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El día que Ronaldo perdió el Mundial, pero salvó la vida

"¡Ronaldo se muere! ¡Ronaldo se muere!" Fue lo único que acertó a exclamar Roberto Carlos cuando vio a su compañero de habitación tirado en el suelo.

"¡Ronaldo se muere! ¡Ronaldo se muere!" Fue lo único que acertó a exclamar Roberto Carlos cuando vio a su compañero de habitación tirado en el suelo.
Ronaldo Luiz Nazario da Lima, instantes antes de que comenzara la final. | EFE

"¡Ronaldo se muere! ¡Ronaldo se muere! Fue lo único que acertó a exclamar Roberto Carlos cuando vio a su compañero de habitación tirado en el suelo. Faltaban 24 horas para que se disputara la final del Mundial de 1998, pero eso ahora quedaba en un segundo plano. En un tercer plano. ¡Ronaldo se muere! Gritaba entre lágrimas el lateral del Real Madrid, mientras corría desesperado por el pasillo sin saber qué hacer.

"Estábamos acostados, cuando escuchamos los gritos de Roberto Carlos", cuenta Edmundo. "Corrí a su habitación y vi a Ronaldo retorciéndose en el suelo; se golpeaba los brazos contra las piernas, y de su boca salía espuma. Hacía un ruido muy extraño, como de querer respirar y no poder. Llegó Cesar Sampaio, agarré fuerte a Ronaldo y él le sujetó la lengua. Un segundo después llegaron los médicos".

El susto pasó. Ronaldo estaba vivo. Después de mucho, muchísimo tiempo inconsciente, pero vivo. ¿Qué había pasado? Mucho se ha dicho desde entonces. Más cuando se le vio bajando del avión tambaleándose, teniéndose que sujetar en la barandilla. Que si había sido un ataque epiléptico, que si había sido un desvanecimiento fruto de la elevada presión a la que estaba sometido…

Recientemente Bruno Caru, cardiólogo que se encontraba en la selección brasileña, afirmó que se trataba de un problema cardíaco: "Ronaldo estaba en la cama siguiendo una carrera de Fórmula 1, y una inclinación artificial del cuello comprimió el glomus carotídeo, un órgano responsable de regular el ritmo cardíaco y la presión arterial; la frecuencia cardíaca tuvo una caída que le provocó el desmayo y las convulsiones".

Sea como fuere, Ronaldo estuvo a punto de perder la vida, a sólo 24 horas de la final del Mundial. Una final que Ronaldo terminaría jugando –o por lo menos, estando en el terreno de juego- y perdiendo. Pero eso daba igual. Como confesaría tiempo más tarde el futbolista, "perdimos el Mundial, pero yo gané otra copa, la de la vida".

El planeta fútbol sigue creciendo

Francia fue la sede elegida para un Campeonato del Mundo que no dejaba de crecer. Por primera vez incluía 32 selecciones en la fase final. Eso permitió que equipos como Jamaica, Japón, Sudáfrica, Irán o Túnez debutaran o regresaran, muchos años después, a la competición.

Brasil, una de las grandes favoritas, superó la primera fase sin demasiadas dificultades a pesar de que su juego no fue precisamente brillante; más acertado anduvo Francia, que ganó sus tres partidos, demostrando que en su casa era candidata a todo; tampoco tuvieron demasiados problemas para pasar otras favoritas como Italia, Holanda, Argentina, o Inglaterra o Alemania donde, por cierto, Lothar Matthaus se convirtió en el futbolista con más partidos y más minutos jugados: 25 encuentros y 2048 minutos, igualando además a Carvajal con cinco mundiales disputados.

En el grupo de Alemania precisamente se produjo una de las imágenes más emotivas de la competición. En medio de un conflicto bélico entre ambos países, Estados Unidos e Irán se midieron en la segunda jornada. Antes del partido –que terminó 1-2 para los asiáticos- ambas selecciones se intercambiaron flores y banderines.

Otra decepción nacional

No puede decirse lo mismo de España. Nuevamente los de Clemente llegaban con la vitola de favoritos, y con las ganas de desquitarse de la eliminación ante Italia cuatro años antes, en lo que se consideraba una oportunidad inmejorable para ser campeona del mundo. Pero el papel de la selección nacional en Francia fue poco más que esperpéntico.

Encuadrado en un grupo que no parecía de los más complicados, con Nigeria, Bulgaria y Paraguay, el campeonato no pudo comenzar de peor manera: derrota por 3-2 ante el conjunto africano, y la imagen de Zubizarreta introduciéndose un balón en su propia portería como reflejo de la debilidad española.

Tocaba remontar el vuelo, y el rival parecía el indicado para ello: Paraguay. Pero nada más lejos de la realidad. España fue incapaz de lograr un tanto, y el partido terminó 0-0. Tocaba ganar a Bulgaria y esperar un resultado favorable en el Paraguay-Nigeria. Los de Clemente golearon, ahora sí, a su rival, al que le endosaron un 6-1; pero de nada sirvió, porque Paraguay se impuso a Nigeria, dejando a España fuera del Mundial a las primeras de cambio. Una enorme decepción. Otra más.

Una flecha llamada Owen

El choque estelar de los octavos de final fue sin duda el que enfrentó a Argentina con Inglaterra. No sólo por tratarse de dos de las selecciones más fuertes de la competición, sino por su reciente historial de enfrentamientos, que siempre garantiza mucho más que un partido. Fue, además, en partido en el que Michael Owen se dio a conocer al mundo entero con un soberbio golazo. El choque terminó con empate a dos en el marcador, y Argentina pasó a cuartos a través de la tanda de penaltis. Otra vez lágrimas inglesas.

Todos los favoritos fueron pasando, aunque Francia, sin Zidane, expulsado ante Arabia Saudí, necesitó de una prórroga –y del primer gol de oro de la historia de los mundiales, obra de Laurent Blanc- para eliminar a Paraguay. Nigeria, verdugo de España, se marchó escaldado en su duelo ante Dinamarca: 4-1 para los europeos. Croacia, debutante en la competición, se iba consolidando como la revelación del Mundial.

La gran sorpresa croata

Condición que refrendaría, y con creces, en los cuartos de final. Croacia pasó por encima de Alemania. La debutante le endosó un 3-0 a la tres veces campeona del mundo. Era la Croacia de los Prosinecki, Boban, Jarni, Stanic, Suker o Vlaovic. Un Prosinecki, por cierto, que se convirtió en el único jugador en la historia de los mundiales que marcaba para dos selecciones distintas: con Yugoslavia en Italia 90, y con Croacia en Francia 98. Para terminar de rizar el rizo, el bueno de Prosinecki no era nativo de ninguno de los dos países; había nacido en Schwenningen, Alemania.

No contenta con eso, Croacia enmudeció a todo el país de Francia en las semifinales, que le enfrentaban al anfitrión, quien venía de eliminar a Italia en los cuartos de final mediante la tanda de penaltis. Nada más comenzar el segundo tiempo Davor Suker adelantaba a los suyos en el marcador. Thuram, en el mejor partido de su carrera, le daría la vuelta al marcador con dos goles, para sellar el pase de Francia a la primera final de su historia. En casa.

Croacia se marcharía como la gran sensación del campeonato. Más después de imponerse a Holanda en la lucha por el tercer puesto. Nunca antes una selección debutante había llevado a cabo tan digno papel.

Otro espectacular Brasil-Holanda

Volvemos a los cuartos de final para recuperar la senda de la otra finalista, Brasil. Era, a priori, el gran candidato al título final. Con Ronaldo y Rivaldo en el ataque, no era para menos. Y jugaba bien al fútbol, como demostraba el 4-1 que le endosó a Chile en octavos de final. En cuartos, pero, ya sufrió más de lo esperado, frente a una Dinamarca que a punto estuvo de dar la campanada. 3 a 2, y gracias.

Más sufriría en semifinales para doblegar a Holanda. Una Holanda que con jugadores como Kluivert, Bergkamp, Seedorf o Cocu, se había cargado a Argentina –donde por cierto no estaba Redondo, supuestamente por no querer cortarse el pelo- en cuartos. Ronaldo adelantó a Brasil; Kluivert igualó poco antes del 90, y tuvo que ser en la tanda de penaltis donde la canarinha sellara su pase a la final. Otra más.

La exhibición de Zinedine

Con todo, Brasil seguía siendo la favorita. Pero a falta de 24 horas, todo cambió. El capítulo del desvanecimiento de Ronaldo, su imagen temblando a la llegada al hotel, y su supuesta suplencia –en favor de Edmundo- enrareció al equipo. Francia supo aprovechar la situación, y salió en tromba en busca del primer gol.

Antes de la media llegaba el 1-0; y al descanso el conjunto galo se marchaba ya con un 2-0. Dos goles de Zinedine Zidane que, aprovechando una de las pocas cualidades que no eran excelentes en su juego, el remate de cabeza, superó en dos ocasiones a Taffarel. Fue la consolidación definitiva del posteriormente jugador del Real Madrid como una de las grandes estrellas del fútbol mundial de todos los tiempos. Son pocos los que pueden afirmar que han marcado dos goles en una final, para llevar a su equipo a ganar el campeonato del mundo.

En la segunda mitad, Brasil fue incapaz de reaccionar, y Francia se limitó a controlar el marcador. Dos goles eran demasiada ventaja, y los de Jacquet jamás pasaron apuros. Antes al contrario, ya con el tiempo cumplido, llegó el tercero, obra de Emmanuel Petit, al aprovechar una contra perfecta.

Nunca sabremos qué hubiera pasado de no vivir Ronaldo el complicado capítulo que le afectó horas antes de comenzar la final. Tratándose del mejor futbolista del planeta, quizá el resultado en la final hubiera sido otro. O quizá no. Lo que sí sabemos, muchos años después, es que aquel día, aquel 11 de julio, Ronaldo perdió ya la final que se iba a disputar al día siguiente; pero probablemente, muy probablemente, ganó mucho más que una copa del mundo: la vida.

Ficha Técnica de la Final:

Francia, 3: Barthez; Thuram, Leboeuf, Desailly, Lizarazu; Deschamps, Petit, Karembeu, Zidane (Boghossian m. 57), Djorkaeff (Vieira, m. 75); y Guivarc’h (Dugarry m. 66). Entrenador: Aime Jacquet
Brasil, 0: Taffarel; Cafú, Junior Baiano, Aldair, Roberto Carlos; Cesar Sampaio (Edmundo m. 75), Dunga; Leonardo (Denilson m. 46), Rivaldo, Ronaldo y Bebeto. Entrenador: Zagallo

Goles: 1-0, m.27: Zidane; 2-0, m.45+1: Zidane; 3-0, m.90+3: Petit
Árbitro: Said Belqola (marroquí). Amarillas a a Deschamps (m.39), Karembeu (m.56) y Desailly (m.48 y 68) en Francia; y a Junior Baiano (m.33) em Brasil
Domingo 12 de julio de 1998, Estadio Saint-Denis, París. 80.000 espectadores

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