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Jorge Valdano y el abrazo más sentido de un Mundial

Su confianza estaba bajo mínimos. Trobiani le ayudó y Valdano se lo devolvió con un gol en la final. Un histórico gol y un histórico abrazo.

Su confianza estaba bajo mínimos. Trobiani le ayudó y Valdano se lo devolvió con un gol en la final. Un histórico gol y un histórico abrazo.
Jorge Valdano, instantes antes de marcar el histórico gol en la final ante Alemania.

"Tuve la suerte de ser un espectador de lujo, el mejor espectador de todo el planeta" comentaba Jorge Valdano sobre el gol de Diego Armando Maradona en el Mundial de 1986. El mejor de todos los tiempos. Sin embargo, para el argentino entonces jugador del Real Madrid, aquel Mundial sería recordado de una manera especial por otro detalle. Y no hablamos precisamente de la nimiedad de ser campeón del mundo.

Evidentemente, como confiesa el propio Jorge Valdano, aquella Argentina era el equipo de Maradona. Había demasiada diferencia entre el diez y el resto de la plantilla. En cuartos de final, 2-1 ante Inglaterra, con dos goles de Maradona; en semifinales, 2-0 ante Bélgica, con dos goles de Maradona.

Su compañero en el ataque no era poca cosa. Qué va. Jorge Valdano era en aquellos momentos futbolista del Real Madrid. Casi nada. Pero a su lado parecía un niño. Y una jugada estuvo a punto de minimizar su ya desgastada confianza. Otra maniobra imposible de Maradona en la banda diestra terminó con Valdano rematando a puerta vacía. El balón, pero, se marchó por encima del travesaño. Increíble fallo.

Trobiani, el mejor amigo

Nada más concluir el partido, Valdano se vino abajo. Aquel error, aquel imperdonable error, no se le marchaba de la cabeza. Se convenció de que, con todo lo que le había costado llegar hasta ahí, no iba a ser titular en la final del Mundial. Después de semejante fallo, ¿cómo iba a jugar la final? Imposible. Su cabeza desconectó. Dudaba de su calidad, de sus pies, del fútbol...

Marcelo Trobiani, su compañero de habitación en el hotel mexicano, lo detectó. Durante los cuatro días, eternos, de entrenamientos entre la semifinal y la final, se pasó todos los minutos pegado a él. Y le obligaba continuamente a gritar gol con rabia. Se abrazaban, saltaban, se tiraban al suelo, gritando gol como dos poseídos. Querían visionar el futuro, y querían que el futuro fuera ese.

Poco a poco, con esos gritos y esas celebraciones, Jorge Valdano fue recobrando la confianza. Una confianza que se multiplicó cuando descubrió que, efectivamente, iba a ser titular en la final. "Vas a meter un gol y lo vas a venir a gritar conmigo", le dijo Trobiani instantes antes de comenzar el partido. Y cuando se cumplía el minuto 55, Valdano recogió una pelota dentro de su propia área, y el sueño comenzó a hacerse realidad...

Un gol, un abrazo, la historia

Valdano arrancó la contra corriendo por la banda derecha como un lateral. Se la cedió a Maradona. Éste a Enrique. Enrique se la dio a Valdano, y de repente se encontró solo delante de Schumacher... lo cuenta él mismo.

Alguna vez dije que, en el camino, fui rezando una parca oración a la pelota que decía así: "Entrá, por favor". Pero la verdad es que, como en un accidente, me pasaron muchas cosas por la cabeza. Por ejemplo, el fallo que había tenido en semifinales y que había marcado la espera de la final… "Pero no debo distraerme"… En que esa jugada marcaría mi futuro porque, si entraba, sería un poquito más feliz el resto de mi vida, y si no entraba… "Pero tengo que concentrarme en la jugada"… En todo lo que me costó llegar hasta ese momento… "Pero, pensá en el tiro,pensá en el tiro"Fue tiro. Con el interior del pie derecho, no muy fuerte, muy pegado al poste. 2 a 0.

Y entonces, el delirio. Valdano gritó con el alma. Se giró hacia el banquillo, donde estaba Trobiani, y comenzó una apoteósica carrera hacia su compañero, hacia su amigo. Los dos se fundieron en un eterno abrazo. Un abrazo emotivo. Un abrazo lleno de sentimientos. Un abrazo que sólo habían imaginado en los mejores sueños. Pero en esta ocasión era real. Era el abrazo del Mundial.

El partido, la final, se lo terminó llevando Argentina. Por el resultado de 3 a 2. Los goles, por cierto, fueron obra de Brown, Valdano y Burruchaga. Demostrando que aquella selección argentina era algo más que Maradona y diez más. Maradona era el más grande, claro; y fue el Mundial de Maradona, sin duda. Pero la campeona no sólo era Maradona. Era mucho más. Entre otras cosas, el compañerismo de Trobiani que permitió recuperar a un futbolista para el momento más importante de su carrera; a un guerrero para la causa. El abrazo entre los dos lo significó todo: una Copa del Mundo.

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