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La leyenda de Tostao, 'el Pelé blanco'

Considerado uno de los 20 mejores jugadores sudamericanos del siglo XX, el exdelantero brasileño se retiró con sólo 26 años por una lesión ocular.

Considerado uno de los 20 mejores jugadores sudamericanos del siglo XX, el exdelantero brasileño se retiró con sólo 26 años por una lesión ocular.
Tostao, durante la Copa del Mundo de México'70.

Ni el Madrid de los Galácticos, ni el Barça de Guardiola, ni el Milan de Sacchi... Cuentan los más viejos del lugar que el mejor equipo de la historia es la selección brasileña que ganó el Mundial de México'70, tras derrotar en la final a Italia (4-1), habiendo marcado nada menos que 19 goles en seis partidos. Un auténtico equipazo, dirigido por Mario Lobo Zagallo, que estaba formado por: Félix; Marco Antonio, Brito, Piazza, Carlos Alberto; Clodoaldo, Gerson, Jairzinho, Rivelino; Pelé y Tostao.

Era la tercera Copa del Mundo para Brasil con su líder, Pelé, cerca de su primera retirada. O Rei había deslumbrado al mundo en Suecia'58, con 17 años, y cuatro más tarde también salió campeón en Chile'62. Sólo se le resistió la Copa del Mundo a Edson Arantes do Nascimento en Inglaterra'66, donde Brasil tuvo su peor actuación en los veinte Mundiales disputados hasta la fecha, tras sufrir una auténtica encerrona, al no superar la fase de grupos: derrotas contra Hungría y Portugal, y una sola victoria frente a Bulgaria en el debut.

Tras el desastre en Inglaterra'66, Pelé renunció a la selección brasileña para centrarse en el Santos y dijo que no volvería a jugar la Copa del Mundo. Pero el genio de Tres Coraçoes cambió de idea en 1968 y, un año después, coincidiendo con la destitución de Aymore Moreira, volvió a enfundarse la Canarinha con el Mundial azteca casi a la vuelta de la esquina. Joao Saldanha, exentrenador del gran Botafogo de Garrincha, hizo una selección a su medida, pero acabaría siendo despedido tras poco más de un año en el cargo debido a su polémico carácter e ideología.

El Brasil de los 'cinco dieces'

En su lugar llegó Mario Zagallo, una figura sin tintes políticos, que precisamente había jugado en el Botafogo a las órdenes de Saldanha. Y el Lobo, por entonces un joven que aún no había cumplido los 40 años, terminó por conformar un equipo campeón, juntando a los cinco mejores futbolistas del país, cada uno de ellos portando el dorsal 10 en sus respectivos clubes: Pelé (Santos), Jairzinho (Botafogo), Gerson (Sao Paulo), Tostao (Cruzeiro) y Roberto Rivelino (Corinthians). Era el Brasil de los cinco dieces que, unos meses después, arrasaría en México.

De izquierda a derecha y de arriba a abajo: Carlos Alberto, Brito, Piazza, Félix, Clodoaldo, Everaldo, Chirol (2º entrenador); Jairzinho, Rivelino, Tostao, Pelé y Paulo César

Como César Luis Menotti afirmó en su día: "Brasil presentó un equipo formado por cinco números 10, cinco monstruos que en sus clubes eran los dueños de la manija. Fue revolucionario en un momento en el que el valor-equipo parecía haber terminado con el valor-hombre. Zagallo juntó a los mejores jugadores que tenía sin preocuparse por la función o el puesto que tenían en sus equipos. Eran los mejores y tenían que jugar. ¿De qué? ¿Con qué plan? Dentro de la cancha se vería. Y se vio. De una manera que el mundo del fútbol no podrá olvidar nunca". Y uno de esos cinco dieces que caló especialmente en el Flaco fue Tostao: "Si Pelé no hubiera nacido, Tostao sería Pelé".

Una exitosa pero breve carrera

Pero, ¿cómo jugaba Tostao? Jugaba de delantero, como complemento de Pelé en la selección brasileña, donde lucía el dorsal 9, aunque ni mucho menos era un nueve al uso. "Yo destacaba por los pases, los regates en corto, la llegada al área para marcar y, principalmente, mi capacidad de anticipar las jugadas", explica el exjugador en su libro Tostao: recuerdos, opiniones y reflexiones sobre el fútbol, publicado por DBA en 1997. Fue, en definitiva, un zurdo dotado de una gran habilidad y pegada, magníficos pases, una imaginación sin límites dentro del campo y, sobre todo, una excepcional visión de juego.

En realidad, la leyenda de Eduardo Gonçalves de Andrade –así se llama realmente el personaje en cuestión– empezó a forjarse en Belo Horizonte el 25 de enero de 1947. El día que llegó al mundo. Pronto se unió a una pelota en las canchas de Minas Gerais. Era un niño delgado y solía jugar con chicos más grandes y mayores, de ahí que empezara a recibir el nombre de Tostao, que era como se llamaba a la moneda más pequeña –y de menor valor– de Brasil en la década de los 50.

El joven Eduardo hizo sus pinitos jugando al fútbol sala cuando todavía era un crío y fue en 1964 cuando dio el salto profesional con el Cruzeiro, el club más importante de su Belo Horizonte natal. Tenía sólo 17 años. Los éxitos no le tardarían en llegar a Tostao, que dos años después debutaba con la selección brasileña y acudió a disputar la Copa del Mundo en Inglaterra.

Tras la decepción que para Brasil supuso el torneo inglés, el delantero se centró en el Cruzeiro y, meses después –concretamente en noviembre–, conquistó el Campeonato Brasileño (Taça Brasil) tras derrotar al Santos de Pelé en los dos partidos de la final (6-2 y 2-3). Un equipo en el que, además de Tostao, también figuraban Dirceu Lopes, Piazza, Procópio, Evaldo y Hilton Oliveira. Al final del encuentro definitivo, Tostao fue fotografiado con una corona y un periódico de Belo Horizonte, al día siguiente, titulaba: "El nuevo rey del fútbol". Palabras que indignaron a la estrella y capitán del Cruzeiro al entender que se estaba menospreciando a toda una leyenda como Pelé: "Cuando vi la foto al día siguiente, sentí una gran vergüenza".

Tostao, besando la Taça Brasil en noviembre de 1966

Además de la Copa, Tostao también conquistó cinco títulos consecutivos (1965-69) del Campeonato Mineiro con la Raposa, que es como se conoce al Cruzeiro.

Dramática retirada

Pero la carrera de Tostao sufrió un duro revés el 24 de septiembre de 1969 en Sao Paulo. Aquella tarde, el Corinthians recibía en su campo de Pacaembú al Cruzeiro. En un lance del partido, el defensa Ditao soltó un balonazo que involuntariamente impactó en el ojo izquierdo de Tostao. Fue el principio del fin de la carrera del delantero y, posiblemente, el desprendimiento de retina más tristemente famoso de la historia del fútbol.

La carrera y la vista del capitán del Cruzeiro estaban en serio peligro. "Intenté estar tranquilo. Al principio sufrí mucho con la incertidumbre, pero fui convenciéndome de que todo saldría bien", explicaría años después Tostao. "Empecé a hacer planes: operación a principios de octubre, seis meses de recuperación, regreso a los entrenamientos en abril y en junio estaría en el Mundial".

Tostao, con un parche en el ojo tras el balonazo de Ditao

Y así ocurrió. Tostao se desplazó a Houston para ser intervenido por el doctor brasileño Roberto Abdalla Moura, que llevaba años viviendo en Estados Unidos. La operación se desarrolló con éxito. Sin embargo, meses después, justo antes de regresar a Texas para someterse a los exámenes finales del ojo y a pocos días del inicio del Mundial, el futbolista hizo una auténtica locura: fue a Disneyland en Los Ángeles y, por su cuenta y riesgo, sometió a su retina operada a una prueba de fuego... ¡subido en una montaña rusa! Afortunadamente para él, la cosa salió bien y los médicos le dieron el alta.

Así, Tostao pudo recuperarse a tiempo para disputar el Mundial de México'70. Un torneo, además, en el que marcó tres goles –a destacar el primero de los dos que le hizo en cuartos de final a la selección peruana de Teófilo Cubillas y el Cholo Sotil (4-2)– y del que fue elegido como mejor jugador. Increíble pero cierto. Parecía un milagro que Tostao no sólo jugara el torneo, sino que además lo ganara con una destacadísima actuación. Y tras ganar la Copa, en un gesto que le honra, regaló su medalla de campeón al doctor Moura, que meses atrás le había operado en Houston.

Tostao sigue su carrera en el Cruzeiro hasta que en abril de 1972 decidió fichar por el Vasco da Gama, en lo que fue la mayor transacción entre clubes brasileños hasta la fecha. Sin embargo, su aventura en el club de Río de Janeiro sólo duraría diez meses: una inflamación en la retina operada tres años y medio antes llevó al jugador nuevamente a Houston. Allí recibió el durísimo diagnóstico del doctor Moura: "No apto para jugar al fútbol debido a condiciones visuales no idóneas para la profesión, con riesgo de perder totalmente la visión del ojo izquierdo". Tostao marca el último gol de su carrera el 10 de febrero de 1973. Diecisiete días después, tras un amistoso contra Argentinos Juniors, anuncia su retirada después de haber marcado 300 goles en su carrera, 36 de ellos en 65 partidos con la selección brasileña.

Punto y final a la carrera de un genio, tanto dentro como fuera de las canchas; a la de un talentoso futbolista al que le sobraba visión de juego pero al que, ironías del destino, la vista le haría retirarse demasiado joven, con sólo 26 años. "Tenía varios defectos que fueron disminuyendo a lo largo del tiempo, gracias a muchos entrenamientos diarios: casi disparaba sólo con la pierna izquierda, cabeceaba mal, con los ojos cerrados, tenía poca velocidad en los espacios medios y largos, chutaba flojo desde fuera del área. Mi técnica, mis condiciones atléticas y mi velocidad no conseguían seguir a mi raciocinio. Pensaba rápido, pero muchas veces no hacía lo que quería. Pero sí practicaba mucho la autocrítica, siempre pensaba que podía jugar mejor", explica en su libro de 1997.

Tras colgar las botas, Eduardo Gonçalves de Andrade hizo la carrera de Medicina, especializándose curiosamente en Oftalmología, y trabajó como médico y años después como profesor de semiología –estudio de los síntomas del dolor– en la Facultad de Ciencias Médicas de Belo Horizonte. El fútbol había quedado completamente aparcado en la vida de Tostao.

Hasta 1994. El excampeón del mundo, entonces con 47 años, decidió aceptar una invitación para viajar al Mundial de Estados Unidos como columnista y comentarista de medios brasileños, gracias a la mediación del periodista Luciano do Valle. Y allí, en el Cotton Bowl de Dallas, el 8 de julio –en la víspera del partido de cuartos de final entre Holanda y Brasil (2-3)–, Tostao pudo conocer a su otro gran ídolo además de Pelé. "Estaba yo solo en la cafetería del centro de prensa y un señor más viejo, un poco gordo, se me acercó y me pidió permiso para hablar conmigo porque quería conocerme. Su nombre: Alfredo di Stéfano, mi ídolo, uno de los mejores delanteros del mundo de todos los tiempos", relató.

Tostao, en una imagen actual. | blogdopaulinho.wordpress.com

Fue el impulso definitivo para que Tostao regresara al mundo del fútbol tras más de dos décadas retirado. Esta vez, desde el otro lado de la barrera, llegando a ser considerado actualmente uno de los comentaristas deportivos más respetados de Brasil. Sus crónicas y opiniones en Folha de Sao Paulo son elogiadas por su fina pluma y sensatez. En su último artículo, Revelaciones y recuperaciones, habla de la actual selección brasileña de Dunga. El fútbol está de enhorabuena porque recupera a Tostao, un genio sobre el verde y también lejos de él.

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