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La afición del Granca, lo mejor

Los minutos más bellos de la Copa del Rey de baloncesto

La celebración y el jolgorio de los canarios, el abrazo más sentido de Pete Mickeal, el ambiente en las calles de Vitoria...

Una Copa del Rey de baloncesto es una de las mejores experiencias que se puede vivir en el mundo del deporte. No sólo desde el lado del aficionado, sino también del de un periodista deportivo. Son cuatro días de adrenalina, como rezaba el lema de la competición; "la fiesta del baloncesto mundial", llegó a afirmar Boza Maljkovic, que de esto sabe un rato.

Son cuatro días en los que se vive un torrente de sensaciones sin frenos, muchas de ellas de alegría; otras, no tanto. Y si no, que le pregunten al aficionado del Real Madrid sobre el rebote de su exjugador Ante Tomic. Pero al final, las que quedan para el recuerdo son las buenas, las que terminan configurando una competición digna del mejor baloncesto del mundo. Y son muchas.

El "pío, pío" conquista a todos

Caprichos del destino, o no tanto, quisieron que la afición del Gran Canaria, la más jaranera, estuviera ubicada justo al lado de los palcos de prensa. Eso significó que todos los periodistas ahí presentes pudiéramos disfrutar desde muy cerca de sus hazañas, sus vivencias, sus alegrías en la victoria y sus alegrías en la derrota.

Desde el primer día, y eso que su equipo no jugaba, ya conquistó a todos con la originalidad de sus cánticos y el júbilo de los mismos. El Malaguita, todo corazón, era el líder. Nos cautivó a todos.

En cuanto su equipo entró en liza, el viernes ante el Bilbao, todo el estadio estaba con ellos. Y no sólo por el rival, ojo. En cuanto se logró la victoria, obligaron a los jugadores a volver al campo para celebrarlo.

Al día siguiente cayeron derrotados ante un Valencia Básquet muy fuerte, inalcanzable. No fue suficiente con hacer volver a los jugadores al parqué al concluir el partido. Tuvieron que subir hasta las gradas para saludar, abrazarse y, por medio de su capitán, dedicar unas palabras. Mientras, los periodistas asistíamos atónitos.

Eso no era todo. Poco después hicieron que Pedro Martínez, un hombre siempre muy formal, también subiera a la grada a saludar y a mandar un mensaje de agradecimiento. Estaba más que justificado.

Por eso, no es de extrañar que el domingo, a pesar de que la final la disputaban Valencia y Barcelona, se escuchara continuamente el "pío, pío". Y las voces no procedían sólo de los aficionados canarios...

Un abrazo sentido

A Pete Mickeal muchos le daban por acabado hace sólo unos días. A punto de cumplir 35 años, aludían a su DNI, y no a su rendimiento, para pronunciar tal frase. No sabían lo que hacían. Con tres partidos colosales, se convirtió en el MVP de la Copa del Rey. Casi nada.

Un galardón que merecía el bueno de Pete. En 2008, estando en Baskonia, fue de largo el mejor de la final. El decisivo. Ocho puntos en la prórroga ante el Unicaja, un tapón en la última jugada y 14 de valoración en esos cinco minutos que le dieron otra copa al TAU. Pero no fue elegido el MVP por una absurda razón. En los tiempos de la tecnología, las votaciones de la prensa tuvieron que realizarse con lápiz y papel durante el último cuarto del tiempo reglamentario. El premio fue para Teletovic.

Por todo esto, la elección de mejor jugador de la Copa del Rey recibida ayer por Pete Mickeal significaba mucho. Muchísimo. Por el pasado, por el presente, y por el futuro. No es de extrañar que nada más recibir el trofeo de manos de Su Majestad el Rey, se marchara a darle un sentido abrazo a David Carro, su agente y amigo desde hace muchos años. Ambos se deben mucho mutuamente.

El 'regreso' de San Miguel

Poco menos de un mes antes de arrancar la Copa el base del Valencia Básquet Rodrigo San Miguel sufría un fortísimo golpe durante un partido ante el Riga. Fue trasladado al hospital, pero las imágenes de su caída al suelo conmocionado llevaron a todos a temerse lo peor. Tras varios días bajo cuidados por una fractura vertebral, fue dado de alta. Y a Vitoria llegó con todo, destapándose como uno de los mejores jugadores de la Copa. Por eso, fue aclamado y vitoreado continuamente por su afición taronja, y por otra afición que no era la suya. ¿Adivinan cuál? Sí, la del Gran Canaria.

Un ambiente inmejorable

Pero no sólo en las gradas del espectacular Fernando Buesa Arena estuvo la fiesta, la alegría, la celebración, las emociones. También en las calles de una engalanada ciudad de Vitoria se vivieron muchos y muy grandes momentos.

El ambiente durante los cuatro días fue sensacional. Desde primera hora hasta la última –y muy última– todos los bares, restaurantes, tiendas... e incluso las mismas aceras estaban repletas de aficionados de los ocho conjuntos. Y todos vivían en armonía, sin importar la camiseta que llevaran puesta. Luego en la pista no había amigos, es evidente; pero en las calles todo y entre todos era buenrollismo.

Para más inri, la Copa coincidió con el Carnaval, que también tiene una gran celebración en Vitoria. Así que durante todo el fin de semana en el bonito centro de la ciudad podía contemplarse una bizarra perspectiva con dos sentimientos que podían sentirse como la continua lluvia sobre la piel: la felicidad y la pasión por ese precioso deporte llamado baloncesto.

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