Pase lo que pase, España ya habrá hecho historia y formará parte de la leyenda del fútbol mundial. El Brasil de Pelé, la Argentina de Maradona, la Alemania de Beckenbauer, la Naranja Mecánica de Cruyff... ya le han hecho un hueco en un banco al que sólo pueden acceder los más grandes. Gane o pierda, la selección ya está en ese selecto club.
Eso sí, tanto los jugadores como Vicente del Bosque han dejado claro en la previa que aún tienen "hambre" de títulos. La tercera final consecutiva de un grupo de jugadores irrepetible se jugará ante la siempre incómoda Italia, primer y último rival de la selección en el torneo.
Precisamente fue ante la azzurra cuando comenzó a cambiar la historia de la selección comenzó a cambiar. Del clásico fatalismo se pasó al "ganar, ganar y ganar", como diría Luis Aragonés, instigador de aquel glorioso inicio. La tanda de penaltis de Viena cambió para siempre el devenir del equipo nacional. Este domingo, se gane o se pierda, el círculo se cerrará ante el mismo rival.
Italia siempre es temible
Un rival que, al igual que ocurría con Francia, puede ser denominada nuestra bestia negra. Porque España nunca ha sido capaz de batirlo en partido oficial desde los Juegos Olímpicos de Amberes 1920. Pero eso debe cambiar, y la selección ya ha demostrado haber aprendido a competir con las más grandes. E Italia, por historia y tradición, lo es.
La selección española se medirá a un equipo que se mueve como nadie entre el caos y la gloria. La azzurra, como amenazó Cesare Prandelli, estuvo cerca de no ir a la Eurocopa al verse envuelta en un escándalo de amaños de apuestas deportivas. España pudo eliminarla en la fase de grupo si hubiera pactado –el famoso biscotto– un empate contra Croacia. Una de las estrellas del torneo, Antonio Cassano, estuvo cerca de la muerte hace sólo ocho meses y dio la asistencia que allanó el camino a la final. Ante las adversidades, siempre está Italia.
La duda de Silva
Por todo ello, la selección tendrá que bordar el partido si quiere lograr lo que nunca nadie ha hecho: ganar consecutivamente dos Eurocopas y un Mundial. Tras la sufrida tanda de penaltis ante Portugal, el cansancio ha hecho mella en nuestros jugadores, especialmente en Xavi Hernández y David Silva.
Del Bosque ha dejado claro que el catalán es imprescindible para el juego del equipo. No ocurre así con el canario. El mayor sacrificado en el pasado Mundial tiene muchas papeletas para desaparecer del once en la gran final de Kiev. Exhausto, Silva ha jugado un torneo de menos a más. Ante Portugal fue cambiado en la primera hora de juego y todo apunta a que este domingo comenzará en el banquillo. La incógnita es su sustituto.
Cesc Fàbregas es quien tiene más opciones. El de Arenys es, además, un talismán ante Italia. Metió el penalti decisivo en los cuartos de final de la Eurocopa de 2008 y anotó el gol del empate en el debut en Polonia. En caso de optar por un delantero centro, Fernando Torres parte como favorito. Pese a su desacierto, los problemas creados a la zaga italiana en el primer encuentro pueden hacer a Del Bosque decantarse por esa posibilidad. Negredo, la otra opción, no despuntó ante Portugal. También podría haber un lugar para Pedro o Jesús Navas, dos jugadores que sí han aprovechado sus minutos en la Eurocopa.
La entrada de un extremo por Silva situaría a Cesc como delantero centro y daría más profundidad al equipo, algo de lo que ha adolecido en gran parte del torneo. Del Bosque sabe que España ha dado mayor sensación de peligro con algún puñal en la banda y medita hacer ese cambio para la final. El resto, el equipo que todo el mundo sabe de memoria.
La Italia más atractiva
Enfrente, Italia ya no variará su estilo para jugar contra España. En el debut en la competición, Prandelli decidió traicionar sus principios y arroparse con una defensa de cinco jugadores, con De Rossi incrustado entre los centrales. Y no le fue mal. Pero el propio seleccionador italiano ya ha dejado claro que no piensa repetir la fórmula para la final.
Todo hace pensar que el técnico lombardo empleará el mismo equipo que maravilló ante Alemania. Un centro del campo muy técnico –con Pirlo, Marchisio y Montolivo, escoltados por De Rossi– será el motor de la azzurra. Es en esos tres futbolistas donde mejor se encarnan las innovaciones de Prandelli, que ha querido romper, al menos en esa línea, con el clásico e histórico catenaccio.
La responsabilidad del gol la tendrán los díscolos Cassano y Balotelli. Dos jugadores que se entienden a la perfección dentro de un terreno de juego como lo harían si se vieran en una discoteca a las cuatro de la mañana. Anárquicos e impredecibles, tienen esa dosis de rebeldía de los grandes jugadores. Capaces de todo, serán los encargados de romper el muro de España.
La única duda del seleccionador italiano está en la defensa. Bonucci y Barzagli son fijos en el centro de la zaga, al igual que Chiellini en el lateral izquierdo. Maggio, Abate y Balzaretti –éste con más opciones después de su gran partido ante Alemania– se juegan un puesto en el costado derecho.
El favoritismo es para el campeón de Europa y del mundo. La selección española se ha ganado por méritos propios el respeto y la admiración de todo el globo. Esta generación nunca ha fallado en las grandes citas. Tampoco lo hará ahora.
Alineaciones probables
España: Casillas; Arbeloa, Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba; Busquets, Xabi Alonso, Xavi; Iniesta, Silva o Pedro y Cesc
Italia: Buffon; Abate o Balzaretti, Bonucci, Barzagli, Chiellini; De Rossi, Pirlo, Marchisio; Montolivo; Cassano y Balotelli
Árbitro: Pedro Proença (Portugal)
Estadio: Olímpico de Kiev. 20:45 horas (Telecinco)