Ya el lunes, el miembro del consejo del Banco Central Europeo Axel Weber advertía de que aún es demasiado pronto para hablar del final de la crisis financiera y alertaba de la posible llegada de una segunda oleada.
No todos confían, pues, en el mensaje optimista lanzado por los bancos centrales y al que se suma ahora el FMI. Tras el crack bursátil de 1929, numerosos economistas y políticos hablaban, igualmente, de "brotes verdes", que el paso del tiempo se encargó de desmentir.
En cambio, el economista jefe del FMI, Olivier Blanchard se muestra más optimista. En primer lugar recalca que, usualmente, durante los periodos de crisis se reducen los tipos de interés para incentivar demanda y producción. Los consumidores comienzan a comprar bienes duraderos y las firmas comienzan a ejecutar proyectos de inversión retrasados. Además, los recortes en el precio del dinero suelen dar margen a las exportaciones, al hacerlas más baratas.
No obstante, la recesión actual "no es simple" y su superación, tampoco lo será, pronostica Blanchard, quien augura que sus efectos sobre suministro y demanda persistirán "por muchos años".
"Algunas partes del sistema económico se han roto. Algunas firmas que fueron a la bancarrota no lo habrían tenido que hacer en una recesión normal. En los países desarrollados, los sistemas financieros presentan disfuncionalidades y llevará mucho tiempo que encuentren su nueva forma", recuerda el economista.
Blanchard asegura que los cambios en la composición de la demanda mundial y el giro que ha dado el consumo desde los países avanzados hacia las economías emergentes requieren cambios en la estructura de producción, y afirma que no se puede dar marcha atrás hacia los antiguos modelos de crecimiento ya que el potencial de la producción podría ser menor del que era antes de la crisis económica.
"El crecimiento no será lo suficientemente fuerte como para reducir el desempleo, del que no se espera que repunte hasta algún momento del próximo año", explicó el economista, quien alerta sobre los riesgos de fundamentar la recuperación en los estímulos fiscales, ya que "tarde o temprano" tendrán que ser retirados.
Cambios en la demanda
El economista hace dos propuestas para fomentar la sostenibilidad de la recuperación, en primer lugar, el reequilibrio del gasto público y privado. En segundo lugar, la reorientación de la demanda agregada entre los países, con un giro de Estados Unidos a las exportaciones y del resto del mundo --principalmente Asia-- a las importaciones.
"Desde el punto de vista de EEUU, un descenso del actual superávit por cuenta corriente de China ayudaría a incrementar la demanda y sostendría la recuperación estadounidense. Esto resultaría en más importaciones en EEUU, lo que ayudaría a una recuperación mundial sostenida", afirmó el experto.
Para que esto suceda, es necesario que China mejore la Seguridad Social y el acceso de los hogares al crédito, medidas que reactivarían el consumo. "Una mayor demanda de importaciones en China y un yen más fuerte incrementarían las exportaciones netas de EEUU", aseguró.
El economista considera a Estados Unidos crucial para la recuperación mundial y recuerda que su consumo representa el 70% de la demanda total estadounidense y que parece poco probable que recupere su vigor de manera temprana debido a que los consumidores, que han tomado conciencia de los riesgos, podrían experimentar una mayor tendencia al ahorro.
Además, menciona que los bancos, a pesar de haberse recuperado en su mayoría, siguen endureciendo las condiciones crediticias, lo que sugiere que la inversión permanecerá débil durante mucho tiempo.
Sobre el gasto público, el Fondo hace una clara advertencia, y afirma que los países avanzados "no pueden llegar muy lejos" en sus estímulos fiscales para reactivar el crecimiento, debido al incremento del ratio de deuda sobre el PIB, que en el caso del G-20 se espera que exceda el 100% durante los próximos años. De hecho, en numerosos países se ha creado un déficit fiscal que hará "inevitable" que se tengan que subir los impuestos.
Bertrard apunta a que según las actuales predicciones, numerosos países, incluyendo las economías desarrolladas, volverán a tasas de crecimiento positivo en los próximos trimestres, aunque, no obstante, el crecimiento no será suficiente como para reducir el desempleo a corto plazo