El cronista inesperado de una de las peores tragedias ocurridas en la historia del Everest, Jon Krakauer, habla sobre sus sensaciones al hacer cima en el gran coloso.
"Había fantaseado mucho sobre ese momento y la oleada de emociones que lo acompañaría. Pero ahora que por fin estaba allí, literalmente de pie en la cima del Everest, no tenía fuerzas para pensar en ello. Era el 10 de mayo de 1996, a primera hora de la tarde".
Krakauer se encontraba en la montaña en calidad de periodista para documentar cómo se desarrollaba una ascensión guiada al techo del mundo y se encontró con una situación que nadie, ni siquiera los líderes de las agencias más importantes del momento, supo predecir. Resumió lo vivido en el libro Mal de altura:
Hacia el sur, allá donde una hora antes el cielo había estado absolutamente despejado, un manto de nubes ocultaba ahora el Pumori, el Ama Dablam y los otros picos menores que rodean el Everest […] ¿Por qué unos guías avezados siguieron ascendiendo, empujando a una manada de deportistas relativamente inexpertos (cada uno de los cuales había pagado hasta 65.000 dólares para que lo llevaran sano y salvo hasta el Everest) hacia una trampa mortal? Nadie puede hablar por los dos jefes de las expediciones implicadas en el episodio, porque ambos están muertos, pero estoy en condiciones de asegurar que en la tarde del 10 de mayo nada sugería que se avecinara una brutal tempestad. El suceso alimentó el debate y las críticas hacia las expediciones comerciales.
La tormenta fue especialmente violenta en las zonas superiores de la montaña y no amainó hasta pasadas 10 horas. Varios alpinistas quedaron atrapados en diferentes puntos y no consiguieron alcanzar la seguridad de sus campos de altura, así que pelearon para sobrevivir a más de 8.000 metros con diferente fortuna: fallecieron Rob Hall, director de Adventure Consultants; Scott Fisher, de la agencia Mountain Madness, y varios de los clientes que los habían contratado.
El suceso alimentó el debate y las críticas hacia las expediciones comerciales en montañas de ocho mil metros e incluso abrió una guerra entre Krakauer y Anatoli Bukréyev, el reputado alpinista que ejercía como escalador guía responsable de la expedición Mountain Madness. El primero acusó al kazajo de negligencia por no haber usado oxígeno artificial durante la expedición y éste se defendió en un libro titulado Everest 1996.