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Uday Hussein, una década de torturas en el fútbol iraquí

El hijo de Sadam Hussein aplicó el terror en su máxima expresión en el mundo del deporte iraquí. Una derrota podía significar incluso la muerte.

El hijo de Sadam Hussein aplicó el terror en su máxima expresión en el mundo del deporte iraquí. Una derrota podía significar incluso la muerte.

La Copa de Asia es la competición por excelencia del continente asiático. En ella, cada cuatro años, se reúnen las mejores selecciones y, por ende, los mejores jugadores. Es un motivo de orgullo y alegría para todos ellos, que suelen ver cómo el torneo les sirve como escaparate para terminar recalando en algún equipo europeo.

Sin embargo, no siempre fue así. Al menos, para los iraquíes. Para ellos, hubo un tiempo en que jugar la Copa Asiática era más bien una pesadilla. Un tormento que podía terminar en tragedia. Y todo, por culpa de Udey Hussein, hijo de Sadam Hussein, quien llevo la sentencia "vencer o morir" hasta el extremo.

Más perverso que Sadam

Uday Hussein fue el primer hijo del dictador iraquí Sadam Hussein. Estaba destinado a ser el sucesor, pero desde su juventud decidió encauzar su vida hacia el sexo –en la mayoría de ocasiones violaciones- y los asesinatos. Tanto, que llegó a convertirse en un monstruo incluso para los estándares de su padre, quien llegó incluso a ordenar su encarcelamiento, asegurando que no sería él quien le sucedería.

Al contrario que su padre, Uday sí sentía afición por el deporte. O quizá significaba para él un simple método para obtener dinero y llevar a cabo sus severos castigos. Sea como fuere, a finales de los ochenta se autoproclamó presidente de la Federación de Fútbol de Irak, y poco después líder del Comité Olímpico Internacional. Una de las primeras medidas que adoptó fue echar a todos los miembros anteriores de dichas federaciones. Obvio.

En realidad, su interés por el fútbol ya venía de antes. Como relatan algunos futbolistas del país, estaba terriblemente desesperado por las victorias de la selección. Tanto, que era capaz de llamar a los jugadores al vestuario durante el descanso, asegurándoles que les cortaría las piernas si no lograban la victoria. Y debían creerle.

Y en cuanto se convirtió en el jefe de todo el deporte del país, comenzó a dar rienda suelta a sus ansias, y las amenazas se convirtieron en realidades. Comenzó a redactar unas cartas en las que se describían instrucciones sobre cómo se debía torturar a los deportistas tras una derrota, con detalles como cuántas veces debían ser golpeados, o cuántos perros debían soltar para atacarles.

Terribles torturas a futbolistas

Las cartas no eran broma. Las torturas, las terribles torturas, comenzaron a hacerse presentes. Las instalaciones del Comité Olímpico se destinaron a hacer de cárcel para aquellos atletas que no conseguían buenos resultados. Algunas oficinas se convirtieron en salas de tortura.

"Me torturaron hasta en cuatro ocasiones. Nos quitaron la ropa, nos metieron en una celda, y nos encadenaron tumbados. Nos golpeaban continuamente. Más de 20 latigazos al día. Nos tiraban líquidos ardiendo encima. Nos cogían y metían la cabeza en aguas putrefactas. Nos torturaban con aparatos eléctricos… y mientras, todo el tiempo se oía a Uday riendo. Sin parar de reír". Es Haydar Mohamad, quien relata lo sucedido después de que la selección de Iraq perdiera un partido ante Jordania en Amán en 1998.

Temor a las represalias

En el año 2001, poco antes de que terminara todo al fallecer Uday tras la ocupación americana, se disputaba también en Jordania un partido de clasificación para el Mundial de 2002. Era necesario ganar para tener opciones de acudir a Corea. Y tras empatar en el tiempo reglamentario, tocaba decidir el vencedor en la tanda de penaltis. Nadie se atrevía a ello. Sabían que errar significaría horas y horas de tortura.

Abbas Rahim Zair tomó la responsabilidad. "Si nadie se atrevía a lanzar, nos iban a castigar a todos". Falló. Tras el regreso del equipo a Irak, fue citado en las oficinas del Comité Olímpico. Le vendaron los ojos, y fue encerrado en una celda durante tres semanas, donde fue golpeado y humillado por los soldados iraquíes.

Imposible abandonar el fútbol

Otro que sufrió severas torturas fue Yasser Abdul Latif, capitán de la selección. Después de ser expulsado por golpear al árbitro, fue trasladado a Radwaniya, un campo de prisioneros de las afueras de la capital. Ahí fue internado en una celda de dos metros cuadrados, donde era obligado a realizar ejercicios físicos, y en cuanto mostraba los primeros síntomas de cansancio, se le aplicaban descargas eléctricas.

Así, durante dos semanas. Jamás se recuperaría del todo, ni psicológica ni físicamente. Afirma que se planteó dejar el fútbol, pero no le dejaron. No tenía alternativa. Si dejaba de acudir a los entrenamientos, sería acusado de opositor al régimen, y podría ser incluso ejecutado.

Severo castigo a los que salían

Jaffar era una de las estrellas de aquella selección iraquí y, por eso, era de los más castigados tras las derrotas. Sus múltiples encarcelamientos incluían descargas eléctricas, baños en aguas putrefactas, o mordeduras de perros. "Una vez Uday iba a por ti, ya no tenías escapatoria. La única forma en la que conseguí alejarme fue marchándome fuera a jugar".

Y en realidad, ni así. Porque tras firmar un contrato por cinco años con el Al-Rayyan qatarí, fue obligado a entregar el 40% de su salario a la federación, es decir, a Uday Hussein, quien aplicaba esa extorsión a todos los futbolistas que decidían salir al extranjero. "Ni siquiera nos dejaba retirarnos," explica Jaffar.

Pánico a jugar

También apunta Jaffar que nunca eran capaces de jugar correctamente debido a todas las amenazas y maltratos que recibían, lo que les hacía saltar al campo demasiado tensionados. Algo similar describe Abu Hier, portero de la selección, en el documental Uday Hussein’s Soccer Tiranny.

Afirma que durante un partido clasificatorio para el Mundial del 98 ante Corea del Sur, llegaron al descanso perdiendo por 1 a 0. Uday Hussein fue al vestuario, y les amenazó con estar un mes presos si no remontaban el partido. Recuerda Abu Hier cómo los jugadores salieron tamblando al terreno de juego. Terminaron perdiendo por 3 a 0.

En el regreso de la selección, les llevaron a todos, jugadores y cuerpo técnico, a una granja. Les dejaron durmiendo entre los animales, alimentándose de comida podrida y agua de zanja. A los 18 días de encierro, con la mayoría de futbolistas enfermos de cólera, fueron liberados. Uday les aseguró que lo hacía antes de lo previsto porque tenía miedo de que contagiaran a sus animales.

Escapando al control de la FIFA

Y es que estas amenazas no dejaban de sucederse, lo que impedía a los jugadores rendir en condiciones en los partidos. Siembre, bajo uno de los lemas preferidos de Uday. "En deporte, se puede ganar o perder. Pero si perdéis, sabéis que no volveréis a vuestras casas".

Por supuesto, las torturas que padecían los futbolistas eran conocidas fuera de Iraq. Pero siempre conseguían escapar de las investigaciones. Exfutbolistas describen cómo Uday y los suyos elaboraban perfectas estrategias –se habla incluso de sobornos- para engañar a los miembros de la FIFA que llegaban al país alertados por las denuncias. La mejor manera, escondiendo siempre a los futbolistas que aún tenían heridas y cicatrices de las recientes torturas.

Todo termina en 2003

Uday Hussein murió el 22 de julio de 2003, tres meses después de que comenzará la Segunda Guerra del Golfo. Fue durante un bombardeo norteamericano en la ciudad de Mosul. Acto seguido se abrió la puerta para reflejar al resto del mundo el horror en que se había convertido el deporte en Iraq.

Su muerte, no obstante, no hizo desaparecer el dolor causado durante sus años de dirigente, ni las secuelas de había dejado de por vida en cientos de deportistas. Pero sí permitió que el deporte iraquí comenzara a respirar ciertos aires de libertad.

Como si de unas palabras proféticas se tratara, Latif afirmó, después del primer partido sin la tiranía de Uday, que "gracias a Dios, hoy siento que tenemos libertad para expresarnos jugando a fútbol. Antes no podíamos. Siento que somos libres. Y daremos mucho más de lo que hemos dado en el pasado". Cuatro años más tarde, en 2007, la selección de fútbol de Iraq conquistaba por primera vez la Copa Asiática.

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