Y por eso ninguno de los dos encuentros decepcionó. Antes al contrario. Primero se disputó el Portugal-Francia. Los lusos plantaron cara y, de hecho, pudieron llevarse la victoria después de adelantarse en el marcador por medio de Nuno Gomes. Pero entonces comenzó el recital, otro más, de Zinedine Zidane, y Francia llevó el encuentro a la prórroga. Ahí, el mediapunta ex del Real Madrid decidió la eliminatoria con un tanto de penalti.

toldo-penalti.jpgEn la otra semifinal no hubo goles, pero a pesar de ello el Italia-Holanda ha quedado en la memoria futbolística como un grandísimo encuentro. Los holandeses, fieles a su estilo, se lanzaron al ataque desde el primer minuto y antes de la media hora se encontraron con un hombre más y un penalti a su favor. Pero Francesco Toldo, portero italianó, voló para detener el disparo de Frank de Boer. La historia se repitió en la segunda parte. Pero en esta ocasión fue Patrick Kluivert, otro azulgrana, el encargado de errar, y el palo el que repeliera el disparo del holandés.

A partir de ese momento las ocasiones se sucedieron una tras otra para ambos conjuntos, pero nadie acertó de cara a portería. Así que se llegó a la tanda de penaltis. Siempre cruel para unos y gloriosa para otros. Y en este caso le tocó sonreir a Italia. Gracias a la cuchara de Totti y, sobre todo, a la estrepitosa actuación de, como le bautizaron en su país, San Francesco Toldo. Dos lanzamientos detenidos, más otro de Stam que se marchó a las gradas, permitieron a los azzurri alcanzar la final.

El gol más duro de una final

Italia y Francia en la final. Dos años antes, en el mundial, los bleus habían eliminado a los transalpinos en los cuartos. Era el momento de la revancha. Al principio, a Italia le tocó sufrir. Pero eso nunca ha sido ningún problema para una selección curtida en mil batallas Hasta el descanso, sólo Toldo, otra vez, evitó que los franceses se marcharan por delante en el marcador.

En la segunda mitad la cosa cambió y, con la entrada de Del Piero en juego, Italia pasó por encima de Francia. Marco Delvecchio, en el 55, adelantó a los suyos, tras la enésima genialidad de Totti. El propio Del Piero tuvo la sentencia, pero erró de manera incomprensible. Parecía que ya no iba a importar. Que la victoria italiana estaba asegurada. El tiempo pasaba, y se llegaba al 90. Cuatro minutos más, decretaba el colegiado Anders Frisk. Y en el último de ellos, en el último segundo, llegó el gol más duro de una Eurocopa. Wiltord engatilló un zurdazo, superó a Toldo, y mandó el partido a la prórroga, silenciando a todos los italianos presentes en el Feijenoord Stadion, que ya celebran el título.

francia-campeona_1.jpgAhí Italia, muy tocada moralmente, se vino abajo, mientras que todo lo contrario sucedió con Francia. "En el intervalo entre el partido y la prórroga nos mirábamos y nos decíamos que había que levantar la cabeza, pero eran palabras vacías, ya sabíamos que con aquel gol en el último segundo habíamos perdido", declaraba Maldini, capitán de aquella Italia. Y pasó lo que tenía que pasar. En el 103 David Trezeguet, con otro zurdazo inapelable, le dio otro título, el segundo consecutivo, a su selección. Fue un gol de oro que quedará marcado en la historia de ambas selecciones, pero sin duda incapaz de igualar el logrado por Wiltord en el 94.

Y fue una emotiva manera de despedir la que ha sido para muchos la mejor Eurocopa de siempre. Para muchos, menos para la afición española, cuyos sueños se marcharon a las nubes junto al balón disparado por Raúl desde los once metros. Un error que puso al delantero en el disparadero, y que le ha acompañado injustamente durante toda su carrera. No hace falta acudir al tópico de que sólo fallan los valientes, los que se atreven a tirar. Ni siquiera a lo de que todas las grandes estrellas han fallado. Basta con acudir al historial de Raúl González Blanco para afirmar lo cruel que se fue con él tras marrar aquel penalti. La decepción del país por otro trago amargo en los cuartos tuvo en el mejor delantero español de todos los tiempos al blanco de todas las iras. Tán fácil. Tan injusto.

Ficha de la final

Francia, 2: Barthez; Thuram, Blanc, Desailly, Lizarazu (Pires m.86); Vieira, Deschamps; Djorkaeff (Trezeguet m.76), Zidane, Henry; Dugarry (Wiltord m.57). Entrenador: Roger Lemerre
Italia, 1: Toldo, Pessotto, Cannavaro, Nesta, Iuliano, Maldini; Albertini, Di Biagio (Ambrosini, m.66), Fiore (Del Piero, m.53); Totti, Delvecchio (Montell, m.86). Entrenador: Dino Zoff

Goles: 0-1, m.55: Delvecchio; 1-1, m.90+4: Wiltord; 2-1, m.103: Trezeguet
Árbitro: Anders Frisk (Suecia). Amonestó a Thuram, de Francia; y a Di Biagio, Cannavaro y Totti, de Italia
Estadio: Feyenoord Stadion, Rotterdam. 48.200 especadores. 2 de julio de 2000

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