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Los atentados, una continua pesadilla en el deporte

Juegos Olímpicos, partidos de fútbol, matanzas en estadios... el mundo del deporte lleva 40 años siendo blanco del terrorismo.

Juegos Olímpicos, partidos de fútbol, matanzas en estadios... el mundo del deporte lleva 40 años siendo blanco del terrorismo.

Las dos explosiones sufridas ayer en la meta del maratón de Boston, uno de los más importantes del planeta, ha dejado, de momento, tres muertos y más de cien heridos. Pero también ha abierto una sensación que, por desgracia, cada cierto tiempo se revela: el deporte es demasiado goloso para este tipo de atentados.

En los eventos deportivos se producen aglomeraciones masivas, tanto de participantes (ayer se estima que había unos 20.000) como de aficionados (unos 500.000); además, suelen ser al aire libre, con las dificultades que eso implica en cuanto a control y seguridad. Y, por ende, en centros urbanos. Un cóctel demasiado tentador...

La primera sensación de pánico en el mundo del deporte se vivió, probablemente, en los Juegos Olímpicos de Munich, en 1972. Ahí, el grupo terrorista palestino Septiembre Negro, que reclamaba la liberación de 234 prisioneros alojados en cárceles israelíes, atacó la residencia del equipo de Israel en la Villa Olímpica, matando a dos deportistas y tomando a otros nueve como rehenes. Posteriormente, un asalto fallido de la policía alemana para rescatarlos se saldó con 15 muertos más; nueve israelíes, cuatro palestinos, un policía y un piloto de helicópteros. Aquel suceso ha quedado para siempre en el recuerdo del deporte como la masacre de Munich.

También en los Juegos Olímpicos, y también en Estados Unidos, se vivió otro mazazo. Fue en Atlanta 96, cuando una bomba en los alrededores del Parque Olímpico provocó la muerte de dos personas –un cámara de la televisión turca, y un aficionado– y más de cien heridos. Aún así, el COI respondió con firmeza, afirmando que esas acciones no iban a detener los Juegos, e incluso a lo largo del mismo día se continuaron disputando las pruebas previstas. Pero el pánico ya estaba sembrado otra vez.

Un maratón más mortal

El antecedente de un atentado en una prueba de maratón se vivió en Sri Lanka en 2008. Una explosión, atribuida a la guerrilla tamil, instantes antes de que fuera tomada la salida, dejó 14 personas muertas, entre ellas un ministro del gobierno y un exatleta olímpico, y otras 90 heridas con diversas consecuencias.

Aunque quizá el atentado más sangriento fuera el de Pakistán en 2010, cuando un vehículo entró en un pabellón el que se estaba disputando un partido de voleibol para detonar artefactos y provocar una masacre que dejó 88 muertos.

También en Pakistán, en Lahore, se vivió un capítulo negro cuando, un año antes, se produjo un asalto terrorista al equipo de críquet de Sri Lanka, que se iba a enfrentar a la selección local. Varios hombres entraron en el estadio y comenzaron a disparar, dejando ocho muertos y seis heridos.

El fútbol no se escapa

Como no podía ser de otra manera, el fútbol tampoco ha sido inmune a este tipo de atentados. Uno de los más trágicos se vivió en 2010 en Irak, cuando un coche bomba irrumpió en el estadio de Tel Afar cargado de explosivos y produjo una gran explosión. A continuación, cuando la gente se arremolinaba para ayudar a las primeras víctimas, un suicida detonó su cinturón de explosivos, provocando un total de 25 fallecidos y 120 heridos.

Ese mismo año impactaron de igual manera las imágenes de la guerrilla independentista Frente de Liberación del Enclave de Cabinda angoleño, que asaltó y tiroteó el autobús de la selección de Togo cuando se dirigía al país para la disputa de la Copa de África, provocando tres muertos y cinco futbolistas heridos. "Nos han ametrallado como perros", señaló uno de ellos, el delantero Thomas Dossevi. Togo se retiró de la competición, y fue sancionado duramente por ello.

En España también se han vivido algunos casos, aunque por fortuna no hay que lamentar muertes. El 1 de mayo de 2002, cuando debía disputarse el partido de semifinales de la Copa de Europa entre el Madrid y el Barça en el Santiago Bernabéu, un coche bomba de ETA cargado con 20 kilos de cloratita explosionaba en el Paseo de la Castellana, dejando 16 heridos leves y multitud de daños materiales. Posteriormente se desactivó otro coche bomba muy cercano al estadio después de la llamada del grupo terrorista al diario Gara.

El partido se terminó disputando, pero dos años después, el 12 de diciembre de 2004, se vivió otro episodio que sí supuso la cancelación del encuentro. Cuando faltaban seis minutos para terminar el duelo entre el Real Madrid y la Real Sociedad, un aviso de bomba obligó a desalojar el estadio. El movimiento se realizó con maestría, con una velocidad y coordinación inusitada, y al final todo quedó en un susto.

Hace poco menos de tres meses se vivió el último atentado contra el deporte. Fue en el Líbano, donde varios terroristas asaltaron el convoy del ministro de deportes del país, Faisal Karami. Pudo salir ileso, aunque sí hubo varios heridos. Menos suerte tuvo el presidente de la Federación de Fútbol de Somalia, Mohamed Mur, y el del Comité Olímpico del país, Ají Yabaron, quienes fallecieron junto a otras ocho personas el explosionar una bomba en el Teatro Nacional de Mogadiscio en un atentado que iba dirigido contra las autoridades deportivas de Somalia. Fue el 5 de abril de 2012.

Por no hablar, claro, de los peligros de atentados terroristas que se vivieron durante los últimos años en el Rally Dakar, que llevó incluso a suspender la carrera en 2008 por las amenazas, y que terminó llevando a la prueba a Sudamérica.

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