Argentina vence a Paraguay y vuelve a proclamarse campeona olímpica 52 años después (1-0)

L D (EFE) Argentina logra esta medalla dorada de la mejor manera que podrían haber soñado quienes estuvieron cerca de ella en 1928 y 1996, cuando tuvieron que conformarse con la plata en Amsterdam y Atlanta: con seis victorias sobre igual cantidad de partidos, 17 goles anotados, la meta imbatida y Tévez, goleador del torneo con ocho tantos, como emblema.

Argentina es de oro. Lo son los futbolistas que la han representado en Atenas 2004, que no sólo han destacado por la contundencia de su rendimiento, sino también por el espíritu de aficionados que los distingue y que muchas veces los hace renunciar a importantes gratificaciones de la profesión por ponerse la camiseta que los identifica. Dominio de la situación en todos los partidos, ideas claras, libertad para la creación, independencia individual, espíritu colectivo y una irrenunciable actitud ofensiva han sido algunas de las virtudes del equipo argentino para esta conquista inapelable.

Su entrenador, Marcelo Bielsa, había dicho el viernes que los comienzos de los partidos son vitales y muchas veces decisivos, porque el equipo mejor dispuesto puede tomar el gobierno del juego desde el arranque y sacar ventajas tempranamente para imponer sus pretensiones. Y desde el comienzo los argentinos hicieron caso de esa sentencia. Marcaron terreno, se adueñaron del balón y a los 18 minutos abrieron el marcador con un toque sorpresivo de un jugador lúcido como Tévez, que dejó sin asunto al portero Barreto en sus narices tras un centro desde la derecha lanzado por Rosales.

Paraguay, disminuido por la baja por lesión del goleador José Cardozo, poco pudo hacer para neutralizar a su rival y sólo tuvo ocasión de acercarse al corazón del área argentina un par de veces en la primera parte, casi sin crear peligro. Las combinaciones entre Kily González y Delgado por la izquierda, las de Lucho González y Rosales por la otra banda, la movilidad de D´Alessandro y Tévez por adentro y sus veloces entradas a los dominios del meta Barreto fruncieron a la defensa paraguaya y le hicieron cometer errores en las salidas y los relevos. El recurso de la presión en el campo adversario sobre el que lleva el balón y sobre los posibles receptores, terminaron por reducir al mínimo las posibilidades paraguayas, que tenía voluntad pero carecía de alternativas.

En la segunda parte, Paraguay decidió jugar un poco más adelantado, con Barreto y Figueredo un poco más conectados, pero Argentina no soltaba el balón y en su recuperación los paraguayos no contaron con la precisión necesaria para sacarle provecho. Entonces, las mejores opciones del equipo de Jara Saguier fueron los tiros libres. Ese adelantamiento del equipo de Carlos Jara Saguier corría el riesgo de convertirse en un arma de doble filo, pero no tenía otra opción. Mientras Bareiro y Giménez ponían a prueba a Ayala, Coloccini y Heinze, del otro lado del campo Argentina atacaba con cinco jugadores, aunque fallaba frente a la portería. El equipo de Bielsa tuvo no menos de cinco ocasiones para ampliar la cuenta y no pudo, lo cual mantuvo la expectación de la multitud hasta el minuto final debido a la estrecha diferencia a favor de los albicelestes en el marcador.