Al final, la euforia del fútbol se ha impuesto a la protesta política, y tanto Mariano Rajoy, quien ya lo confirmó hace unos días, como Mario Monti, el primer ministro italiano, acudirán este domingo a Kiev para disfrutar de la final de la Eurocopa entre España e Italia. Y todo, a pesar del pacto no oficial –y hasta la fecha cumplido– de que ningún país participante en el torneo acudiría en representación oficial a un partido celebrado en Ucrania a modo de condena por el encarcelamiento de la ex primera ministra Timoshenko.
Una condena a la que, según ha asegurado el propio Monti, tampoco se hubiera unido Merkel, que le confesó que de haber llegado Alemania a la final, se hubiera desplazado hasta Kieva. No obstante, se espera que ninguno de los dos mandatarios se siente en el palco de las autoridades ucranianas, de tal manera que su presencia no pueda ser relacionada de ningún modo con un respaldo al gobierno de Víctor Yanukovich.
"La final es un acontecimiento cualitativamente diferente, es una final europea que coincide que se celebra en territorio ucraniano", defendió García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores. Sin embargo, en el Consejo Europeo no piensan lo mismo, pues inciden en que precisamente "si hay una forma de mostrar la repulsa al régimen de Yanukovich es haciendo un desplante en la final, puesto que su valor simbólico es mucho más alto".
Una advertencia que, finalmente, no escucharán ni Rajoy ni Mario Monti. Especialmente curioso es el caso del italiano, quien ahora asegura que "deseaba con todas mis ganas acudir a Kiev", pero que una semana antes de comenzar la Eurocopa abogó porque el fútbol se "suspendiera durante unos años"