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Sochi, un búnker para los Juegos Olímpicos

La prohibición de manifestaciones y la amenaza terrorista han convertido a la sede olímpica en una de las ciudades más controladas.

Más de 50.000 millones de euros han convertido los de Sochi en los Juegos Olímpicos más caros de la historia. Son el proyecto personal de Vladimir Putin, una vía para abrir Rusia al mundo y una demostración de fuerza y poder en el panorama internacional. La disputa de los Juegos de Invierno en la ciudad-balneario son la gran apuesta del país, que ha encontrado en la organización eventos deportivos el camino para recuperar su relevancia como potencia mundial.

Sin embargo, la polémica y la controversia generada en torno a las leyes rusas amenazan con empañar la cita deportiva. Sochi se ha convertido en el centro de las críticas bajo la losa de las acusaciones de intolerancia y censura. La polémica ley para prohibir la propaganda homosexual que se promulgó en 2013 se ha convertido en el quebradero de cabeza de Putin. Las acusaciones de homofobia y persecución a los homosexuales se extendieron por todo el mundo, y entre los dirigentes rusos se despertó el temor de que los Juegos se convirtiesen en una plataforma de reclamación pública de los derechos de los gays.

Numerosos deportistas manifestaron públicamente su rechazo a la ley y las protestas se sucedieron por todo el país. La polémica ya saltó en los Mundiales de Atletismo de este verano por el controvertido beso entre las relevistas rusas y el asunto no ha hecho más que crecer, ayudado por las declaraciones del propio Putin y el alcalde de la ciudad. El presidente ruso aseguró que los homosexuales son bienvenidos "siempre que dejen en paz a los niños" y el alcalde afirmó que en Sochi no hay gays.

Numerosas denuncias

Las organizaciones por los derechos humanos y la oposición han levantado la voz contra el gobierno de Putin, al que se le acumulan las denuncias no solo en lo que se refiere a los derechos de los homosexuales. Human Rights Watch alertó de las condiciones laborales de los trabajadores que han construido las instalaciones y del daño medioambiental que había supuesto la instalación de las infraestructuras. Además, esto se une a la denuncia que hicieron dos periodistas noruegos sobre la persecución que sufrieron en su viaje a la ciudad para investigar sobre lo sucedido y la enorme censura que se ha impuesto.

Precupados por que los juegos se convirtiesen en una plataforma para que los deportistas se rebelasen contra esta situación, desde Rusia se trasladó la presión al Comité Olímpico Internacional (COI). El organismo se apresuró a advertir a los deportistas de que en ningún caso pueden manifestarse en el podio y trasladó la directiva a los comités nacionales. Algunos de ellos, como el británico, se dirigieron directamente a sus deportistas para pedirles moderación y el tema se ha convertido en un tabú incómodo para algunos deportistas como el abanderado español, que aconsejó que los gays "se corten" en unas polémicas declaraciones forzadas por la situación.

Amenaza terrorista

La falta de grandes mandatarios en la ceremonia inaugural da muestras de que Sochi se ha convertido en un lugar incómodo. No obstante, algunas delegaciones han decidido responder a la política homófoba rusa. Estados Unidos ha apostado por que sus embajadores sean tres deportistas homosexuales, Billie Jean King, Caitilin Cahow y Brian Boitano, mientras el ministro de Sanidad noruego, Bent Hoeie viajó con su marido.

Por si fuera poco, la preocupación de Putin no se queda ahí. La amenaza terrorista sobre Sochi es latente y algunos gobiernos han alertado del riesgo en el que está inmersa la ciudad. Por ello, 60.000 hombres armados velan por el control de esta tranquila ciudad, que pretenden convertir en una capital turística. Los controles para moverse son numerosos y el dispositivo de seguridad ha convertido a Sochi en un búnker a prueba de terroristas y manifestaciones.

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