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Adriana Acosta, la precursora estrella argentina que Videla hizo desaparecer

Fue uno de los 30.000 mil desaparecidos que dejó la dictadura argentina. Hoy, se la sigue recordando.

Fue uno de los 30.000 mil desaparecidos que dejó la dictadura argentina. Hoy, se la sigue recordando.
Imagen de archivo de Adriana Acosta

Adriana Acosta tenía un futuro brillante en el deporte femenino argentino. Con 22 años, era la estrella del Lomas, uno de los equipos punteros de hockey del país, e indispensable con la selección absoluta, las hoy conocidas como Leonas.

Sin embargo, tenía un hándicap: le gustaba mucho estudiar, aprender, escuchar... y eso, en plena dictadura de Jorge Rafael Videla, significaba un problema. Una dictadura marcada por la represión, el terrorismo de estado, los campos de concentración y de exterminio… y que fruto de ello dejó más de 30.000 "desaparecidos" –como así lo denominaban- entre 1976 y 1983. Adriana Acosta fue uno de ellos.

Una estrella solidaria

Adriana Inés Acosta nacía en Lomas de Zamora, Buenos Aires, el 19 de enero de 1956. "De pequeña la recuerdo siempre yendo de un lado para otro con su palo «banana», que se usaba en aquella época", relata su hermana Leticia, también jugadora profesional de hockey sobre césped. Por eso, no es de extrañar que siendo aún una niña ingresara en el Club Lomas Athletic.

Jugaba como delantera, y bien pronto comenzó a despuntar. A los 16 años fue la capitana del equipo juvenil que se proclamó campeón del país. En 1973, con tan solo 17 años era convocada por primera vez con la selección argentina absoluta. Aunque finalmente se quedó fuera de la lista definitiva que participó en el Mundial de 1974, a partir de aquella cita se convirtió en habitual en el combinado albiceleste.

Nadia Loray, compañera de equipo, la definía como "una jugadora con gran sentido del humor, siempre bromeando en cada entrenamiento y en cada previa de partido. Lo grandioso de ella era la capacidad de resolver todo tipo de situaciones. Por eso era nuestra capitana".

Su brillante carrera deportiva no era óbice para desarrollar su otra gran pasión: la asistencia a los más necesitados. Estudió Ciencias de la Educación primero, y Medicina después. Trabajó en el Hogar Patiño de Lomas, un hogar de trabajos y asistencia social. "Desde chiquita ayudaba a los demás. Por ejemplo, a las internadas del Hogar Patiño, que eran pobres. Ella las iba a cuidar, les llevaba botas o las traía a casa para el cumpleaños", relata su hermana.

Y comulgó con los comunistas en una época en la que Argentina estaba dominada por la dictadura de Videla, la denominada por el propio militar como Proceso de Reorganización Nacional. Por eso, pese a su futuro prometedor en el deporte femenino argentino, o quizá por ello, fue considerada como un opositor, un rival del que debían deshacerse.

Desaparecida 'en el aire'

El 27 de mayo de 1978, cuando Adriana tenía apenas 22 años, fue secuestrada. A las 15:40 un 'grupo de tareas' acudió a la pizzería en la que estaba comiendo, en el barrio de Villa Devotto, Buenos Aires, y se la llevaron.

Posteriormente se conoció que fue trasladada al centro clandestino de detención conocido como El Banco. Ahí fue vista por última vez. Tras ser torturada continuamente, todas las teorías indican a que fue arrojada a las aguas del Río de la Plata, en uno de los denominados 'vuelos de la muerte', consistente en tirar desde pleno vuelo a personas hacia el mar. Una buena forma de asegurarse que los podrían considerar 'desaparecidos', el término tan frecuente en la Argentina de Videla.

Un último homenaje

El 6 de octubre de 2009, el gobierno argentino trató de reparar en lo posible el daño causada en aquel lustro, y le dio a la nueva pista de hockey sintético del Centro de Alto Rendimiento Deportivo el nombre de Adriana Acosta. Era la mejor forma de que dejara de ser una 'desaparecida'.

Pero no sólo era por Adriana. Era también un homenaje a todos los ‚desaparecidos‘, como tildara para la historia Videla a estas atrocidades, de la dictadura Argentina. A los Miguel Benancio Sánchez, Gisela Tenembaun, Ana Moral, Daniel Schapira o Carlos Alberto Rivada, por citar sólo algunos de los 30.000 fallecidos en la dictadura.

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