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Alba Torrens, la estrella que no tenía prisa por brillar

La que hoy es la mejor jugadora de Europa ha crecido en el baloncesto con una toma de decisiones siempre sensata.

La que hoy es la mejor jugadora de Europa ha crecido en el baloncesto con una toma de decisiones siempre sensata.
Alba Torrens celebra un triunfo con su club infantil, el San José Obrero de Palma de Mallorca | LD (JMP)

-"Alba, quizá tiro piedras contra mi propio tejado, pero yo creo que ha llegado el momento de que des el salto. Echa cuentas, es lo que te interesa".

-"Carlos, me tengo que quedar un año más. Soy feliz aquí, sé que algún día me iré. Pero ya tendré tiempo de ganar dinero. Debo acabar este ciclo aquí".

En una cafetería de Vigo se produce esta conversación en el verano de 2008. Los protagonistas son Carlos Colinas, director deportivo de la sección de baloncesto femenino del Real Club Celta, y Alba Torrens, la gran perla de la cantera nacional, jugadora del club vigués y que acaba de concluir su segunda temporada en la entidad de la ciudad olívica. Un talento desbocado en la cancha que cuenta en ese momento con ofertas muy superiores a su sueldo en el Celta, procedentes de proyectos poderosos como Perfumerías Avenida de Salamanca, Rivas Ecópolis, u Hondarribia Irún. Pero Torrens, que apenas cuenta con 18 años, muestra una madurez en su discurso que impacta a cualquiera. Lejos de la tentación del dinero fácil, Alba no tiene ninguna prisa. Ahora, casi una década más tarde, Colinas evoca aquella charla con el diamante en bruto del baloncesto nacional, evolucionada hoy a la mejor jugadora de Europa, MVP del reciente Eurobasket: "Casi era yo quien la convencía de que tenía que irse. Pero escuchas eso de alguien a esa edad y dices, ¡Joder! Y se quedó un tercer año en Vigo renunciando a ofertas que alguna cuadruplicaba lo que cobraba. Tuvo muy claro siempre los inicios y finales de sus ciclos, luego hizo lo mismo en Salamanca y Estambul. No se mueve año a año buscando donde le paguen más. Eso confirma que humanamente es tan espectacular que como jugadora".

Y es que el sentido común, y la ausencia de prisa de ella misma y su entorno, han marcado desde siempre la carrera de Alba Torrens Salom (Binisalem, Islas Baleares, 30 de agosto de 1989). Una progresión que, de ser por el gusto de la protagonista, bien podía haber empezado en el balompié, siguiendo los pasos de su padre, marmolista de profesión, y futbolista amateur. Sin embargo, una pura cuestión antropométrica hizo que las cosas cayeran por su propio peso. Su profesor de educación física le abrió la puerta del Basquet Inca, y, tras alguna reticencia por las dudas futboleras, Torrens, una niña altísima en comparación con sus coetáneas, ingresó en la escuela de minibasket del citado club, si bien no echaría raíces allí, pues en su paso a infantiles fichó por San José Obrero, el gran equipo femenino de la época en Palma de Mallorca, por encima de un Inca con más arraigo en los hombres. Con apenas 12 años, daba el que no era sino el primer paso de muchos otros que la llevarían a la elite de su deporte.

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Alba Torrens, con la mano vendada, junto a su equipo infantil, el San José Obrero.

Recuerda Andrés Álvarez, uno de sus entrenadores en el San José, a aquella Torrens infantil. La define como "una jugadora especial, que destacaba en una generación enormemente trabajadora". Allí coincidiría en su primera temporada con Gaby Ocete, hoy también consolidada en la elite del baloncesto femenino español, con casi una década en la Liga Femenina. Un fenómeno poco usual, con dos futuras profesionales en un equipo infantil de Palma, que daba lugar a situaciones peculiares, y a éxitos deportivos. "Jugábamos una situación de mano a mano con Alba en el poste y Gaby como base, y lo hacían rapidísimo, era una pasada", evoca Álvarez. La propia Ocete señala que "no había apenas gente de su altura, sobresalía sobre todas. Y cuando éramos niñas, con toda la libertad del mundo, nos lo pasábamos pipa. Jugar con ella siempre ha sido súper fácil". Ambas formarían durante años sociedad, no sólo en el San José, donde apenas coincidirían un curso, sino también en las selecciones baleares y en las categorías inferiores de la española. "Todavía hoy cuando podemos y coincidimos nos vamos a tirar juntas", amplía Ocete.

En el segundo año de Torrens como infantil, ya sin la compañía de su socia habitual, los técnicos la colocaron directamente como base, invirtiendo en futuro y no esperando sólo resultados presentes, aprovechando su enorme superioridad física. "Para mejorar el manejo de balón y la dirección de equipo. Queríamos que no sólo anotara, sino que hiciera más cosas. Creo que fue un acierto, mejoró técnicamente", apunta su entonces entrenador. El talento descomunal que hoy demuestra a borbotones la actual jugadora del Ekaterimburgo ya empezaba a vislumbrarse. Apunta Ocete que "Alba tenía detalles que dejaban ver que iba a ser muy buena, que iba a estar entre las mejores. Desde pequeñita cualquiera que la viera jugar y correr sabía que iba a ser buena". Rápidamente, ante semejante exuberancia en la cancha, Torrens empezaría a competir con el cadete del San José, priorizándolo incluso en momentos respecto al equipo de su edad, si bien los campeonatos de Baleares y las fases sector previas al Campeonato de España, sí los jugaría en ambas categorías. Andrés Álvarez tiene claro que, si no jugó incluso más arriba, fue por la mera imposibilidad reglamentaria de subir dos categorías: "Alba hubiese sido importante con el juvenil también. Y a veces hacíamos la broma de que podía ser la base del equipo sénior". Palabras mayores hablando de una niña de 13 años.

Pero por cuajo e inteligencia en la cancha no sería. Cuenta Álvarez un momento que muestra bien a las claras que la hoy internacional española ya hace años que veía el baloncesto muy fácil. Se produjo durante un partido en FIDE, uno de los rivales clásicos del San José en la isla. "Era una pista exterior, y tenía unos tableros que tragaban mucho. Así que se dio cuenta de la situación, y se puso a calentar tirando triples frontales a tablero, y vio que la pelota caía muerta dentro. Metía, y metía. En el partido metió cinco triples a tabla. Era una pasada como entendía el juego", apunta el entrenador. Observación, inteligencia, y adaptación a las circunstancias. El baloncesto es para listos, y ya entonces Torrens revelaba que lo era. "¡Triples a tabla, así de buena era!", sentencia Ocete.

Empero, ir sobrada en el rendimiento no le hacía relajarse un ápice. Afirma Álvarez que "con 12 años, parecía que tenía 25. Era súper seria, súper profesional, nunca se perdía un entreno, trabajaba como la que más, y no por ser la mejor, ya con cierta diferencia en el segundo año, se perdía en el entreno. Y fuera de la pista era la bromista del equipo, muy divertida, cercana, y muy muy humilde, que es algo realmente importante".

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Gaby Ocete (I), junto a Alba Torrens.

Así que aquel San José ganó dos campeonatos infantiles de Palma y Baleares sin perder un solo partido, por más que clubes como San Agustín o Binisalem le complicaran lograr tal hazaña, especialmente en la primera temporada. El salto al siguiente nivel parecía inminente, y fue en el Campeonato de España selecciones autonómicas cuando la de Binisalem, además de la cántabra Laura Nicholls, y la gallega Tamara Abalde, rindieron por encima del resto, llamando la atención del Siglo XXI, el gran proyecto de formación del baloncesto femenino nacional, con sede en Barcelona. Y se produjo una llamada que, pese a los lógicos miedos del traslado fuera de casa con apenas 14 años, no hizo dudar demasiado a los Torrens Salom. "Lo tenía muy claro", recuerda Ocete. "Todas sabíamos que era el mejor sitio al que ir cuando eres joven. Y ella tenía claro que quería ser profesional y de las mejores", agrega. Álvarez, por su parte, recuerda darle un único consejo: "lo que le dije es que no cambiase ella. Tenía talento, tenía físico, pero lo que le podía hacer llegar era su cabeza. Era lo que le hacía especial".

El momento de iniciar el nuevo ciclo había llegado. Lejos de la isla, del sosiego y la paz familiar, pero de nuevo sin necesidad de ir más rápido de la cuenta. Afirma Gaby Ocete que "sus padres siempre fueron paso a paso, son gente muy humilde, no la presionaron. Así es como se acaba llegando". Barcelona era el nuevo hogar donde compaginar estudios con el baloncesto formativo de alto rendimiento en sesiones de mañana y tarde, empezando a abrir la puerta del profesionalismo. Los dos años de cadete y el primero de junior transcurrieron para Alba así en el Siglo XXI, convertida ya en referencia de las selecciones españolas de categorías inferiores, disputando minutos a buen nivel en la Liga Femenina 2 en su tercer año en la Ciudad Condal, y llamando ya la atención de la máxima división nacional.

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Alba Torrens, en su etapa en el Celta.

Así, en Vigo, el proyecto dirigido en los despachos por Carlos Colinas y en los banquillos por Miguel Méndez, puso sus ojos en Torrens, que acabaría llegando al Celta en el verano de 2006, sin cumplir aún los 17 años. Colinas, que la había entrenado como seleccinador en la categoría sub 16, rememora así las claves del fichaje: "Siglo XXI era un proyecto de cuatro años, pero empezamos a saber que ella no quería completar el último. A mitad de año le hicimos un planteamiento a los padres para que pudiera estar en Vigo, atendiendo a su formación, de entrar en dinámica de Liga Femenina 1, con un trabajo de mejora diaria, un poco lo que hacía en Barcelona, pero con el toque nuestro personal, compitiendo en el primer nivel ya en su último año junior". Hablamos, claro, de la LF1 de hace diez temporadas, sin discusión la mejor del continente, muy lejos de la situación actual. El gran rival del Celta para hacerse con ella fue el entonces subcampeón liguero, el Universitari de Barcelona, pero el componente formativo de la oferta gallega terminó por convencer a la balear. Una vez más, sin ansiedad por llegar al máximo nivel. Por más que, de nuevo, los hechos casi derrumbaran su paciencia: en el debut con el Celta, anotaría 18 puntos en la victoria en Ibiza ante el Santa Eulalia.

Tener paciencia con una jugadora de tal calibre, aún menor de edad, no era sencillo. Entregarse al peligroso resultadismo era tentador. Sin embargo, para un ojo entrenado, quedaba mucho trabajo para pulir a quien evidentemente ya era un diamante de alto valor. Colinas dibuja a "una jugadora totalmente diferente a todo lo que había en el baloncesto femenino. No era común, ni a nivel técnico, ni de creatividad, ni de físico. Cuando llega a Vigo está ya en 1´86 metros… Y ese cuerpo no estaba completado. Tácticamente tenía mucho recorrido por hacer, pero tenía una creatividad increíble en el 1x1". En lo negativo, señala los puntos a mejorar: "tenía carencias importantes sobre todo si visualizabas que iba a ser lo que es ahora, de las mejores de Europa: no explotaba nada el tiro exterior, no le gustaba nada jugar en la zona ni rebotear en ataque… No sacaba toda la ventaja de su cuerpo que podía sacar". En una nueva muestra de la enorme evolución como jugadora de una trabajadora incansable, en el pasado Eurobasket, Torrens concluyó con 17´8 puntos de media con un excelente 53.6% en triples (15/28), y 6.3 rebotes por partido. Números que reflejan un máximo aprovechamiento de su físico y su tiro exterior: misión cumplida, otra más.

No tardó pues, la de Binisalem, en convertirse en pieza trascendental del Celta. Tras su primera temporada, recibió tres ofertas importantes verdaderos buques insignia de la Liga Femenina. Uno de ellos, el Rivas Ecópolis, presidido por Alfonso Cabeza, que hoy considera que el rechazo a su propuesta fue debido a que "creo que le dio un poco de vértigo, no quiso cambiar año tras año, irse de Vigo tras sólo un año. Pero ya en la primera temporada se le veían fogonazos increíbles". Pero no, no había prisa. Nunca la hubo para Alba Torrens, que obvió el color del dinero porque tenía "que completar su proceso de formación, y en Rivas o Salamanca no lo iba a poder hacer", afirma Carlos Colinas.

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Torrens, durante el Europeo sub16 de Polonia en 2005, donde España logró el oro. | FEB

Así que su primer año como jugadora señor sería nuevamente en el Celta, donde coincidiría con un mito de la canasta femenina, la pívot bosnia Razija Mujanovic, por aquel entonces con la cuarentena de edad superada, pero aún determinante. No en vano, había sido durante años la mejor jugadora europea. Una de esas fusiones de rendimiento presente y futuro que no siempre funcionan bien, y en el que Carlos Colinas, al recordarlo, vuelve a destacar un cerebro muy remarcable en Torrens: "Alba fue muy lista, logró respetar el rol de Mujanovic y empaparse de ella. Y Mujanovic también se dio cuenta de que Alba era una niña, pero con un nivel extraordinario. Se manejó bastante bien aquello, el Celta fue siempre un club tranquilo. Pero podía haber sido complicado juntar a una tía de vuelta de todo con una joven así. Como Alba no fue pretenciosa, supo esperar su momento". Una vez más, la humildad por bandera.

Se llega así al verano de 2008, con Torrens consolidada como una de las mejores jóvenes de Europa. Cabeza de la generación española que logró la medalla de oro europea en Bielsa, Italia en 2004 (u16), en Poznan, Polonia en 2005 (u16), y en Tenerife en 2006 (u18), además de una plata en Novi Sad, Serbia, en 2007 (u18), y convertida en una jugadora ya importante en la máxima liga española, se produce aquella conversación en la cafetería viguesa. En Salamanca y Rivas suspiraban por hacerse con sus servicios, porque, como evoca Alfonso Cabeza, no había ya muchas dudas de que ahí podía salir la jugadora dominante de la próxima década: "lo teníamos bastante claro. Alba era una pasada, ya incluso de junior. Era Amaya Valdemoro mejorada, sin duda la heredera, estaba muy claro". Sin embargo, de nuevo madrileñas y salmantinas, entre otras, recibieron calabazas de la que hoy es la mejor baloncestista del Viejo Continente, con 27 años ya tercera máxima anotadora en la historia de la selección nacional, muy cerca ya de Betty Cebrián y algo más lejos de la propia Valdemoro. Colinas vuelve a remarcar su personalidad tranquila: "sus ganas de querer mejorar, de trabajar, su humildad y sobre todo su educación. Siempre ha tenido un entorno extraordinario a nivel familiar. Todo muy medido, muy coherente. Decide estar hasta tres años en Vigo, cuando tenía un talento espectacular, y el Celta no podía competir. Mucha coherencia. Si a ese potencial de jugadora, le añades eso, pensabas que podías estar ante lo que tenemos ahora. De hecho, cuando se fue de Vigo, lo hablamos entre nosotros, y dijimos que se nos iba la mejor de Europa. No sabíamos cuánto tardaría, pero lo iba a ser, salvo que se transformase. Pero lo tenía todo para serlo". Vaticinio cumplido, pero con la cocción necesaria, ni más ni menos. Siempre al dente.

Así que sería en 2009 cuando Alba Torrens finalmente se marcharía de tierras gallegas, en este caso al Perfumerías Avenidas salmantino. Aún hoy Alfonso Cabeza lamenta en parte aquel momento, basándose en que "la tuvimos muy cerca, pero la verdad es que Salamanca tenía más equipo con nosotros. Si nos hubiera pillado dos años después, ya con Laura Nicholls más asentada, nos la hubiéramos llevado seguro. Éramos un equipo en crecimiento, atractivo para jóvenes, pero Perfumerías , aunque no era Ros Casares, si era un equipo para crecer mucho, estaba un poco por encima de nosotros, y quizá le asustó más venir a Madrid que a Salamanca, tenía la cabeza muy bien amueblada". La calma, la paz interior, el huir de la ansiedad, siempre clave en la toma decisiones. La misma tónica durante toda una vida.

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Torrens, a la izquierda, junto a la selección u20 medalla de plata europea en Polonia en 2009. | FEB

Pasaron dos campañas en Salamanca, y el siguiente ciclo la llevaría a Estambul, con un ofertón del Galatasaray. Ahora, afrontará en la próxima temporada su tercer año en el Ekaterimburgo ruso, en plena madurez como jugadora, como líder de la mejor generación de la historia del baloncesto femenino español, que colecciona medallas en el último lustro: vigente plata olímpica y mundial y oro europeo, con una referente que, por su competitividad, y sobre todo por su entorno y toma de decisiones, recuerda firmemente a su más ilustre paisano: Rafa Nadal. Así, Carlos Colinas sentencia que "por lo que podemos conocer de Nadal, son como dos gotas de agua. La familia cercana a ella siempre, pero un paso a un lado. Su adaptación en Vigo, a una ciudad nueva, pero en un club joven, le ayudó, pero siempre estaba la sensación de que la familia no tenía prisa para nada en que ella alcanzara éxitos individuales, o tuviera grandes contratos".

Y es que, aunque sólo sea a veces, las cosas no pasan por casualidad en el mundo del deporte. La de Alba Torrens ha sido sin duda la mezcla ganadora en la coctelera.

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