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La misteriosa muerte de Samuel Wanjiru, el héroe humilde del maratón

Había sido campeón olímpico, con su manera honesta y noble de competir. Pero apareció muerto, con muchas incertidumbres, a los 24 años.

Continuamos con las historias de atletismo, en pleno mundial de Pekín. Pero si la semana pasada nos ocupaba una historia épica, de superación, de gloria después de la tragedia, en esta ocasión es el turno de una tragedia: la de Samuel Wanjiru, y su misteriosa muerte cuando aún era el campeón olímpico de maratón.

Agosto de 2008. Juegos Olímpicos de Pekín. El keniano Samuel Wanjiru se hace con el oro en la prueba reina del atletismo: el maratón. Con un tiempo de 2:06:32, se convierte en el primer corredor del país african que consigue el oro en unos Juegos. Al año siguiente gana los maratones de Chicago y Londres, dos de los más importantes del calendario internacional. Al año siguiente repite en suelo estadounidense... y sólo un año después, en 2011, con 24 años, aparece muerto en su casa de Nyahururu.

Supuestamente, la versión oficial, afirma que se había caído desde el balcón de su casa. Sin embargo, el misterio ha rodeado su muerte desde el primer momento. Infidelidad, suicidio, asesinato, accidente...demasiadas incógnitas para una única certeza: la desaparición del que iba camino de ser el mejor maratoniano de la historia.

Kikuyu, no kalenjin

Samuel Kamau Wanjiru nacía el 10 de noviembre de 1986 en Nyahururu, una de la zonas más complicadas de Kenia, y de toda África. Miembro de la tribu kikuyu –la menos prolífica en resultados atléticos en comparación con el pueblo kalenjin, de donde han salido todos los grandes héroes del atletismo keniata- no tardó en dejar claro que su futuro estaba en el atletismo.

Eso al menos vio uno de los ojeadores que Japón enviaba en aquellos años a Nyahururu, quien le ofreció una beca para la escuela secundaria Sendai Ikuei Gakuen, donde perfeccionaría su carrera. Wanjiru, pese a que no tenía ni idea de dónde estaba Japón, no se lo pensó, y en 2002, con 16 años, se marchó al país del sol naciente.

Ahí no dejó de crecer, como persona y como atleta, y tanto llamaba la atención su facilidad para conseguir victorias, como su carácter, reservado, noble, paciente. Además, era generoso. Su primer cobro lo envió a su madre Hannah, para que pudiera comprar una parcela de tierra. Poco más tarde donaba 25.000 dólares a un hogar de niños en su ciudad natal.

De promesa a estrella a lo grande

Wanjiru no se graduaría hasta 2005. En aquellos tres años tuvo tiempo de conseguir el récord del mundo de media maratón, con un tiempo de 59:16. Tan solo tenía 18 años. Dos semanas después superaba el récord del mundo junior del 10.000, con 26:41, 25 segundos menos que el anterior registro, en poder de Kiprop. No había duda. Ese chico iba a ser una estrella.

En 2005 también conocería a Njeri, quien sólo unos meses después se convertiría en su esposa. Todo, pese a que Njeri y Hanna, la madre de Wanjiru, se odiaron desde el principio, y hasta el final. Según aseguran sus conocidos, siempre por diferencias con el dinero.

Después de batir en dos ocasiones más su propia record en los 21 kilómetros, dio el salto al maratón en 2007, con 21 años. Lo hizo, cómo no, en Japón. Y logró la victoria. Unos meses después, en Londres, terminaba segundo, bajando por primera vez de los 2:06

Por eso, a nadie extrañó que en los Juegos Olímpicos de Pekín, Wanjiru diera el salto esperado y se hiciera con el oro en la prueba de atletismo por excelencia. Lo hizo con un tiempo de 2:06:32, consiguiendo el récord olímpico superando en casi un minuto al que hasta entonces ostentaba Carlos Lopes. Aquel 2008 recibiría el premio a mejor atleta del año.

Desafortunado en el amor

Pero paralelamente a aquella vertiginosa carrera hacia el éxito, sus problemas en Nyahuru también crecían. La brecha entre Njeri y Hanna era de cada vez mayor, puesto que Wanjiru ingresaba de cada vez más dinero. En 2008, cuando regresó a casa de manera definitiva, comenzó a despilfarrar el dinero ahorrado. Una parte, la más pequeña, para caprichos personales; el resto, para dárselo a todo aquel que le pidiera ayuda, que quisiera montar un negocio o, simplemente, quisiera aprovecharse de su fortuna. Prontó Wanjiru se encontró sin nada. Además, comenzó a frecuentar los bares de la ciudad. Y sus problemas con el alcohol fueron en aumento.

Así que sólo tuvo un remedio: seguir cosechando victorias para seguir sumando dinero. En 2009 establecería el récord en el maratón de Londres (2:05:10) y en el de Chicago (2:05:41), con todo lo que eso supone.

Y ese mismo año comenzó a salir con Mary Wacera, corredora también de Nyahururu, y bronce en los campeonatos del mundo junior del 2006. Como prometedera deportista que era, nunca sintió la necesidad de pedirle dinero; pero Njeri la odiaba. En 2009 se casaron.

Sin embargo, las cosas no terminaban de funcionar. Las fiestas de Wanjiru no paraban. Y era incapaz de encontrarse solo. Siempre había mujeres, familiares o amigos a su alrededor pidiéndole dinero. Su carrera iba peligrosamente hacia abajo...

El regreso del más grande

Federico Rosa, su mánager, se percató de ello, y trató de rescatarlo. En el maratón de Londres, Wanjiru se retiró a los 22 kilómetros. Era evidente que había que hacer algo. Le asustaron diciéndole que le habían encontrado alguna complicación en el hígado, y si no paraba de beber podía terminar con su vida.

La siguiente cita era Chicago, y Wanjiru se la había marcado como gran objetivo. Un ayudante de Rosa le comunicó a su manager que seguramente ni siquiera sería capaz de terminar la carrera. Pero la insistencia del keniata permitió que le inscribieran. A ver qué pasaba.

Y pasó que Wanjiru realizó su mayor exhibición. Fue campeón, tras un final de infarto –de los más emocionantes vividos en la prueba- con el etíope Tsegaye Kebede, y en el que demostraría por qué era el mejor. Sin embargo, esa iba a ser su última carrera.

Demasiadas dudas

Apenas medio años después, Samuel Wanjiru era encontrado muerto en el patio de su casa. Se podría decir que el alcohol, las fiestas y las peleas con las mujeres se habían hecho una constante. Pero lo cierto es que no fue así. O al menos no del todo.

Sí lo fue nada más regresar de Chicago. Durante un tiempo, volvió a andar perdido. E incluso a finales de 2010 fue detenido tras una discusión con Njeri, en la que golpeó a un guardia de seguridad con un fusil de asalto AK-47. Poco después la pareja anunciaba su reconciliación, pero los cargos no fueron retirados.

Tras ese episodio Wanjiru volvió a centrarse en el atletismo. Entre su entorno y él mismo lograron recapacitar. Había que dejar de beber, y para ello había que huir de Nyahururu. Con Federico Rosa, su representante, acordaron marcharse juntos a Oregón, para entrener y volver a ser el mejor. Antes, se desplazarían a Eldoret – a 200 kilómetros de Nyahururu– para entrenar en retiro. Pero el 15 de mayo tuvo que regresar a su ciudad natal para terminar de pagar los costes de su juicio.

Por el camino se detuvo en varios bares, cosa que ya no hacía, y volvió a beber, cosa que ya no hacía. Y poco a poco se fue calentando. Tras detenerse en tres pubs, a las diez de la noche abandonaba el Jimrock junto a Jane Nduta, una camarera que tenía claro lo que quería: "si me casaba con él, mi vida ya nunca volvería a ser igual. Nunca tendría que trabajar para nadie".

Las cámaras de seguridad de su casa reflejan que 15 minutos después de llegar a casa, llegaba Njeri. Y a partir de ahí es cuando se entrecruzan las declaraciones.

La teoría oficial de la policía es que Njeri encerró a la pareja en casa, y Wanjiru, enfadado, salió al balcón pidiendo a gritos la llave. En su estado ebrio, no calculó, y cayó desde una altura de 4 metros, produciéndose su muerte. Nadie lo vio caer, sólo el vigilante lo vio ya en el suelo, y llamó a la policía.

Los amigos creen que fue asesinado, puesto que todos querían su dinero. Incluida la policía. Lo cierto es que la investigación fue un desastre. No se consiguió asegurar la escena, como se afirma en un reportaje realizado poco después de su muerte en Sports Illustrated; en el material policial se informa de que la cámara que señala el balcón no funcionada; en uno de los vídeos se observan varios hombres entrando en el recinto a pie, aunque no se han podido identificar; y el informe de la autopsia no salió hasta más de un año después.

Hannah, la madre, siempre aseguró que su hijo fue golpeado en la parte posterior de la cabeza y asesinado, y que Njeri y la policía estaban conspirando para quedarse con el dinero de Samuel. Lo cierto es que cuando se publicó el informe post-mortem, se afirmó que la muerte de Wanjiru se produjo a consecuencia de un traumatismo directo en la parte posterior de la cabeza, aumentando las sospechas de asesinato.

No obstante, en el mismo reportaje de Sports Illustrated, también se afirma que ese golpe puede ser perfectamente provocado tras una caída frontal desde cualquier altura.

Sea como fuere, Samuel Wanjiru ya se había ido para siempre, y con él, uno de los mejores maratonianos de toda la historia.

Otro de los más grandes, Haile Gebrselassie, no tardó en lamentar su pérdida. "Uno se pregunta si nosotros, como familia atlética, podríamos haber evitado esta tragedia". Quizá se refiera a que, con su nobleza y su bondad, Wanjiru nunca supo digerir el éxito. Permitió que todos –amigos, familiares y mujeres- se aprovecharan de su dinero. Y fue él quien terminó pagándolo.

Atrás queda su legado a modo de resultados. Un oro olímpico, y cinco victorias en los siete maratones que disputó. "Tenía un talento increíble. Podría haber ganado dos o tres Juegos má"", comentaba Jos Hermens, mánager de Gebrselassie. Nunca lo pudimos ver.

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