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Un Tour con victorias en la montaña, la crono y... los hoteles

El español Alberto Contador ha levantado su segundo Tour tras haberse impuesto a las adversidades en la carretera -los hermanos Schleck- y las de los hoteles -Lance Armstrong-, en un triunfo que será recordado porque venció en la cima de Verbier y contra el cronómetro en el valle de Annecy.

La ronda gala comenzó con un Mónaco engalanado que presagiaba el Tour más político de las últimas décadas. En el Principado no se hablaba de dopaje, el tema de conversación era la coexistencia en un mismo equipo de los dos hombres más fuertes del pelotón: Alberto Contador y Lance Armstrong. Desde un primer momento se notó, tal y como reconoció Armstrong que entre los dos 'gallos' existía "una tensión", que provocó una escisión en la formación más fuerte jamás vista en un Tour. Así, seis -Contador, Kloeden, Armstrong, Leipheimer, Zubeldia o Popovych- de los nueve corredores del equipo podrían ser cabezas de cartel en otra escuadra.

Armstrong se desmarcó en Mónaco al salir de los primeros en la crono e intentó marcar un tiempo estratosférico, que no fue tanto, para dejar claro desde la primera pedalada que no iba a trabajar para otro interés que no fuera el suyo propio. Contador tampoco decepcionó en esos primeros compases que coronaron a 'Espartaco' Cancellara como líder, pese a que el suizo haya mostrado en estas etapas que no sólo es un hombre que funciona contra el crono.  

La primera semana tuvo un nombre y un equipo que dominaron por encima del resto: el Columbia de Mark Cavendish. El de Isla de Man se erigió en el sucesor natural por derecho propio del mejor Mario Cipollini, venciendo en todos los sprints masivos en los que participó para sumar al final del presente Tour la cifra de seis triunfos.

La tercera etapa confirmó que el Astana no iba a trabajar para Contador. Armstrong se metió en un corte de 30 corredores y mandó a Zubeldia y Popovych tirar del grupo, pese a que no estaba el pinteño ni ninguno de los favoritos. La siguiente fue decisiva para Contador, que gracias a la ayuda de su equipo, logró una ventaja decisiva con sus rivales -especialmente con los a posteriori decepcionantes Menchov y Evans- en la contrarreloj por equipos, que además vio la orden de Bruyneel con su escuadra, a la que mandó bajar el ritmo para no tener que vestirse de amarillo y dejar en la línea de meta a Armstrong con el mismo tiempo que Cancellara.

La tensión fue en aumento con el paso de los días. Contador reconocía que lo pasaba peor en el hotel que dando pedaladas. Y es que realmente la carrera no era dura -nunca se rodó por delante del horario previsto-, pero ver tan adelante a Armstrong no hacía otra cosa que aumentar las alabanzas de los puristas a su retorno pundonoroso.

Contador necesitaba probar sus credenciales de líder y en la primera llegada en alto explotó con pedaladas y no palabras. Atacó a falta de dos kilómetros y logró 20 segundos de ventaja sobre un grupo de favoritos, totalmente intimidado ante la presencia fuerte de Armstrong. "No era el plan previsto, pero si ataca no voy a saltarle", dijo el americano, tras el único día en que hubo batalla en los Pirineos.

Un italiano desconocido, Rinaldo Nocentini, devolvía a los transalpinos el liderato casi una década después de que lo vistiera por última vez Alberto Elli. Nadie dio ni un 'duro' por el mantenimiento del 'maillot' durante la semana previa a los Alpes -en la que se habló más de la necesidad de pinganillo que de otra cosa-, pero la monotonía de la carrera hacía que Armstrong pareciera mucho más fuerte que el día anterior. Cavendish y algunos escapados -Luis León Sánchez y Mikel Astarloza- tuvieron sus jornadas de gloria justo antes de los días en que todo se decidiría.

La primera de las emociones fuertes -se suponía- llegaría en los Vosgos. Los románticos recordaron una etapa de hace poco más de una década en la que Abraham Olano fue completamente avasallado en sus opciones de victoria tras ceder casi 10 minutos con sus rivales veteranos y compinchados. No aparecieron esos fantasmas en Contador, pese a que Armstrong contaba con más de un aliado en el pelotón. La lluvia destiló la cafeína contenida y la reservó para la segunda llegada en alto en Verbier.

Ahí, por fin, ya se pusieron todas las cartas sobre la mesa. Atacó Contador como un 'sputnik' desde abajo del puerto y se fue en solitario. "Cuando me ví así, me dije: 'que paliza'. Pero luego mereció la pena", dijo un Contador que en la cima se vestía por primera vez en carrera, habiéndolo logrado él y no un abandono de Rasmussen, el maillot amarillo.

Lo más grave no fue eso. Armstrong dio síntomas de debilidad por primera vez en un puerto y sus rivales se aprovecharon para atacarle sin piedad. Contador sacó más de minuto y medio, mientras que el resto una treintena de segundos. Además, Andy Schleck aprovechó para eregirse en la única fuerza capaz de contrarrestar medianamente el poderío de Contador en la montaña. Verbier dejó todo claro, a priori. Armstrong no se rebajó. "No trabajaré para él, pese a que sé que es muy bueno", dijo el heptacampeón. Al día siguiente, la secuencia de un Armstrong caído se repitió, pero esta vez el estadounidense reaccionó con una arrancada típica en los últimos kilómetros del Petit Saint Bernard.

La etapa reina de la ronda fue la que concluyó en Le Grand Bornand. Cinco puertos de mucho nivel y muchas ganas de atacar por parte de todos los favoritos que aún no habían movido ficha. El campeón Sastre probó desde lejos y lo único que hizo fue lanzar a los hermanos Schleck, Contador y Kloeden, que se marcharon en solitario sin Armstrong.

En La Colombiere, Contador preguntó a Kloeden acerca de la posibilidad de atacar. La luz verde de su compañero a la maniobra provocó que Contador se marchara en solitario, mientras veía como los hermanos se aproximaban a él sin su compañero. Contador decidió parar a esperar a su compañero que era alcanzado por Armstrong en el descenso y estallaba la guerra.

 "Si Kloeden no está en el podio será por culpa de Contador", acusó un Leipheimer ya retirado de la ronda. Ademas, Bruyneel y Armstrong se quitaron la careta al tiempo que anunciaron su unión para la próxima temporada con el RadioShack. El director belga decidió apoyar en la decisiva crono de Annecy al americano y dejó que Contador hiciera en solitario historia al ser el primer español en ganar un Tour con una etapa de montaña y una contrarreloj. Ni Induraín había firmado eso. Armstrong reaccedía al podio que había cedido a Franck Schleck, mientras que Andy se consolidó con una contrarreloj notable como el rival de futuro de Contador. Un corredor que se quedó a las puertas del podio fue la revelación de la ronda, el británico Bradley Wiggins, que una caída en esa crono le privó de estar hoy en el podio de París.

El Ventoux fue un día de gloría para Juanma Gárate, que se convirtió en el único español en activo en tener victorias en las tres grandes y en ser campeón de España en Ruta. El monte de los vientos demostró una defensa espartana de Armstrong por su tercer puesto en el cajón, al tiempo que demostró la superioridad de Andy y Contador en la montaña.

Ambos intentaron ayudar a sus segundos espadas, Armstrong y Franck, a lograr el último lugar del podio, que finalmente se quedó el norteamericano, gracias a la piedad de un Contador, que controló todos los movimientos del pequeño de los Schleck.

El año que viene Armstrong volverá con más fuerzas. Así lo ha anunciado. "Me prepararé mejor, estuve demasiado tiempo en Aspen y además me ha costado adaptarme al pelotón", apuntó. Hoy será el último día de la mejor escuadra jamás vista y en la que coincidieron dos de los mejores ciclistas de todos los tiempos: Contador y Armstrong.

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