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Los orígenes de los Juegos Paralímpicos: el milagro de Ludwig Guttmann

El genial médico judío convirtió a los apestados heridos de la Segunda Guerra Mundial en campeones deportivos.

El genial médico judío convirtió a los apestados heridos de la Segunda Guerra Mundial en campeones deportivos.
Una de las sesiones de deporte de Ludwig Guttmann en el hospital. | Archivo

Hoy arrancan en Rio los Juegos Paralímpicos 2016, que vienen celebrándose cada cuatro años, sólo unos días después de concluir los Juegos Olímpicos, desde 1960 en Roma. Pero su origen se remonta a dos décadas atrás, y a un nombre: Ludwig Guttmann. Él fue quien dio esperanza e ilusión a estos deportistas que, por aquellos días, no eran más que parásitos de la sociedad.

Porque en los años 40, cualquier persona que presentara cualquier anomalía o discapacidad física, era inservible. Se le trataba no como un enfermo con una cura posible -ni hablar de una persona normal- sino como alguien a quien la vida había castigado y por quien ya no valía la pena trabajar. Era suficiente con dejarlos encerrados en algún edificio -con suerte un hospital- hasta que llegase su ocaso. En muchas ocasiones más por causas mentales que físicas.

Y hay que tener en cuenta que estamos hablando de unos años de posguerra, en los que eran muchos los hombre que habían acudido al frente y habían vuelto sin un brazo, sin una pierna, sin visión, o inmóviles. Todo lo que habían dado por su país les era devuelto en forma de nada. Se les reconocía el mérito de haber luchado por la nación, a la vez que se les abandonaba a su suerte.

Hasta que en el Hospital para Lesiones Espinales de Stoke Mandeville, en el centro de Inglaterra, apareció un tal Ludwig Guttmann. Un neurólogo alemán de origen hebreo que había conseguido huir de los nazis, y a quien le había sido confiada la dirección del centro.

Su concepción de las lesiones de médula espinal era radicalmente opuesta a la que existía entonces. Para Guttmann, no eran enfermos terminales, sino héroes que merecían una segunda oportunidad, y sólo había que encontrar cómo. Guttmann empezó por el principio: a llamarles por su nombre, a conversar con ellos, a escucharles, y a convencerlos de que se debían levantar de la cama, donde llevaban meses o quizá años.

Milagros en Stoke Mandeville

Y desde entonces, todo cambió. Por una cuestión simple, pero letal: les había dado a aquellos hombres una ilusión, y un futuro. Algo por lo que levantarse cada día mereciera la pena. La mortalidad del hospital se redujo en pocos años en un 80%.

No sólo eso. Para alguien que hubiera estado un tiempo sin visitar Stoke Mandeville, ahora parecía que allí sucedían milagros. Aquellos hombres que hasta hace nada apenas podían moverse en la cama, ahora jugaban. Sí, jugaban. Se divertían. Con sillas de ruedas podían desplazarse y, de esta manera, comenzaron a realizar trabajos manuales, como carpintería o reparar relojes.

Era sólo el primer paso. Estaban a punto de alcanzar la idea que desde el principio buscaba Ludwig Guttmann: llevar a estos hombres mutilados, moribundos, paralizados... a la actividad deportiva. Tiro con arco, tenis de mesa, baloncesto... eran practicados con la misma asiduidad y regularidad con la que se tomaba el medicamento.

El efecto fue inmediato. Ya no sólo físico, pues como suponía el neurólogo alemán el hecho de realizar ejercicio reavivaba el cuerpo y su musculatura, sino también, y sobre todo, psicológico. Con la práctica del deporte, aquellos hombres que hasta poco antes "no servían para nada" eran capaces de recuperar su amor propio, de sentirse útiles, de tener motivaciones y dignidad.

Una competición, llevarlo todo más allá

Tal fue la alegría de Guttmann y de todos aquellos que le seguían, que de repente se le planteó una idea: ¿por qué no llevarlo más allá? ¿por qué no dar lugar a una competición? Fue así como se dio lugar, el 28 de julio de 1948, a los primeros juegos oficiales para atletas discapacitados. Una competición de tiro con arco, que enfrentaba a dos equipos, el de los pacientes de Stoke Mandeville y el de los pacientes de la Star and Garter Home de Richmond, y en la que participaron 14 hombres y 2 mujeres.

El enfrentamiento se fue manteniendo año a año, y el número tanto de participantes como de asistentes, que acudían fascinados a ver semejante espectáculo, fue creciendo. Hasta que las noticias llegaron hasta Italia. Allí, en el Hospital de Parapléjicos de Villa Marino, el Doctor Antonio Maglio estaba llevando a cabo unas técnicas de rehabilitación similares, y se puso en contacto con Guttmann.

Del primer encuentro que mantuvieron ya salió un paso de gigante: Guttmann pretendía exportar sus ideas fuera de Inglaterra; Maglio pensó que qué mejor campo de prueba que Roma, donde en 1960 se iban a celebrar los Juegos Olímpicos. Fue así como arrancó un proyecto sin parangón. Fueron muchas las trabas que se encontraron, pero siempre con unmensaje de esperanza por bandera consiguieron llegar hasta el final. Y así en Roma 1960 los atletas discapacitados de todo el mundo compartieron Villa y recintos deportivos con los atletas olímpicos.

Los Juegos Olímpicos arrancaron el 18 de septiembre, y duraron ocho días. Todos ellos estuvo presente en la grada Ludwig Guttmann, observando con sus propios ojos cómo su sueño, aquello que hace nada era imposible, una cosa de locos, se estaba haciendo realidad.

En un momento dado un periodista de la BBC le preguntó "¿Podemos llamar a esto Juegos Nacionales? Porque la definición de nacional implica que se selecciona a los mejores del país en un deporte: el mejor nadador, el mejor equipo de rugby...mientras estas personas son los mejores... en qué?" A lo que Guttmann simplemente respondió "ellos son los mejores entre los hombres".

Gran Bretaña fue el más laureado en aquellos primeros Juegos Paralímpicos de Roma 1960, con 21 oros, 15 platas y 18 bronces. En total participaron 209 deportistas de 18 países, en 113 modalidades de 8 deportes. La única discapacidad permitida eran las lesiones de médula espinal. Hoy, en Río, entrarán en liza 4350 deportistas provenientes de 176 países, que participarán en 526 disciplinas de 22 deportes paralímpicos.

Y todo gracias a Ludwig Guttmann, el Coubertin de los discapacitados.

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