Por si no se habían dado cuenta a estas alturas de la película, resulta que al Gobierno no le queda ni un euro en la caja. Han sido demasiados años de ayudas públicas, proyectos disparatados de gasto, errores de previsión y falta absoluta de escrúpulos a la hora de derrochar el dinero de los contribuyentes. Al final, ha sucedido lo que estaba cantado: no hay dinero ni para hacer obra pública, uno de los pocos desembolsos del Estado que tiene justificación desde casi todos los puntos de vista económicos.
El ministro de Fomento ha sido el encargado de comunicar el recorte de los fondos destinados a proyectos de infraestructuras indispensables para vertebrar el país. No estamos hablando de las zanjas que levanta el faraón en Madrid, ni de las pistas de pádel que se han extendido por todo el territorio español. No, el señor Blanco se carga, entre otros proyectos, los destinados a las carreteras españolas.
Es decir, que hemos pagado religiosamente impuestos para que el Gobierno mantenga las carreteras en un estado optimo, se eviten accidentes, se vertebre el país... y, en lugar de cumplir con estos objetivos, las autoridades se gastan los fondos, abren un agujero sin precedentes en las cuentas públicas, nos piden a los contribuyentes que hagamos un esfuerzo extra para taparlo y, encima, suspenden las obras para las cuales pusimos el dinero.
Por si esto fuera poco, encima el Ministerio se carga contratos ya firmados con las compañías constructoras, unas empresas que ya lo están pasando bastante mal con la que está cayendo en el sector inmobiliario y con la falta de proyectos de calado.
Con estos mimbres es muy difícil que los inversores extranjeros apuesten por el mercado español y nos ayuden a superar la recesión. Al final, la sensación que damos es la de un país bananero, donde la seguridad jurídica brilla por su ausencia y en el que el Gobierno cambia las reglas del juego a mitad de la contienda.
Además, la repercusión para el empleo va a ser brutal, algo de lo que no hablan ni el ministro de Trabajo ni la vicepresidenta Salgado, que siguen manteniendo que estamos saliendo de la crisis y que la recesión es una cosa del pasado. La huida hacia delante ha comenzado.
Este tema es el que copa las primeras páginas de los diarios españoles. Expansión habla del "recorte histórico de la Obra Pública", El Economista publica "la lista negra de Fomento, con mil millones en obras canceladas" y Cinco Días revela que "el ajuste afecta a un tercio de la cartera adjudicada": sumando retrasos y cancelaciones el dinero ahorrado alcanza los 10.000 millones de euros.
Por otra parte, la prensa salmón incluye análisis sobre la tranquilidad de los mercados bursátiles, que esperan los resultados de las pruebas de resistencia de las entidades financieras europeas. En esta línea Expansión señala que "la Bolsa avanza una buena nota en los test de estrés", una línea muy similar a la de Cinco Días: "el Ibex descuenta una buena nota del sistema bancario en el test de estrés", al recuperar los 10.300 puntos.
En materia financiera, El Economista se centra en la decisión del Banco de España de inyectar dinero en las entidades, aunque a su juicio sean solventes: "compensación de 3.000 millones para las cajas sin ayudas públicas", publica a toda página el diario.
Aunque quizás el tema más novedoso lo tiene Expansión, que pone el dedo en la llaga de la financiación autonómica. Todas las regiones deben dinero al Estado, menos una. Sí, acertaron, es Madrid, cuya gestión tributaria es la más eficiente de España. Las regiones que más incumplen los objetivos son Andalucía, con un agujero de 1.500 millones, Cataluña (690 millones), Valencia (635 millones) y Galicia (573 millones).
Finalmente, es necesario destacar también que al Gobierno le da igual que la Unión Europea vea con malos ojos cobrar a las compañías de telecomunicaciones para sufragar el despilfarro de la radio-televisión pública española. Según Expansión: "el Consejo de Ministros blindará la tasa de las telecos para dar aire a RTVE".