José Luis Rubí intenta cambiar la cara de un Sporting que sigue navegando por la mediocridad en este curso futbolístico 2016/17. El exentrenador de Levante y Real Valladolid, entre otros, ha tomado una insólita decisión: cerrar las puertas del vestuario a toda persona ajena a plantilla y cuerpo técnico. Ni médicos, ni utilleros, ni el delegado Mario Cotelo... ni siquiera el capellán Fernando Fueyo, que desde hace 20 años hacía rezar a la plantilla un Padre Nuestro en los partidos disputados en el Molinón para pedir ayuda divina.
No se sabe si por un tema de creencias, de intentar dar un golpe al destino, para intentar mantener una concentración plena antes de los partidos o por superstición, pero el caso es que mientras Rubí sea el entrador del equipo gijonés, el capellán no volverá a rezar junto a la plantilla.
El pasado fin de semana, Fueyo ya no entró en el vestuario antes del partido ante el Alavés en el Molinón. ¿El resultado? Los vitorianos ganaron 2-4 a los rojiblancos.
La medida no ha gustado nada entre la afición sportinguista que considera a Fueyo como un símbolo del club.