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El deporte español y su síndrome de Diógenes

Antes de dejarse caer, muchos de ellos se aferran a un clavo ardiendo de máximo riesgo. Si no ganas, no eres nadie.

Antes de dejarse caer, muchos de ellos se aferran a un clavo ardiendo de máximo riesgo. Si no ganas, no eres nadie.
Marta Domínguez, exatleta española. | Archivo

Parece que la Federación Española de Atletismo no ve señales de sanción en las anomalías detectadas en el pasaporte biológico de Marta Domínguez, allá por el año 2009, cuando se proclamó Campeona del Mundo de 3000 obstáculos en Berlín. ¿Les ha sorprendido a ustedes esta resolución? A un servidor no, ni de lejos. Y francamente, es para llorar.

La figura de Marta Domínguez ha significado demasiado para el deporte español, especialmente en su versión femenina, como para que seamos nosotros mismos quienes la hagamos caer, pensarán algunos. Pero, una vez más, con esta resolución se alienta a todos aquellos que siguen pensando que España es un paraíso para el dopaje. No es para menos, por otra parte. Todos nos emocionamos con aquella Marta Domínguez que en 2008 rozó una medalla olímpica en Pekín, pero que cayó al suelo en la última vuelta cuando parecía que lo tenía en la mano. Pero eso no justifica mirar para otro lado en este caso, ni mucho menos.

Los deportes de componente claramente aeróbico siempre estarán bajo sospecha. Atletismo, ciclismo, natación. Ejercicios físicos donde la técnica o la estrategia de carrera es importante pero donde lo más importante es estar a tono físicamente. Y en los que sabes que, en muchos casos, el 100% de tu potencial físico no es suficiente para ganar a los mejores, sino sólo para ser uno más, lo que te puede obligar a tener un plus si la presión por ganar a la que te ves sometido te supera. Signifique lo que signifique ese plus.

Este es el quid de la cuestión al final. Los deportistas son víctimas de los propios ídolos en que se convierten, o en que desean convertirse, y muchos de ellos antes de dejarse caer se aferran a un clavo ardiendo de máximo riesgo. Si no ganas, no eres nadie.

Yo, por ejemplo, hace tiempo que no creo en el ciclismo profesional. Por más que me cueste, pues he sido durante años un apasionado del mismo, y lo practico frecuentemente. Decir que el dopaje va por delante del antidopaje no es descubrir la pólvora y, aunque me consta que buena parte del ciclismo está intentando cambiar, al final ganar es un premio demasiado goloso como para arriesgarse a alcanzarlo sólo entrenando. Como dijo en su día Fernando Escartín, al Tourmalet a esa velocidad no se sube sólo comiendo macarrones. Por eso a veces pienso que sólo volveré a creer en el ciclismo profesional cuando se permita el dopaje. "Usted es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo y aténgase a las consecuencias". Pero no soporto la hipocresía del momento actual.

Por eso me gustaría pensar que la política antidopaje en España es algo más que varios deportistas de élite haciendo un anuncio televisivo fomentando el deporte limpio. El famoso: "Yo practico deporte limpio, ¿Y tú?". Pero mientras siga habiendo cosas que huelan tan mal, por pocas que sean -que no lo son-, y nadie entre a limpiarlas de verdad, el deporte español seguirá padeciendo su particular Síndrome de Diógenes.

A todo esto, no hace mucho que Alejandro Blanco, presidente del COE, dejó entrever que, pese al palo recibido hace unos meses en Buenos Aires, Madrid no ha abandonado su sueño olímpico. Con decisiones como ésta, como la de destruir bolsas de sangre de la Operación Puerto no vaya a ser que caiga un pez gordo (y que quedó bien claro en la tanda de preguntas a la delegación española en Buenos Aires que era uno de nuestros puntos más débiles), o con el esperpento de acusar a un carnicero de Irún del positivo de Alberto Contador, seguiremos dando motivos más que sobrados a los que nos tienen bajo sospecha. No es para menos, ¿No creen?

Yo lo tengo claro. Sin meterme en aspectos económicos, que para eso hay grandes expertos en Libertad Digital y esRadio, pero este país no se merece ni mucho menos albergar unos Juegos Olímpicos. Sería demasiado premio para quien prefiere mirar para otro lado antes que entrar a resolver sus problemas.

Pero a quién puede sorprender esto en un país donde Eufemiano Fuentes sigue trabajando tranquilamente como médico. Por favor, que alguien cure al deporte español de esta enfermedad.

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