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La Lazio del 74: fútbol y pistolas, gloria y muerte

Jamás un vestuario había estado tan dividido. Jamás un equipo había amado tanto las armas. Jamás la Lazio había ganado la Liga...

Jamás un vestuario había estado tan dividido. Jamás un equipo había amado tanto las armas. Jamás la Lazio había ganado la Liga...
La plantilla de aquel año | Archivo

La Lazio de la temporada 1973-1974 ha pasado a la historia. Liderada por el brillante entrenador Tommaso Maestrelli, un genio a la hora de dirigir un vestuario, consiguió lo que parecía un imposible: el título de liga por primera vez en su historia, sólo dos años después de ascender a la primera división italiana.

Pero no sólo por eso parecía un imposible. Lo cierto es que era un equipo tremendamente dividido en dos bandos por sus ideologías, en una complicada sociedad romana en la que las armas, el terrorismo y la violencia callejera eran lo cotidiano. Por eso, también ha pasado a la historia.

Un equipo bello

Todo empezó tres años antes, en la temporada 71-72, con la llegada a su banquillo de Tommaso Maestrelli, un entrenador bien valorado entonces en el fútbol italiano pero que no había tenido la oportunidad de dirigir a un grande. Su desembarco en el conjunto lacial era con un objetivo claro: ascender al equipo a la Serie A.

Junto a él llega Chinaglia, su delantero de confianza en el Foggia, de donde procede Maestrelli. Y juntos logran en aquel primer año el ascenso, con relativa facilidad. Su regreso a la máxima categoría del fútbol italiano fue brillante: se mueve durante todo el curso en las primeras posiciones, hasta el punto de jugarse el título en la última jornada con Juve y Milan.

De hecho, al descanso era virtualmente campeón, pero en los últimos minutos termina sucumbiendo ante el Nápoles, lo que unido a la victoria de la Juventus ante la Roma (que plantó poca cara, todo sea dicho) deja a la Vecchia Signora conquistando el scudetto.

El año siguiente iba a ser el año justo. Prácticamente toda la temporada en la primera posición, para terminar conquistando su primer título (actualmente tiene dos), y con Giorgio Chinaglia como máximo goleador de la competición, con 24 dianas en 30 encuentros.

Era toda una hazaña, un equipo de bajo presupuesto, sin estrellas, sin casi internacionales, prácticamente recién ascendido, se proclamaba campeón de la liga italiana por delante de la Juventus de Zoff, Gentile, Rossi o Capello, y del Inter de Boninsegna, Scala o Facchetti. Rivera.

Y lo hacía practicando un fútbol elegante, entusiasta, nada habitual en la Italia de aquella época. Como dijo uno de los cronistas coetáneos, era "la Holanda antes de Holanda". Fue, sin duda, un equipo que dejó un inmenso recuerdo en todo el país

Un equipo maldito

Pero aquel Lazio campeón no será recordado sólo por su brillantez en el terreno de juego. Ni mucho menos. Eran años complicados en Roma, donde el caos provocado por grupos de extrema izquierda y extrema derecha creó un clima de violencia que marcó una generación. Lo habitual era salir a la calle con pistola. Los jugadores de la Lazio no eran una excepción. Las tenían en el vestuario.

Como la sociedad, el equipo también estaba dividido en dos bandos. Pero no en sentido figurado. Cada uno tenía su vestuario propio. Un bando era dirigido por Chinaglia, quien nunca ocultó su simpatía por el Movimiento Social Italiano, de extrema derecha. El otro, era dirigido por Luigi Martini y Re Cecconi, más conservadores. Ninguno podía entrar en el vestuario del otro. En la mesa nunca se sentaban juntos.

Guy Chiappaverte, prestigioso periodista italiano y autor del libro Pistolas y Balones, define aquella Lazio como "un equipo de locos, salvajes y sentimentales, simpatizantes fascistas, pistoleros, jugadores de azar y bailarines de club nocturno, con dos vestuarios. Quien entraba en el vestuario erróneo, corría el riesgo de encontrarse con la amenaza de una botella rota bajo el cuello".

"Llevábamos pistola casi todos – relata D’Amico, el futbolista más joven de aquella plantilla- y había dos bandos divididos. En los hoteles ni nos veíamos. Eso sí, en el campo éramos sólo un equipo. Si en un partido alguien le hacía daño a Chinaglia o Wilson, que eran de su clan, Martini y los suyos se comían al que lo hubiera hecho. Luego, durante la semana, ni nos hablábamos".

No es de extrañar que los partidillos de los entrenamientos se convirtieran a menudo en batallas, hasta el punto de que los tiffossi acudían en masa para contemplarlos. Pero no es menos cierto que luego, cuando llegaba el partido del domingo, era un equipo unido en pos de la victoria. No se entendería el título del 74 si no fuera así.

Maestrelli era el autor de aquella imposible conjunción. Con su carácter duro pero flexible, era el hombre que sabía combinar los dos clanes del equipo. Por eso, cuando le detectaron un tumor en el hígado que le obligó a abandonar los banquillos, el equipo se deshizo. Con su marcha, las relaciones se volvieron insalvables. Hasta el punto de que la Lazio estuvo a punto de descender al año siguiente.

Un final demasiado paradójico

A la marcha y posterior muerte de Maestrelli, y a la salida de Chinaglia al Cosmos estadounidense junto a Pelé, se unió otro fatídico episodio a comienzos de 1977. Re Cecconi, el más pacífico y sosegado de la plantilla, apodado "el sabio" por sus compañeros, fallecería de manera abrupta.

La versión oficial, pese a que ni familia ni compañeros de equipo la aceptan, cuenta que acompañó a su compañero de equipo Ghedin a una joyería. Allí, al entrar, se le ocurrió gastar una broma. "Todos quietos, esto es un atraco", dijo. Acto seguido, el joyero, Bruno Tabocchini, le disparó, causándole una muerte inmediata. Acabó siendo absuelto alegando que actuó en legítima defensa.

Ahí, como reconocen los propios futbolistas, terminó todo. Tan rápido como el equipo había alcanzado el éxito, desapareció en lo más hondo. El equipo de las pistolas, después de tantas bromas de mal gusto con ellas en el vestuario, había muerto por una pistola. Aquel disparo a Re Cecconi, aquella muerte de Re Cecconi, simbolizó el final de la mejor y más díscola Lazio que jamas se haya visto.

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